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SUBRAYADO

El veneno capitalista

Por Julio Nudler


t.gif (862 bytes)  El invento está por cumplir 20 años, y provoca enfrentamientos cada vez más ásperos entre accionistas y gerentes. Se lo llama pastilla de veneno porque está destinado a eliminar a esos voraces roedores que copan grandes compañías mediante tomas hostiles. De todas maneras, no siempre han sido eficaces, aunque casi siempre lograron provocarles un dolor de barriga a los asaltantes bursátiles, encareciéndoles la operación. Un caso actual y muy cercano a los argentinos es el de YPF, cuyo tóxico no resultó mortal para los españoles.

La pastilla venenosa que debía proteger a la petrolera contra los invasores establecía que ningún pretendiente podía adquirir el 15 por ciento de las acciones sin realizar una oferta por la totalidad. Repsol titubeó inicialmente ante la indigesta píldora, comprando sólo el 14,99 por ciento de la compañía. Pero luego juntó coraje y fue al copo, para quedarse con el cien por ciento, aunque con una oferta superior al valor de mercado. El veneno se disolvió en la horchata como un terrón de azúcar.

Pero no siempre sucede lo mismo.

El problema de fondo radica en que accionistas y gerentes tienen algunos intereses coincidentes, pero están enfrentados en una cuestión vital. Al cuerpo gerencial le importa más que nada mantener la compañía, evitando una venta que puede conducir a que los nuevos dueños remuevan el management. Pero el accionista es un tipo que acecha el momento de desembarazarse de sus papeles haciendo una ganancia. Por eso le gusta cuando un interesado ofrece un paquete de plata, por encima de la cotización. En cambio, los gerentes tratan de ahuyentar a esos predadores, o en todo caso obligarlos a negociar con ellos.

Accionistas de centenares de corporaciones vienen ordenándoles a sus administradores --que suelen desobedecerlos-- destruir las pastillas de veneno, lo que sería como remover las minas, porque piensan que esos dispositivos, al mantener alejados a los copadores, resienten el valor bursátil de sus papeles. Sin embargo, hay pastillas pensadas para evitar que un tomador hostil se alce con el control a través del sigiloso expediente de ir comprando acciones de a puchos. Las tabletas actúan como un sensor que descubre al furtivo y lo fuerza a pagar un plus.

He aquí el doble y contradictorio efecto de esas pastillas: por un lado, ahuyentan a los interesados, pero, por el otro, los obligan a ofrecer un precio más alto si insisten en el copamiento. Esta guerra con armas químicas, librada ante las murallas de las transnacionales y en su interior, es uno de los espectáculos más taquilleros de la actual escena capitalista.

 

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