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ENTREVISTA A MARTIRIO, ANTES DE SU SEGUNDO VIAJE A LA ARGENTINA
“Voy rumbo al sur del corazón”

La cantante que se oculta detrás de un personaje escénico que le sirve para pasar inadvertida en Madrid, está grabando un disco con canciones latinoamericanas, y cuenta cómo serán sus shows porteños

Maribel Quiñones abandonó su vida normal para ser Martirio.
“A mi personaje le escribo el guión, hago la puesta y lo dirijo”, define.

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Por Fernando D’Addario

t.gif (862 bytes) Maribel Quiñones no manifiesta conflictos con Martirio, y la pretendida escisión de entidades vuelve a evaporarse cuando una de las dos (no se sabe cuál) se descubre hiperkinética y sensible durante la entrevista que concede desde su hogar madrileño. “Tengo la suerte de crear un personaje, escribirle un guión, hacerle una puesta en escena y dirigirlo arriba de un escenario. Es tan fuerte Martirio que Maribel queda pequeña, ínfima, cuando en realidad es la que trabaja para Martirio. Por suerte Maribel tiene sus ventajas: puede viajar en el metro sin que nadie la conozca, porque va sin sus anteojos negros ...”, señala en la entrevista, intentando separar los tantos. Prescindiendo del abanico, las peinetas y los anteojos que le dan sustento visual a su leyenda, Maribel disfruta en el anonimato el pequeño fenómeno de culto que su alter ego generó en España. Y que da sus coletazos en la Argentina: el 11 y 12 de junio volverá a encontrarse con el público porteño que la ovacionó el año pasado y, de paso, ratificará su joven idilio “con esa ciudad donde es un crimen acostarse temprano”.
La señora que parte de lo más profundo de la tradición española para travestirse en una suerte de máscara de la modernidad, tiene el privilegio de sugerir misterios desde el más descarado exhibicionismo. Es andaluza, estudió filosofía, trabajó en una clínica y fue esposa de un médico, hasta que descubrió su personaje oculto, largó al médico y decidió entregarse a la clandestinidad de la vanguardia estética. Hoy vive en Madrid, más precisamente en Atocha, frente a la estación de trenes que mira con indiferencia hacia el sur. “Vivo allí porque siempre me estoy escapando hacia el sur”, dice en la entrevista con Página/12 dándole un carácter simbólico a su elección barrial. Luego se sumerge en una reflexión complementaria: “El sur son las personas. Yo voy rumbo al sur del corazón, más allá de que el lugar físico o geográfico sea Buenos Aires, La Habana o Sevilla. El sur es lo profundo, el desgarro, la búsqueda pasional. Y yo generalmente estoy escapando, pero en una actitud de búsqueda. Siempre buscando algo que no sé qué es. Eso de dudar tanto es bueno, siempre que no me transforme en una paranoica”.
–Su estilo es tan personal que incluso aquellos que la convirtieron en artista de culto se quedan afuera de su mundo. ¿A quién representa Martirio?
–Represento a mujeres españolas o no españolas con ganas de atreverse a no sentirse víctimas, con ganas de amar a los hombres que aman acompañarnos en nuestros cambios. Quizá no represente a nadie, o tal vez a demasiada gente, no lo sé.
–¿Existe el riesgo de que su personaje se convierta primero en una marca y luego en una caricatura?
–No. Si hay un miedo que no tengo, es ése. Mi garantía es que nadie me marcó el camino, lo voy construyendo yo, y mi trabajo hace que no me puedan catalogar. Puede ser un riesgo, también, pero tengo la ventaja de que mi personaje va creciendo conmigo, y lo voy cambiando a mi antojo.
–¿Es un recurso artístico?
–Es una necesidad personal. No es que busque hacer lo que no ha hecho nadie. Es que no puedo vivir de otro modo: frente a la vida, me tiro de cabeza. Y nunca puedes ser la misma después de tirarte de cabeza.
–Más allá de la cuestión generacional, ¿qué es lo que la hace sentirse más cerca de Kiko Veneno que de, por ejemplo, Serrat?
–Es que Kiko me ha abierto los ojos al surrealismo, al mundo de las dobles lecturas, al mundo de lo cotidiano, y me ha llevado a lo esencial de las cosas. Y esto no significa que reniegue de Serrat. Aprendí de él desde que tenía 12 años y fue muy importante para mi formación. El también es un declarado amante de la copla, y un gran autor. Ocurre que mi estética es muy diferente.
–También es muy diferente el modo de plasmar el compromiso. Serrat siempre dejó implícito un tono político en sus canciones. –Pero mis canciones también son absolutamente comprometidas. Cada vez que salgo a cantar estoy entregando mi compromiso social. Soy una mujer que intenta ser libre. Interpreto de un modo que queda bien clara mi postura ética y estética. Se me hace muy difícil cantar y ser de verdad. En eso va mi existencia. Ahora, si me pregunta específicamente por política, soy bien ácrata. No creo en los partidos políticos.
–Su personalidad artística hubiese cuadrado en la filmografía de Buñuel, y también tiene que ver con la estética de Almodóvar. ¿Dónde se hubiese sentido más cómoda?
–Siempre soñé con ser un personaje de Buñuel. Me atrapó con su manera de entender el cine y de darles vida a sus personajes. Vamos, que tengo una pinta estupenda para el drama ... Y en cuanto a Almodóvar, me hubiese encantado que me llamara, pero todavía no se ha dado. Su manejo de la ironía y de lo cotidiano tiene mucho que ver conmigo. Y en los últimos 15 años hemos recorrido un camino paralelo, él con el cine, yo con la música, y también trabajando en cine. Nos conocemos muy bien, hace poco estuvimos juntos, cantando con Chavela Vargas. La vida es larga, quizás algún día pueda trabajar con él.
–En algún punto, la tragedia de Martirio provoca una sonrisa ...
–Si es así, entonces lo mío es absolutamente sincero. El amor y el humor son los grandes motores de mi vida.

