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EN URUGUAY, CON LA ACTRIZ FERNANDA MONTENEGRO
“El ser humano pide respeto”

La brasileña que se hizo famosa con “Central do Brasil” fue la máxima estrella de la Muestra de Teatro del Mercosur, que concluye hoy en Montevideo. Presentó una obra jugada, basada en la de la poeta Adélia Prado.

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Por Hilda Cabrera Desde Montevideo

t.gif (862 bytes) Como en la película Estación Central, también en Dona Doida, um intérludio un tren atraviesa la historia. Esta tiene como protagonista a la actriz Fernanda Montenegro, pero solamente como prólogo a su actuación. El ruido de un tren que corre y se aleja domina, desde la banda sonora, la atmósfera brumosa que se le quiso imprimir a la primera escena de este trabajo que la actriz brasileña presenta en la Muestra de Teatro del Mercosur, que finaliza hoy en Montevideo. Poco importa si con este recurso se pretende que el público recuerde su espléndida actuación en la premiada película de Walter Salles y las distinciones que recibió ella misma. El viaje, si se puede llamar así al recorrido por la obra de la poeta y prosista brasileña Adélia Prado, tiene muchas connotaciones. Montenegro, quien dijo haberse sentido en la “tierra prometida” cuando estuvo en Hollywood como nominada al Oscar por su desempeño en Estación..., deambula aquí por un original itinerario a través de la escritura de Prado, artista entrañable para el under porteño. Batato Barea recitó sus poemas en el Parakultural, y en 1994 la directora Helena Tritek puso en escena una obra basada en su libro de poemas El corazón disparado, de 1978, donde colaboró como traductor el poeta Fernando Noy. A Montenegro se la vio aparecer desde el fondo del escenario asomada a una ventana, tal como lo hace en el film, trasponer en varias escenas una puerta y recorrer el espacio con un andar tan firme como onírico. Adueñándose con naturalidad del escenario del mítico Teatro El Galpón, realizó su trabajo en medio de una gran expectación. Ella creó todos los climas en la geométrica ambientación lograda con unos pocos elementos escénicos (una tarima, un banco de plaza), un exacto juego de luces y sombras y la música grabada que llegó al espectador sin estridencia. La actriz no trabaja con objetos, pero extrañamente impresiona como si realmente moviera aquello de lo que habla su personaje, una “dona doida”, una señora extravagante, loca y dolorida que por momentos adquiere el porte de un muchachito algo desmañado y simpático que, guardando las manos en los bolsillos, remata alguna frase con gesto sobrador. “Teníamos el impulso de contar una historia y nos encontramos con un personaje”, declaró la actriz aquí a propósito de la Dona Doida que dirige Naum Alves de Souza. Un personaje que rechaza las frases sentenciosas, pero se relaciona bien con la ironía, sea ésta directa o escondida, sagaz o ingenua, como la broma de corte feminista referida a la masculinidad del imaginario humano, por aquello de que “desde el Papa a Satanás, todos son hombres”. El espectáculo muestra a una mujer común en diálogo consigo misma. Un diálogo loco o sensato, en todo caso vacilante frente a los propios deseos y percepciones. Se presiente un misterio en lo cotidiano, y, en Montenegro, su pasión por rescatar la belleza y el ritmo quebrado de la poesía de Prado. Una escritura que traduce sin sentimentalismo la opresión de la mujer común, de la que plancha, cría a sus hijos y cuida que todo marche bien aunque presienta que al final de la vida su cuerpo no es sino un conjunto de “huesos tan limpios que produce asco”, y con ella la de aquellos que no logran saciar sus deseos. Para ellos, “el mar es apenas una gota”. Metida en su personaje, Montenegro dice que el ser humano está desesperado, y la platea se lo cree. Al concluir la primera de las dos funciones, la actriz aludió de alguna manera a esa desesperación. “El ser humano pide respeto, libertad”, dijo ante un público que la aplaudió de pie, a pesar de no haber entendido total nicorrectamente lo que transmitía su Dona Doida. Se conformó al verla actuar “con humanidad” (así lo expresaron algunos espectadores). Los que captaron mejor la naturaleza poética abandonaron la sala exultantes. No es fácil acercarse a la escritura deliberadamente rota de Prado, conformada de planos superpuestos, imágenes discontinuas y filosas reflexiones. Una particularidad que la actriz tomó en cuenta. De ahí también sus declaraciones: “No me interesa en la escena la Adélia real. No estamos haciendo una búsqueda realista.” El trabajo de Montenegro, lo mismo que el de la autora de Bagagem, el libro que en 1976 produjo un vuelco en la poesía brasileña, consistió en todo caso en gestar su propio poema escénico, menos barroco y más accesible para quienes desconocen el lenguaje del Brasil minero, el de Prado, nacida en el estado de Minas Gerais. De todas formas, la diferencia de idioma fue una barrera, testimonio de lo que todavía falta por hacer culturalmente en el Mercosur. Un indicio fue la menor cantidad de espectadores en la segunda y última función de Dona Doida, cuya entrada era la más cara de esta muestra, organizada por la Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay. La actriz, que durante su estadía montevideana debió superar las molestias de una fuerte gripe, agradeció conmovida al público que en la noche del estreno colmó la sala de El Galpón: “Tenía muchas ganas de llegar –dijo–, de que nos podamos comprender. Ha comenzado un contacto más amoroso entre nuestras culturas. Estoy muy feliz. Es uno de los mejores momentos de mi vida.”

