Las
potencias atlantistas juegan por primera vez una carta propia en la diplomacia con
Yugoslavia. En lo que promete ser una jornada clave, el enviado especial ruso para los
Balcanes, Viktor Chernomyrdin, y el presidente de Finlandia –en calidad de
representante de la Unión Europea y con el aval aliado–, Martti Ahtisaari, llegan
hoy a Belgrado para analizar con Slobodan Milosevic la aceptación del plan de paz del
Grupo de los Ocho (las siete potencias industriales más Rusia). Pero Estados Unidos
aclaró ayer que el sí yugoslavo a los principios del G-8 ya no es suficiente, y que no
aceptará nada que esté por debajo de las cinco exigencias de la OTAN. La Alianza siguió
ayer con los bombardeos de siempre y con “errores” nuevos.
El presidente finlandés Martti Ahtisaari, el representante ruso Viktor Chernomyrdin y el
secretario de Estado adjunto norteamericano Strobe Talbott, se reunieron ayer en
Petersberg, cerca de la ciudad alemana de Bonn, para dar los últimos retoques a la
misión que hoy llevará a dos de ellos a Belgrado. Chernomyrdin se encontrará con el
presidente Milosevic por quinta vez para intentar conseguir algún resultado que impulse
las negociaciones hacia el siguiente escalón, o hacia algún acuerdo aceptable para la
Alianza. Esta vez irá acompañado por Martti Ahtisaari en el rol de contrapeso del
enviado ruso. Es el policía “malo” que acompaña al “bueno”. Llega a
Belgrado con la consigna de “verificar” cuál es la visión de Milosevic sobre
los principios acordados por el G-8.
“Este no es un viaje de negociación. Ya hay un plan de paz que aprobó el G-8
–aseguró el finlandés–. Es la oportunidad de explicar en detalle a los
líderes políticos yugoslavos este plan y cómo se traduce en la práctica.”
“Ese es el objetivo de mi viaje a Belgrado: no negociar la paz, sino ofrecerla”,
resaltó para despejar toda sombra de duda. La secretaria de Estado norteamericana,
Madeleine Albright, fue quien dio la pauta de lo que esperan obtener los aliados con esta
gestión, al explicar que el presidente finlandés “conoce bien la situación y
sostiene enérgicamente la lógica de la OTAN”.
Paralelamente a las conversaciones en Belgrado, Estados Unidos reafirmó su voluntad de
continuar con la ofensiva aérea porque el reconocimiento de Belgrado a los principios del
G-8 no es suficiente para el cese de los ataques. Albright y su contraparte italiano
Lamberto Dini instaron ayer a Yugoslavia a que cumpla con las cinco condiciones de la
OTAN, en particular la retirada de las fuerzas serbias de Kosovo y la instalación de una
fuerza internacional, cuya composición es el núcleo de las disidencias entre Occidente y
la dupla Yugoslavia-Rusia. “No aceptaremos nada que esté por debajo de las cinco
condiciones de la OTAN”, disparó Albright. “Buscamos más aclaraciones y saber
qué es lo que están dispuestas a aceptar (las autoridades yugoslavas)”, aclaró el
portavoz de la Casa Blanca, Joe Lockhart. Reiteró que “siempre hemos dicho que la
conformación de la fuerza en Kosovo deberá tener a la OTAN en su núcleo”.
Los responsables de la Ofensiva Fuerza Aliada admitieron ayer otro “error”
después de que una de sus “bombas de precisión” se desviara de su objetivo. En
el ataque a un centro militar en la ciudad de Novi Pazar –a 250 kilómetros de
Belgrado, en la frontera entre Serbia y Montenegro–, centro de la minoría islámica
en Serbia, los aviones lanzaron seis bombas y “cinco de ellas alcanzaron el
blanco” pero una “sufrió una falla en el sistema de guía y cayó en un área
residencial”, afirmó el portavoz aliado Jamie Shea. El ministro yugoslavo sin
cartera, Goran Matic, aseguró que “23 cuerpos fueron encontrados hasta ahora en un
barrio residencial”.
Desde Bruselas, la Alianza informó que en las últimas 24 horas atacó objetivos
militares y estratégicos en Kosovo y Serbia, entre los que figuran instalaciones
eléctricas y una residencia de Milosevic en Belgrado. Después de los ataques, Belgrado y
gran parte de Serbia quedaron sin suministro eléctrico. La Organización para la
Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) informó desde Tirana que bombas destinadas
aKosovo cayeron sobe territorio albanés, a 500 metros del puesto fronterizo de Morina que
separa a Albania de Kosovo.
