Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Mandela deja una difícil herencia

Sudáfrica vota hoy en sus segundos comicios post-apartheid. El sucesor de Nelson Mandela quiere vencer el desempleo y la pobreza.

Nelson Mandela saluda al electorado con la remera de su sucesor.
Thabo Mbeki es el candidato del Congreso Nacional Africano.

na18fo01.jpg (11475 bytes)

t.gif (862 bytes)  Sudáfrica celebra hoy sus segundas elecciones democráticas. Deja atrás la etapa de reconciliación entre las razas para adentrarse en la de una profunda transformación social. Cinco años después de los primeros comicios por sufragio universal, la gran mayoría autóctona ocupa el gobierno y tiene los mismos derechos ciudadanos que la minoría de origen europeo. Pero sigue en la miseria y apartada del poder económico. El presidente sudafricano, Nelson Mandela, que condujo con éxito la transición del régimen de apartheid a la democracia, deja así una dura tarea a su virtual sucesor, el actual vicepresidente Thabo Mbeki.
Mbeki, de 56 años, ya dirige los asuntos internos y al partido gobernante, el Congreso Nacional Africano (CNA) desde fines de 1997, desde que Mandela, de 80 años, anunció su retirada de la vida pública. La mayoría de raza negra reclama con insistencia una mejora de su nivel de vida y el acceso a unos medios de producción que la minoría blanca es renuente a compartir. Sólo se ha construido la mitad del millón de viviendas que el CNA prometió en la campaña de las elecciones de 1994 y ocho de los treinta millones de sudafricanos de origen autóctono viven en condiciones precarias en la periferia de las grandes ciudades.
Un 20 por ciento de los miembros de esa misma comunidad racial carece de servicio de agua potable y sólo el 63 por ciento dispone en sus hogares de luz eléctrica. Unos 100.000 puestos de trabajo se pierden al año por la reestructuración de las grandes industrias, pero también el desempleo afecta sobre todo a esa mayoría, con un índice que supera el 40 por ciento. Para equilibrar la balanza el gobierno puso en marcha un plan de “acción afirmativa”, que obliga a empresas tanto estatales como privadas a incluir una cuota de responsables de raza negra en sus organigramas, y desarrolló programas de reparto de la riqueza. Mientras que para el ala radical del CNA el esfuerzo no era suficiente, la mayor parte de los cinco millones de sudafricanos que componen la minoría de raza blanca rechaza esta política. Mbeki no tiene el carisma político ni la biografía heroica de su predecesor y es prácticamente un desconocido para sus propios electores. El sucesor que el propio Mandela ha elegido vivía en el exilio mientras él padecía 27 años de cárcel. Según sus detractores, heredó de aquella época cierta afición al secreto; para sus partidarios, la experiencia le ayudó a desarrollar dotes diplomáticas, que le valieron la confianza casi absoluta de las cancillerías occidentales. Mbeki se ha fijado el objetivo de lograr los dos tercios de los votos –lo que supondría superar el 62 por ciento alcanzado por Mandela– para poder realizar reformas constitucionales que le permitan afrontar una drástica redistribución de los grandes recursos del país. Una demora en esta última asignatura pendiente conduciría a una implosión en la mayoría política que da estabilidad a la nueva democracia sudafricana. Pero una reforma demasiado radical aceleraría el éxodo de la minoría y, quizá también, del capital.

 


 

MASACRE INFANTIL Y 50.000 REFUGIADOS ISLAMICOS
Kashmir ya es el Kosovo de la India

t.gif (862 bytes) Las flamantes potencias nucleares India y Pakistán esbozaron ayer gestos para un entendimiento diplomático que rebaje la alta tensión bélica en su frontera de Kashmir. Pero al mismo tiempo los soldados indios se empleaban a fondo en las heladas montañas del Himalaya con artillería, aviación y fuerzas de infantería para desalojar a los cientos de milicianos islámicos llegados desde Pakistán. Los llamados “militantes” llevan semanas ocupando posiciones en territorio indio desde las que dominan una estratégica carretera en la región fronteriza. Los bombardeos indios costaron la vida de una decena de estudiantes primarios paquistaníes. El gobierno de Nueva Delhi calificó de “ficción” esta denuncia de Islamabad.
Las tropas indias dedicaron el séptimo día de su operación “Victoria” a descargar toda su fuerza contra las posiciones de los militantes, valiéndose de aviones Mig de fabricación rusa, con el apoyo de Mirage franceses. Los invasores, parapetados en las posiciones y búnkers de alta montaña que ocuparon la semana pasada aprovechándose de que, como cada invierno, habían sido desalojados temporalmente por los soldados indios. Según Nueva Delhi, la operación de “limpieza” se desarrolla con notable éxito, aunque desde el otro lado de la frontera llegaban noticias de que los “militantes” están recibiendo refuerzos.
En la diaria conferencia de prensa del Ministerio de Defensa, el portavoz del Ejército de Tierra reconoció ayer que “un limitado número” de nuevos milicianos había penetrado un kilómetro en territorio indio.
Los bombardeos rutinarios a uno y otro lado de la frontera fueron ayer extraordinariamente intensos: desde el lado paquistaní, para brindar cobertura a los militantes, y desde el lado indio, como represalia. A uno de esos bombardeos, con morteros, atribuyeron ayer los paquistaníes la muerte de diez escolares. La respuesta del gobierno indio recuerda las habituales de la OTAN en el conflicto de Kosovo: “Sólo atacamos objetivos militares; no atacamos civiles”.
Los “intensos combates” de que hablaban ayer los portavoces han provocado una huida masiva en las pequeñas localidades de la zona a ambos lados de la frontera. Kargil, que tenía unos 10.000 habitantes, es desde hace una semana un pueblo fantasma. Los paquistaníes hablan de un éxodo de 50.000 personas en su lado. El ministro del Interior indio, L. K. Advani, “número dos” del gobierno y un viejo halcón hindú, que siempre ha mantenido una postura de extrema firmeza con respecto a la cuestión de Kashmir, reconoció que su teoría de la persecución en caliente de los “militantes” está ahora superada, en vista de las posibles consecuencias entre dos potencias nucleares. Nueva Delhi cree que Pakistán ha quedado en evidencia ante la comunidad internacional con su apoyo a los infiltrados, a quienes presenta como luchadores por la libertad de Cachemira, y que no está en condiciones de librar una guerra, entre otra razones por motivos económicos: el país está al borde de la bancarrota.

 

PRINCIPAL