 

Venenosa y moderna

Martirio surgió como un típico producto cultural de la España de mediados de los ‘80, pero se las arregló para seguir siendo moderna 15 años después. Antes de lanzarse como solista, había cantado en el conjunto andaluz Jarcha y después en el grupo Veneno, liderado por Kiko Veneno y los hermanos Amador. Tiene cinco discos editados, en los que, con variantes, fusiona la copla española con el jazz y el pop, dando como resultado un híbrido encantador. Su soporte musical es el trío dirigido por el soberbio pianista de jazz Chano Domínguez, con quien visitó Buenos Aires el año pasado. Martirio también coqueteó con el cine. Actuó en los films Más allá del jardín (Pedro Olea) y Belmonte (Juan Bollaín) y participó de la puesta teatral de Don Juan, carnaval de amor y muerte (Pedro Alvarez Osorio), además de haber conducido varios ciclos televisivos. Recientemente salió a la venta el libro La vuelta a Martirio en 40 trajes, donde queda de manifiesto su pasión por el disfraz, en todas las acepciones del término.


El tango y el cante

La cantante andaluza está terminando de grabar su sexto CD, Volver, en el que aborda un repertorio exclusivamente latinoamericano. “Son cantes de un palo flamenco, interpretados desde el horizonte”, dice Martirio, quien se les animó a clásicos latinos popularizados en su momento por la legendaria Chavela Vargas, Marta Valdez y Bola de Nieve, entre otros. Al mismo tiempo, se reservó un lugar para el tango, con “Uno”, “Volver” y “Tarde gris”. La cantante y actriz señala que “`Volver’ lo hice por bulerías. En cambio `Uno’ y `Tarde gris’, por soleá. Y puedo asegurar que no han perdido su esencia. El tango lo llevo adentro por herencia. Mi madre me cantaba `Uno’ y `Caminito’ cuando yo era pequeña, y yo me enamoré de ese canto desgarrado cuando escuché a Edmundo Rivero (de su versión extraje `Tarde gris’), a Gardel y a Troilo. Hoy puedo decir que conozco un poco más. Entre mis admirados puedo decir que tengo a María Graña, Susana Rinaldi, Mederos, Piazzolla y Amelita Baltar”.

 

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