 

“El artista es un transgresor”

ron2.gif (93 bytes)   “Hacer teatro es ejercer un oficio. Primero es una actitud vocacional, como la de querer ser médico o millonario. Después, cuando uno se pregunta por qué hace esto, se da cuenta de que no puede dejar de hacerlo, que no sabría cómo sobrevivir. Después descubre que, en la medida en que el trabajo es coherente con la propia personalidad, este oficio lo transforma en un ser social.”
ron2.gif (93 bytes)  “Cuando piso el escenario, siento que ése es el centro del mundo, el ombligo del mundo. Siento la sobreexigencia y me muero de miedo e inseguridad, pero la creencia de que es una vocación me mantiene en pie.”
ron2.gif (93 bytes)  “Todo hombre es un campo de batalla y un artista es siempre un transgresor. Los que creen que un actor pisa un escenario para hacer lo que afuera está prohibido tienen una visión prejuiciosa de la profesión. El escenario es un espacio libertario por excelencia, y quien no tiene demonios dentro de sí no aguanta el juego.” u “El trabajo del intérprete es insólito y misterioso, porque está ligado a una ritualización de la vida. La nuestra es una profesión osada, perseverante y amedrentadora. Uno grita, se afirma como un dios y asume el papel de otra entidad.”
ron2.gif (93 bytes)  “Elegí a Adélia Prado porque tiene una visión femenina de la vida. Ella devela el costado mágico, erótico y místico de los acontecimientos comunes. Sus textos tienen forma escénica. Conocía sus libros, pero al verla en una entrevista televisiva descubrí que era alguien muy especial, que tenía la fuerza que yo buscaba en otros textos y no encontraba. Adélia pertenece a mi generación: habla de cosas que viví y sigo viviendo. Sus textos son de un feminismo profundo, rico, diverso y de un humor inteligente. Dona Doida no es sólo un espectáculo: es un s oplo de vida que llevo conmigo. Tampoco un personaje sino una persona dentro mío.”
ron2.gif (93 bytes)  “Más allá de las diferencias culturales y de los problemas de cada uno de nosotros y de nuestros países, el intercambio de las artes, no solamente del teatro, permite que el público nos vea de cerca y que podamos conocernos más, aunque a veces, cuando intervienen organismos gubernamentales, se realicen solamente por algún interés político”.
ron2.gif (93 bytes)  “Los que estamos en el teatro somos en general receptivos y cariñosos, y tenemos la misma nostalgia de un sueño que nunca vemos realizado. En estos momentos, la dificultad de comprensión por la diferencia de idioma con los demás países latinoamericanos es una realidad, y es algo contra lo que hay que trabajar.”
ron2.gif (93 bytes)  “Trabajé en todo tipo de obras, en clásicas y contemporáneas, a veces con grandes dificultades. Las contemporáneas son más difíciles porque todavía no están codificadas. Todo empezó con Samuel Beckett, quien codificó la resistencia que le opone el hombre al misterio de la vida. A este autor no le interesaban en esto las clasificaciones sociales, ni nada que viniera de afuera. Sólo quería conocer el interior del ser humano. Harold Pinter tiene la cualidad de creer que el público es sensible e inteligente. Jamás lo subestima y logra atraparlo. Utiliza frases esenciales. Uno no puede cortar nada en sus obras. Me interesa Rainer Fassbinder (Montenegro fue protagonista en una versión escénica de Las amargas lágrimas de Petra von Kant) por la fuerza de sus textos y su mirada misericordiosa y desesperada, y Bertolt Brecht, porque es la mirada social de este siglo. Trabajé en Fedra, con Augusto Boal (el autor y director brasileño artífice de un célebre ensayo sobre el Teatro del Oprimido). El hace obras con ideología, pero con un sentimiento más humanístico que político.”

 

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