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El espectro de una división comenzó a gravitar fuertemente ayer sobre los países de la Alianza Atlántica, un día después de que el enviado ruso para los Balcanes Viktor Chernomyrdin desbloqueara en términos generales el rechazo del presidente yugoslavo Slobodan Milosevic a un plan del G8 que incluye la presencia de tropas internacionales de pacificación en la provincia secesionista de Kosovo. Mientras Alemania y Francia respondieron con cauteloso optimismo a la novedad, y dinamizaron los esfuerzos para crear una fuerza de seguridad específicamente europea diseñada para tratar los problemas de la región, el subsecretario de Estado norteamericano Strobe Talbott sentenció duramente: No puedo reconocer que Chernomyrdin lleve nuestro mensaje a Belgrado. El sólo lleva el mensaje del presidente ruso y del gobierno ruso. Estados Unidos respaldó esta intransigencia en los hechos, enviando 68 aviones de refuerzo a la zona del conflicto y redoblando los bombardeos. Parte de la dureza norteamericana se origina en un artículo publicado por Chernomyrdin ayer en The Washington Post, en que el mediador y ex primer ministro ruso amenaza con el veto ruso en el Consejo de Seguridad contra una resolución sobre Yugoslavia que no se adecue a los planes de Moscú, y también con suspender el desarme y poner fin a la cooperación tecnológica con Europa Occidental y Estados Unidos. Esta es una declaración desmesurada y absurdamente dura, calificó Talbott. Pero el núcleo de las diferencias parece radicar más bien en los contenidos del plan que Chernomyrdin presentó, que entra en los principios generales del acuerdo del G8 (los siete países más industrializados más Rusia) pero difiere de la idea norteamericana de ese mismo acuerdo. De acuerdo a la agencia Itar-Tass, el plan sometido el viernes por Chernomyrdin y aceptado por Milosevic propone que una parte de las tropas pertenecientes a los países de la OTAN que participaron en los bombardeos contra Yugoslavia sean desplegadas en Albania y Macedonia con la misión de aislar la zona del conflicto e impedir la penetración del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK). Por otro lado, las fuerzas de mantenimiento de la paz de los países de la OTAN que no participaron en los ataques contra Yugoslavia serían desplegadas en la frontera de Kosovo. Por último, un contingente militar de los países neutrales, como Rusia y los otros países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI, 12 ex repúblicas soviéticas menos los tres Estados bálticos) y posiblemente Finlandia, además de un importante contingente yugoslavo, estaría estacionado al interior de Kosovo para favorecer el regreso de los refugiados y garantizar la seguridad. Todo esto va totalmente en contra de la idea norteamericana del plan G8, que insiste en un núcleo duro de la fuerza de pacificación a cargo de países de la OTAN especialmente Estados Unidos y Gran Bretaña, los países más agresivos en la campaña y una presencia yugoslava puramente simbólica. Mientras tanto, Francia y Alemania, más preocupadas por una campaña que parece cada vez más fuera de control, sonaron más conciliatorias al finalizar ayer la 73ª cumbre bilateral, terminada ayer en Toulouse. Aunque no pudieron superar sus diferencias principalmente respecto del empleo, el presidente francés Jacques Chirac, su primer ministro Lionel Jospin y el canciller alemán Gerhard Schroeder pidieron en el plazo más breve una reunión del G8, a nivel de sus directores políticos, para evaluar el nuevo giro de las negociaciones, y señalaron su voluntad de organizar un Cuerpo de Reacción Rápida Europeo, adaptado al nuevo medio ambiente estratégico que daría a la Unión Europea los medios autónomos necesarios para decidir y actuar ante las crisis. El Cuerpo Europeo, creado en 1993 alrededor de la Brigada franco-alemana y que agrupa a cinco países (Francia, Alemania, Bélgica, España y Luxemburgo) debería constituir la base de esta nueva entidad. Pero hasta el momento los países involucrados no han dado los pasos necesarios en términos de compromiso militar y financiero para solventar esta idea, lo que sigue determinando el rol predominante de Estados Unidos en la Alianza Atlántica.
TESTIMONIO DESDE UN CAMPO DE REFUGIADOS The Guardian de Gran Bretaña
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