Por Maximiliano Montenegro Ningún funcionario se
atrevió a comentar en público la encuesta del Banco Mundial, publicada en exclusiva por
este diario, sobre qué piensan y cómo viven los pobres en Argentina. Sin embargo, en
privado, ya se pidió a la oficina local del Banco una desmentida para resguardar la
imagen del gobierno. El relevamiento mostró que el 80 por ciento siente que su situación
empeoró en los últimos cinco años, la gran mayoría responsabiliza a las políticas
económicas recientes de sus padecimientos y existe una lapidaria percepción de que el
fracaso de los programas sociales se debe al clientelismo político. Página/12 difunde
hoy la segunda parte de dicho relevamiento: una radiografía de la vida cotidiana de las
familias pobres, signadas por el drama del desempleo y la precarización laboral.
La encuesta fue encargada en el máximo secreto, para no irritar al Gobierno, por el
organismo internacional a una consultora local de primer nivel. Forma parte de la
auditoría social de la gestión de Carlos Menem (Argentina Poverty
Assessment) que lleva a cabo la entidad. Se titula Evaluación social de la
autopercepción de los pobres en Argentina y fue realizada bajo la coordinación
general de un funcionario del Banco en Washington, Norman Hicks, y la supervisión de una
funcionaria del organismo en Buenos Aires, Sandra Cesilini. La encuesta tiene un módulo
nacional, para el que se efectuaron 1200 entrevistas domiciliarias en 29 ciudades. El otro
módulo, sobre 600 casos, fue relevado en el área metropolitana.
La gran mayoría de los consultados creen que la fuente de sus penurias se remonta a los
últimos cinco años. E identifican como causa principal la pérdida del empleo o la
incertidumbre asociada a su ocupación. Por ejemplo:
El 83 por
ciento de los hoy desempleados tenía trabajo hace dos años. Y el 90 por ciento
identifica su situación de vulnerabilidad social con un hecho ocurrido
después de 1991.
Los que están
empleados deben trabajar muchas más horas para alcanzar un ingreso mínimo. Así, hoy el
50 por ciento de los ocupados dice trabajar más de 45 horas semanales, mientras que hace
cinco años estaba en esa condición el 42 por ciento de los consultados.
Una de cada dos
personas pobres destina más del 30 por ciento de su ingreso (ya sea un salario,
remuneración por changas o subsidios del Estado) a ayudar en la manutención de un
familiar ajeno al núcleo del hogar.
El módulo del área metropolitana también incluye una serie de preguntas que revelan
cómo influye la crisis laboral en los hábitos de los pobres, extendiendo el tiempo
dedicado a los rebusques fuera del hogar, y acotando los momentos de descanso
y esparcimiento. Estos son los resultados:
El 65 por
ciento de los entrevistados dedica diariamente 9 horas o menos a sus necesidades
esenciales (comer, dormir y asearse). Y el 47 por ciento le dedica menos de 8 horas
diarias. Suponiendo un tiempo mínimo para comer y asearse, ello supone que casi la mitad
de los consultados duerme como máximo 6 horas diarias.
Entre los
ocupados, el 70 por ciento debe viajar dos horas o más hasta su lugar de trabajo.
Buscando
solidaridad, el 46 por ciento tiene una particicipación religiosa (parroquia o grupo), o
pertenece a una sociedad de fomento barrial.
El 60 por
ciento dedica sólo dos horas, o menos, semanales a salidas con fines de
esparcimiento. La otra actividad recreativa es ver televisión: el 36
por ciento ve más de 4 horas semanales, aunque el 64 por ciento restante ve sólo 3 horas
o menos a la semana.
En cambio, el
70 por ciento dedica a la lectura de libros dos horas o menos a la semana. Y el 73 por
ciento sólo una hora a la lectura de revistas.
El 74 por
ciento de los entrevistados no había ido al cine en el último mes, casi el 90 por ciento
no había asistido a un espectáculo deportivo ni a un recital y el 80 por ciento no
había participado de un baile organizado (discotecas, clubes, parroquias),
excluyendo fiestas particulares.
EL PRESIDENTE DE CARITAS COINCIDE CON LA
ENCUESTA DEL BM
La clase media va desapareciendo
El
presidente de Caritas, monseñor Rafael Rey, se mostró alarmado ayer por las cifras del
Banco Mundial, aunque reconoció que no le sorprendían. A la Iglesia le duelen los
rostros de la pobreza creciente en el país, afirmó y lamentó la elevadísima
cifra de 13,4 millones de argentinos en la pobreza que, como reveló este diario, estima
el organismo internacional. Rey dijo que dicho cálculo coincidía con lo que
veníamos diciendo. Y agregó otros: la tasa de mortalidad infantil en el
noroeste argentino equivale a la de los países africanos, aseguró.
De acuerdo con la encuesta del Banco Mundial publicada por este diario, la Iglesia, antes
que el Gobierno, es considerada la institución más capacitada para luchar
contra la pobreza. Esto, en parte, se debe a que los sectores menos beneficiados
desconocen los programas sociales oficiales y los que tuvieron algún contacto con ellos
los califican de manera negativa. Más aún, entre las causas que impiden el éxito
de los programas sociales, la más mencionada es su utilización
política.
Ayer, en declaraciones a Radio Mitre, Rey sostuvo que los pobres padecen un doble
impacto, ya que más allá de las propias carencias y falencias, sufren la ostentación de
otros que viven en la abundancia y despilfarran, mientras los demás se mueren de
hambre.
El obispo de Zárate dijo, además, que la clase media va desapareciendo y están
entre los pobres. Los datos del Banco Mundial mostraban que el 17 por ciento de la
clase media hoy se autodefinía en una situación de pobreza.
Al mediodía, Rey ofreció una conferencia de prensa en la sede de Caritas, a pasos de la
Casa Rosada, para anunciar el lanzamiento de la colecta anual de la entidad, y apeló a la
solidaridad de los argentinos. Allí, tras señalar que los altos
índices de exclusión social y la grave situación de empobrecimiento no siempre son
conocidos por todos o son ocultados por algunos, criticó con dureza la política
del presidente Carlos Menem, que se sustenta en la fría exigencia de los cálculos
económicos.
En tanto, describió un panorama desolador. La tasa de mortalidad infantil en el
noroeste argentino equivale a la de los países africanos, dado que 50 niños por cada mil
que nacen mueren antes del año, explicó el obispo. Y agregó que en el Gran
Buenos Aires el 22 por ciento de los chicos de entre 2 y 6 años está dentro de los
parámetros de la desnutrición.
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