Por Horacio Cecchi Perdoname, mami, lo hice
por el viejo, alcanzó a decir Fernando, de 19 años, delante de las cámaras de
televisión y agregó: Aguanten los pibes chorros. Inmediatamente después fue
introducido en un patrullero de la Bonaerense, junto con su amigo, un menor llamado
Marcos, de 17 años. Los dos habían protagonizado el lunes a la medianoche un frustrado
asalto en una casa de familia en la localidad de Victoria, a la que habían ingresado
encañonando a Marina Manzione, sunovio Carlos y su hermano Federico, cuando estacionaban
su auto en el garage. Un llamado telefónico de la madre de la joven que estaba en
una habitación de la planta alta alertó a la policía y en cinco minutos la casa
fue rodeada desde todos los ángulos. Después de una ardua negociación a través de una
de las ventanas de la casa, Marcos adoptó el estilo mediático para la ocasión: exigió
la presencia de un fiscal y de un canal de TV. Poco después de cumplido el requisito, los
dos jóvenes entregaron sus armas y fueron detenidos.
Aproximadamente a las 23.30 del lunes, Federico Manzione, de 21 años, estacionó el auto
en el garage de su casa, un chalet con paredes de ladrillo y techo a dos aguas, ubicado en
Kennedy 1017, de Victoria. En la puerta lo esperaban su hermana Marina, de 28, y su novio
Carlos. Pero no estaban solos. Dos muchachos estaban con ellos, mientras una pistola
Browning 9 milímetros y un revólver 22 largo apuntaban a las cabezas de la joven y su
novio. Los cinco entraron en la casa, donde dormían María Victoria Penca, madre de los
jóvenes, y otro de sus hijos, Javier, de 27.
Escuché voces que no eran las de mis hijos, aseguró más tarde la dueña de
casa, cuando todo había pasado a ser una mancha en su memoria. Oí que uno decía:
`Te pongo una bala en la cabeza. Me imaginé que nos estaban robando y, despacito,
cerré la puerta de mi dormitorio con llave, me fui a mi baño y por el celular, en voz
muy baja, llamé a una vecina.
Me parece que nos están robando, recuerda haber escuchado, casi como un
susurro, la vecina que recibió el llamado de Marita, como la conocen en el barrio.
Enseguida llamé a la policía. A los cinco minutos llegó un patrullero,
aseguró a Página/12 la vecina.
Mientras el barrio se iba revolucionando a medida que llegaban patrulleros, más
patrulleros, camionetas, y cantidades infernales de policías, dentro de la
vivienda de los Manzione los dos asaltantes continuaban su recorrida por las habitaciones,
sin darse por enterados. Mientras el menor, Marcos, se quedaba en la planta baja con los
tres varones dominados y de cara al piso, Marina subía apuntada por Peralta al dormitorio
de su madre.
Escuché que golpeaban despacito y que Marina me decía: Mami, no te asustes,
pero nos están robando dijo Marita. Abrí la puerta y entró mi hija y
el que creo que era el más grande. No parecía estar drogado. Se puso a juntar ropa,
perfumes, cadenitas, en un bolso. Parecía inexperto porque, mientras guardaba cosas en el
bolso, dejó el arma arriba de la cama y, por un segundo, se me pasó por la cabeza
agarrarla. Después nos encerraron a todos en el baño, menos a Marina, que la tuvieron
como rehén.
Marina trabaja como psicóloga con grupos de menores en riesgo, y además de hacer de
guía por la casa fue estableciendo un diálogo con los dos asaltantes hasta lograr
tranquilizarlos. Uno me dijo que robaba para tener plata para comprar cocaína, y el
otro, el más grande, que era la primera vez que lo hacía, relató después Marina.
En un momento, el mayor le confesó que robaba porque se había quedado sin trabajo
y tenía que comprar medicamentos para el padre, que está enfermo. En la recorrida
los dos se hicieron servir whisky, lo que ayudó a aflojar la situación. Hasta que desde
fuera escucharon a la policía que los intimaba a dejar sus armas y entregarse.
Marcos ordenó entonces que Marina llamara al 110 buscando un noticiero. Esta vez le tocó
el turno a los de Crónica TV. Después, a través de la ventana, gritó que para
entregarse exigían la presencia de un juez o unfiscal y de las cámaras. ¡Para que
no nos verdugueen!, se le oyó decir. De la negociación inicial se encargó el
comisario inspector Mario Kemerer. Recibí el llamado de urgencia a las 23.50,
dijo a este diario el fiscal 3, Enrique Ferrari, que interviene en el caso. Cuando
llegué, la negociación estaba bastante avanzada, incluso ya habían soltado un rehén
(Carlos, el novio de Marina). Había disposición para entregarse. De todos modos, el
menor, como si fuera un juego, pero blandiendo su arma, me dijo: Llevás chaleco,
¿y qué?, te puedo tirar a la gorra o a la cabeza. Después, por suerte, entregaron
sus armas.
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