ENTREVISTA A KIRO GLIGOROV,
COMUNISTA Y PRESIDENTE DE MACEDONIA
“Un criminal no puede firmar la paz”
El País de Madrid
Por Yolanda Monge Desde Skopje
“Los criminales de guerra no pueden firmar la paz y, según la fiscal
Louise Arbour del Tribunal Penal Internacional, Milosevic lo es”, asegura Kiro
Gligorov en un frío despacho instalado en el edificio del Parlamento, en el centro de
Skopje. A sus 82 años, Gligorov es presidente y factótum de la ex república yugoslava
de Macedonia, vecina de Kosovo.
Gligorov es un antiguo apparátchik educado en la época de Tito y tiene claro que
“sus vecinos serbios”, los del gobierno de Belgrado, jamás le perdonarán la
invasión de Kosovo desde su territorio. En el rostro de este claro representante de la
nomenklatura es bien visible la brutal huella dejada por el atentado que hace casi cuatro
años que estuvo a punto de costarle la vida y que le hizo perder el ojo derecho. Pero
quien para muchos es un líder conciliador, que se apuntó el triunfo de que Macedonia
fuera la única –entre de las seis repúblicas separadas de Yugoslavia– donde no
se disparó un solo tiro, sigue hoy reclamando mayor apoyo frente a la avalancha de
refugiados a su país, de 2,2 millones de habitantes.
–¿Cuánto de real hay en el miedo a que la presencia de los miles de deportados
kosovares acaben alterando el mapa demográfico de Macedonia?
–Todo dependerá de cuántos refugiados vuelvan finalmente a Kosovo, pero,
desgraciadamente, creo que no todos lo harán. En ese caso tendremos graves problemas. No
sólo sufriremos cambios en las estructuras sociales y políticas de nuestro país. Hasta
ahora hemos conseguido mantener el equilibrio frente a las reclamaciones de los albaneses
y otras minorías étnicas. Pero si el número de kosovares crece en el interior de
Macedonia, veremos ciertas actividades que ningún país desea. Actualmente, nuestros
temores están más cerca de que el territorio sirva de base para el Ejército de
Liberación de Kosovo (UCK) y de que éste desarrolle ciertas actividades entre los
albaneses macedonios.
–En Macedonia ya hay más de 250.000 deportados del régimen de Belgrado. ¿Cómo
enfrentará el país una nueva oleada?
–Hemos repetido a la Unión Europea, a Naciones Unidas y a otras instituciones que no
podemos seguir acogiendo a más refugiados. Hace tiempo que alcanzamos un límite. El
número de refugiados es el 13 por ciento de la población, lo que en el caso de España
sería cuatro millones de personas. El problema de los refugiados se ha dejado sobre tres
países pequeños y pobres.
–¿Cuál debe ser el futuro estatuto de la provincia serbia de Kosovo?
–Una amplia autonomía dentro de Serbia y Yugoslavia porque las consecuencias de la
independencia de Kosovo serían muchas y muy graves. Además, creo que no hay un solo
Estado de Europa que no tenga un Kosovo en su país. Un Kosovo independiente
desestabilizaría a toda la región ya que aparecerían otras reclamaciones y otras
tensiones, porque ningún país es étnicamente limpio. Deben prevalecer otras ideas, y
esto significa que los países balcánicos puedan integrarse en la Unión Europea y sus
instituciones. En estos últimos diez años, los Balcanes se han enfrentado a grandes
daños y han visto cómo se destruían sus infraestructuras y sus fábricas, incluso las
más básicas de sus instituciones. Por eso, un Plan Marshall para los Balcanes sería
bienvenido y haría posible que nuestros países alcanzaran los niveles de la UE, lo que
nos permitiría unirnos a ella como socios.
–Tras cerca de 70 días de bombardeos, ¿qué opinión le merece la operación de la
OTAN sobre Yugoslavia?
–Creo que la comunidad internacional se ha equivocado desde el principio al valorar
el carácter del pueblo serbio. Desde que comenzaron los ataques, Milosevic recibe más y
más apoyo por parte de su pueblo. Se ha ignorado y no se ha tenido en cuenta la
mentalidad serbia, de que durante siglos jamás han sido derrotados por nadie. Es muy
significativoque incluso la oposición dentro de Serbia tenga una visión cercana a la de
Milosevic ante el conflicto y acaben cerrando filas en torno de éste.
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