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Por Hilda Cabrera Desde Montevideo Como en la película Estación Central, también en Dona Doida, um intérludio un tren atraviesa la historia. Esta tiene como protagonista a la actriz Fernanda Montenegro, pero solamente como prólogo a su actuación. El ruido de un tren que corre y se aleja domina, desde la banda sonora, la atmósfera brumosa que se le quiso imprimir a la primera escena de este trabajo que la actriz brasileña presenta en la Muestra de Teatro del Mercosur, que finaliza hoy en Montevideo. Poco importa si con este recurso se pretende que el público recuerde su espléndida actuación en la premiada película de Walter Salles y las distinciones que recibió ella misma. El viaje, si se puede llamar así al recorrido por la obra de la poeta y prosista brasileña Adélia Prado, tiene muchas connotaciones. Montenegro, quien dijo haberse sentido en la tierra prometida cuando estuvo en Hollywood como nominada al Oscar por su desempeño en Estación..., deambula aquí por un original itinerario a través de la escritura de Prado, artista entrañable para el under porteño. Batato Barea recitó sus poemas en el Parakultural, y en 1994 la directora Helena Tritek puso en escena una obra basada en su libro de poemas El corazón disparado, de 1978, donde colaboró como traductor el poeta Fernando Noy. A Montenegro se la vio aparecer desde el fondo del escenario asomada a una ventana, tal como lo hace en el film, trasponer en varias escenas una puerta y recorrer el espacio con un andar tan firme como onírico. Adueñándose con naturalidad del escenario del mítico Teatro El Galpón, realizó su trabajo en medio de una gran expectación. Ella creó todos los climas en la geométrica ambientación lograda con unos pocos elementos escénicos (una tarima, un banco de plaza), un exacto juego de luces y sombras y la música grabada que llegó al espectador sin estridencia. La actriz no trabaja con objetos, pero extrañamente impresiona como si realmente moviera aquello de lo que habla su personaje, una dona doida, una señora extravagante, loca y dolorida que por momentos adquiere el porte de un muchachito algo desmañado y simpático que, guardando las manos en los bolsillos, remata alguna frase con gesto sobrador. Teníamos el impulso de contar una historia y nos encontramos con un personaje, declaró la actriz aquí a propósito de la Dona Doida que dirige Naum Alves de Souza. Un personaje que rechaza las frases sentenciosas, pero se relaciona bien con la ironía, sea ésta directa o escondida, sagaz o ingenua, como la broma de corte feminista referida a la masculinidad del imaginario humano, por aquello de que desde el Papa a Satanás, todos son hombres. El espectáculo muestra a una mujer común en diálogo consigo misma. Un diálogo loco o sensato, en todo caso vacilante frente a los propios deseos y percepciones. Se presiente un misterio en lo cotidiano, y, en Montenegro, su pasión por rescatar la belleza y el ritmo quebrado de la poesía de Prado. Una escritura que traduce sin sentimentalismo la opresión de la mujer común, de la que plancha, cría a sus hijos y cuida que todo marche bien aunque presienta que al final de la vida su cuerpo no es sino un conjunto de huesos tan limpios que produce asco, y con ella la de aquellos que no logran saciar sus deseos. Para ellos, el mar es apenas una gota. Metida en su personaje, Montenegro dice que el ser humano está desesperado, y la platea se lo cree. Al concluir la primera de las dos funciones, la actriz aludió de alguna manera a esa desesperación. El ser humano pide respeto, libertad, dijo ante un público que la aplaudió de pie, a pesar de no haber entendido total nicorrectamente lo que transmitía su Dona Doida. Se conformó al verla actuar con humanidad (así lo expresaron algunos espectadores). Los que captaron mejor la naturaleza poética abandonaron la sala exultantes. No es fácil acercarse a la escritura deliberadamente rota de Prado, conformada de planos superpuestos, imágenes discontinuas y filosas reflexiones. Una particularidad que la actriz tomó en cuenta. De ahí también sus declaraciones: No me interesa en la escena la Adélia real. No estamos haciendo una búsqueda realista. El trabajo de Montenegro, lo mismo que el de la autora de Bagagem, el libro que en 1976 produjo un vuelco en la poesía brasileña, consistió en todo caso en gestar su propio poema escénico, menos barroco y más accesible para quienes desconocen el lenguaje del Brasil minero, el de Prado, nacida en el estado de Minas Gerais. De todas formas, la diferencia de idioma fue una barrera, testimonio de lo que todavía falta por hacer culturalmente en el Mercosur. Un indicio fue la menor cantidad de espectadores en la segunda y última función de Dona Doida, cuya entrada era la más cara de esta muestra, organizada por la Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay. La actriz, que durante su estadía montevideana debió superar las molestias de una fuerte gripe, agradeció conmovida al público que en la noche del estreno colmó la sala de El Galpón: Tenía muchas ganas de llegar dijo, de que nos podamos comprender. Ha comenzado un contacto más amoroso entre nuestras culturas. Estoy muy feliz. Es uno de los mejores momentos de mi vida.
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