A la luz de los recortes presupuestarios y de la política
impositiva, pero sobre todo mirando las prioridades que el Gobierno establece en materia
económica, que siempre afectan a los mismos (y los mismos siempre son los que
menos tienen), alguien podría llegar a pensar que el Ministerio de Economía es un hombre
que se apoya sólo en la racionalidad de sus convicciones y no se deja conmover. Nada más
erróneo. A luz de sus propias declaraciones, se puede afirmar que don Roque Fernández ha
cultivado sensibilidades que, bien podría decirse, son propias del cargo o
una suerte de sexto sentido profesional que le permite captar lo que otros no
ven. A tal punto que el mercado dejó de ser para el ministro una abstracción
teórica o un espacio de las transacciones, para transformarse en un interlocutor
sensible, que expresa estados de ánimo y a quien no hay que ofuscar.
¡Vaya uno a decírselo, por ejemplo a don George Soros, esa especie de boy scout de las
finanzas, que se dedica a rescatar y a hundir mercados en su propio beneficio!
El ministro Roque Fernández conoce de este tema y sabe también de la ingratitud de Mr.
(nunca Sr.) Mercado hacia nosotros los argentinos, a pesar de la constante actitud
genuflexa del Gobierno ante el FMI y el resto de los organismos internacionales y, muy a
pesar también, de las ya conocidas relaciones carnales. Los mercados no
tienen alma exclama Roque casi como un amante traicionado que, como personaje de
telenovela, no está dispuesto a dar por perdida la batalla. Si pronuncia palabras que
pueden resultar agresivas para el otro, no debe entenderse que es por despecho, sino sólo
por amor. El mercado es una entidad mística, impersonal, no tiene cara se
sincera. ¡Tantas veces se ha sentido traicionado! Es cobarde, traicionero, actúa
así... pero... es él, el magnífico, el todopoderoso, el que todo lo sabe y lo
determina, actúa así y nosotros no podemos negar su existencia.
El drama se consuma. El amor no tiene límites y aun la ingratitud tiene que ser
respondida con amor. Porque es propio del mercado ser ingrato y tenemos que movernos
dentro de la realidad. ¡Vaya si lo sabrá Soros! ¡Y vaya si lo sabrán, aunque en
un sentido muy distinto, tantos argentinos jubilados, desocupados o mal pagados que
también tienen que moverse dentro de esa realidad que no les permite llegar a fin de
mes... o a fin de semana!
Pero que esta pasión que nos une a Mr. Mercado no nos reduzca a la impotencia. No nos
quedemos de brazos cruzados. ¡Ah! Don Roque no podía dejarse ganar de este modo por sus
sentimientos, justamente él que es un científico, un hombre racional. Lo único
que podemos hacer es no despertar los malos espíritus de esas almas traicioneras.
¡Bue...!, algo es algo.
Nada es sencillo y todo tiene su explicación. En estos tiempos de inseguridad no se trata
de empujar a nadie al pánico o a la irracionalidad. ¡De ninguna manera! El ministro lo
tiene claro: En el largo plazo (los mercados) son absolutamente racionales, pero el
pánico de corto plazo es perfectamente coherente con la racionalidad del largo plazo. A
un individuo que es racional no tenemos que conducirlo al pánico (¡faltaba más!),
ganamos no asustándolo (¡ah...!). Porque está claro que si nosotros, los
argentinos que trabajamos todos los días, tomamos por este equivocado camino de salir a
la calle a manifestar, protestar contra los recortes, hacer política y reclamar por
nuestros derechos estaremos incurriendo en el grave error de asustar a los mercados. Y,
por supuesto, hay límites. Todos somos racionales hasta que alguien nos pone un
revólver en la panza, empezamos a generar adrenalina y podemos tener una reacción que no
es racional. ¡Que Dios no lo permita!
Gracias, don Roque, por esta lección de sensibilidad, mezcla de mística y pasión.
Créame que me voy a acordar de Usted y su pasional relación con Mr. Mercado antes de
salir la próxima vez a la calle a reclamar por mis derechos. Mire si el Mercado se
asusta, reacciona mal y todavía Ustedtermina pagando el pato. Ahora entiendo por qué
Usted dice que se equivocó al dar marcha atrás en el recorte a la educación. Casi
siento que tengo que pedirle disculpas. Pero sabe... yo también soy apasionado.
REP
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