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Por Fernando DAddario Maribel Quiñones no manifiesta conflictos con Martirio, y la pretendida escisión de entidades vuelve a evaporarse cuando una de las dos (no se sabe cuál) se descubre hiperkinética y sensible durante la entrevista que concede desde su hogar madrileño. Tengo la suerte de crear un personaje, escribirle un guión, hacerle una puesta en escena y dirigirlo arriba de un escenario. Es tan fuerte Martirio que Maribel queda pequeña, ínfima, cuando en realidad es la que trabaja para Martirio. Por suerte Maribel tiene sus ventajas: puede viajar en el metro sin que nadie la conozca, porque va sin sus anteojos negros ..., señala en la entrevista, intentando separar los tantos. Prescindiendo del abanico, las peinetas y los anteojos que le dan sustento visual a su leyenda, Maribel disfruta en el anonimato el pequeño fenómeno de culto que su alter ego generó en España. Y que da sus coletazos en la Argentina: el 11 y 12 de junio volverá a encontrarse con el público porteño que la ovacionó el año pasado y, de paso, ratificará su joven idilio con esa ciudad donde es un crimen acostarse temprano. La señora que parte de lo más profundo de la tradición española para travestirse en una suerte de máscara de la modernidad, tiene el privilegio de sugerir misterios desde el más descarado exhibicionismo. Es andaluza, estudió filosofía, trabajó en una clínica y fue esposa de un médico, hasta que descubrió su personaje oculto, largó al médico y decidió entregarse a la clandestinidad de la vanguardia estética. Hoy vive en Madrid, más precisamente en Atocha, frente a la estación de trenes que mira con indiferencia hacia el sur. Vivo allí porque siempre me estoy escapando hacia el sur, dice en la entrevista con Página/12 dándole un carácter simbólico a su elección barrial. Luego se sumerge en una reflexión complementaria: El sur son las personas. Yo voy rumbo al sur del corazón, más allá de que el lugar físico o geográfico sea Buenos Aires, La Habana o Sevilla. El sur es lo profundo, el desgarro, la búsqueda pasional. Y yo generalmente estoy escapando, pero en una actitud de búsqueda. Siempre buscando algo que no sé qué es. Eso de dudar tanto es bueno, siempre que no me transforme en una paranoica. Su estilo es tan personal que incluso aquellos que la convirtieron en artista de culto se quedan afuera de su mundo. ¿A quién representa Martirio? Represento a mujeres españolas o no españolas con ganas de atreverse a no sentirse víctimas, con ganas de amar a los hombres que aman acompañarnos en nuestros cambios. Quizá no represente a nadie, o tal vez a demasiada gente, no lo sé. ¿Existe el riesgo de que su personaje se convierta primero en una marca y luego en una caricatura? No. Si hay un miedo que no tengo, es ése. Mi garantía es que nadie me marcó el camino, lo voy construyendo yo, y mi trabajo hace que no me puedan catalogar. Puede ser un riesgo, también, pero tengo la ventaja de que mi personaje va creciendo conmigo, y lo voy cambiando a mi antojo. ¿Es un recurso artístico? Es una necesidad personal. No es que busque hacer lo que no ha hecho nadie. Es que no puedo vivir de otro modo: frente a la vida, me tiro de cabeza. Y nunca puedes ser la misma después de tirarte de cabeza. Más allá de la cuestión generacional, ¿qué es lo que la hace sentirse más cerca de Kiko Veneno que de, por ejemplo, Serrat? Es que Kiko me ha abierto los ojos al surrealismo, al mundo de las dobles lecturas, al mundo de lo cotidiano, y me ha llevado a lo esencial de las cosas. Y esto no significa que reniegue de Serrat. Aprendí de él desde que tenía 12 años y fue muy importante para mi formación. El también es un declarado amante de la copla, y un gran autor. Ocurre que mi estética es muy diferente. También es muy diferente el modo de plasmar el compromiso. Serrat siempre dejó implícito un tono político en sus canciones. Pero mis canciones también son absolutamente comprometidas. Cada vez que salgo a cantar estoy entregando mi compromiso social. Soy una mujer que intenta ser libre. Interpreto de un modo que queda bien clara mi postura ética y estética. Se me hace muy difícil cantar y ser de verdad. En eso va mi existencia. Ahora, si me pregunta específicamente por política, soy bien ácrata. No creo en los partidos políticos. Su personalidad artística hubiese cuadrado en la filmografía de Buñuel, y también tiene que ver con la estética de Almodóvar. ¿Dónde se hubiese sentido más cómoda? Siempre soñé con ser un personaje de Buñuel. Me atrapó con su manera de entender el cine y de darles vida a sus personajes. Vamos, que tengo una pinta estupenda para el drama ... Y en cuanto a Almodóvar, me hubiese encantado que me llamara, pero todavía no se ha dado. Su manejo de la ironía y de lo cotidiano tiene mucho que ver conmigo. Y en los últimos 15 años hemos recorrido un camino paralelo, él con el cine, yo con la música, y también trabajando en cine. Nos conocemos muy bien, hace poco estuvimos juntos, cantando con Chavela Vargas. La vida es larga, quizás algún día pueda trabajar con él. En algún punto, la tragedia de Martirio provoca una sonrisa ... Si es así, entonces lo mío es absolutamente sincero. El amor y el humor son los grandes motores de mi vida.
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