Por Raúl García El antropólogo y sociólogo
argentino Néstor García Canclini reside desde hace veintitrés años en México, donde
se desempeña como profesor e investigador en la Universidad Autónoma. Especialista en
temas de políticas culturales, vino para dictar un seminario sobre Fronteras e
identidad, y participar de la presentación en sociedad del libro Políticas
culturales. De las identidades nacionales al espacio latinoamericano (Eudeba), que
compiló. Exiliado a partir de 1976, García Canclini, cuyos libros se estudian en
diversas carreras de ciencias sociales de todo el continente, cruza en su discurso un
saber académico sumamente preciso con una observación apasionada de la cambiante
realidad, en que el canal de cable MTV puede sintetizar ideas de avanzada en torno de la
comunicación. En una entrevista con Página/12 pasó revista a las nuevas temáticas
culturales latinoamericanas, al triunfo de la globalización sobre la posmodernidad, al
estado la industrialización cultural, entre otros temas. Dejó clara su sensación de que
el sueño de Carlos Menem de que la Argentina sea parte del Primer Mundo se entiende como
un paso de grotesco cuando se analiza con rigor la realidad del país, o incluso lo que
los diarios publican sobre la actualidad internacional.
¿Por qué habla de la modernidad latinoamericana, cuando el mundo
intelectual parece reflexionar sobre la posmodernidad?
Para muchos autores la posmodernidad no sustituye a la modernidad, sino que es una
profundización de algunas características de ella. Por ejemplo, la relativización de
las narraciones absolutas, la multifocalidad en el análisis de los procesos sociales.
Algunas de las orientaciones de la posmodernidad implican cuestionar supuestos propios de
la modernidad, por ejemplo la pretensión teleológica moderna de conducir la historia en
cierta dirección y para todo el mundo. Después de veinte años el pensamiento posmoderno
ha aparecido acentuando tendencias del pensamiento moderno y llevándolas a consecuencias
más radicales. Pero es necesario plantear otra cuestión: en el pensamiento actual la
cuestión de la posmodernidad ha declinado mucho. Ha habido un avance de la globalización
como temática hegemónica en el pensamiento internacional. Lo que sucede en cualquier
lugar del mundo tiene resonancia en los otros lugares. Tal vez donde más se advierte ese
fenómeno es en el mercado financiero: la crisis de México en 1994, el sudeste asiático
en 1997, Brasil y Rusia. Esto significa un desafío al énfasis exagerado que el
pensamiento posmoderno hizo de la idea de lo fragmentado o disperso. No es falso, pero no
es consistente ordenar el mundo con esos términos. Aun en el campo cultural, que fue
donde el pensamiento posmoderno logró mostrarse más exitoso, encontramos que el 80 por
ciento de la producción musical mundial está concentrada en seis grandes empresas
trasnacionales. No es posible pensar el mundo en forma fraccionada. El pensamiento de la
globalización se ha impuesto al posmoderno, aunque captando algunos de sus aportes.
Su insistencia en un análisis latinoamericano de la realidad, ¿es una respuesta a
la existencia de un discurso que porfía en que el mundo está definitivamente
globalizado?
No soy latinoamericanista como han sido en otras épocas los que hablaban de la
patria grande. Pero me parece que el modo en que América latina puede ubicarse en el
mercado mundial de bienes materiales y simbólicos sigue siendo una cuestión pertinente.
Es una pregunta viva, y además hay debates políticos y económicos todos los días sobre
el tema. Hace dos años nos preguntábamos si íbamos a participar de un modoespecífico
como conjunto de países latinoamericanos en los debates sobre el libre comercio
internacional, y luego apareció el acuerdo multilateral de inversiones que
transitoriamente se ha apagado pero que puede resurgir en cualquier momento, y que busca
una indiferenciación trasnacional de las inversiones, y la imposibilidad de que los
estados nacionales puedan poner límites a las inversiones que reciben. Reaparece más
recientemente con los proyectos de dolarización, el debate si a la Argentina y otros
países latinoamericanos le conviene integrarse a la economía norteamericana o mantener
un juego más diversificado,
¿Ve a la Argentina participando de ese proceso?
La Argentina tiene una semejanza progresiva con América latina, tanto en la
estructura económica como en el desarrollo cultural. La mayor presencia de la diversidad
regional del país ya no puede expresarse sólo a través de lo que ocurre en Buenos
Aires. Por otro lado, la aplicación de políticas idénticas, desde el ajuste neoliberal
hasta las formas de integración a los mercados globales, generaron efectos integradores,
pero también segregadores hacia dentro, acentuando características que tradicionalmente
han sido vistas como latinoamericanas: predominio de los mercados informales sobre los
formales, degradación de la vida en las ciudades, lumpenización de aspectos de la vida
social y cultural. A eso se suman las migraciones de países vecinos. Y todo ello coloca
la latinoamericanidad de la Argentina en primer plano.
¿Cree que los medios de comunicación poseen tanto poder de homogeneización como
la economía?
Las redes de TV y la informática se interconectan cada vez más, en lo simbólico y
en lo material, en la circulación y el consumo. Todo está relacionado con la
reorganización de la vida cultural este fin de siglo en el contexto de la cultura
industrializada. Ese reordenamiento es homogeneizador y a la vez generador de nuevas
diferencias. Homogeneizador porque pierden importancia las diferencias nacionales. La
mayor parte de la cultura que recibimos procede de instancias supranacionales. Pero esa
industrialización y masividad del desarrollo cultural también produce segmentaciones
mayores entre generaciones. En algunos casos particulares como MTV reconocen
también diferencias regionales. MTV es un ejemplo elocuente de modulación trasnacional
de una empresa muy centralizada que va adecuándose para ofrecer voces, músicas
diferentes en las distintas zonas en que actúa; también es uno de los actores más
importantes no sólo en la integración latinoamericana sino interamericana.
¿Cómo ve usted la situación de la industria cultural en la Argentina?
Algo que me sorprende mucho cuando vengo a Buenos Aires es la bajísima presencia de
información internacional en los medios de prensa. Llevo 12 días aquí sin haber leído
una sola noticia sobre una reunión de presidentes de 14 países latinoamericanos que hubo
en México. Un diario que envió un corresponsal al evento, publicó el sábado una
entrevista a Menem donde habla sobre dolarización, en lugar de informar sobre la reunión
o de lo que pasa en los otros países latinoamericanos. La prensa argentina se ha vuelto
un instrumento poco útil para entender lo que ocurre en el mundo. En cambio, algunos
programas de TV por cable pueden ser mucho más útiles, aunque por las exigencias de
ritmo y lenguaje televisivo la capacidad de profundizar la complejidad del problema es
menor que en la prensa escrita. Distintas industrias culturales ofrecen distintas
posibilidades de apertura al mundo, de comprensión de la propia diversidad multicultural
de la sociedad en que se vive. Los diarios no parecen acompañar la pretensión del
menemismo de situarnos con fluidez en el Primer Mundo. Hoy esa pretensión resulta
grotesca, quizá de la más inverosímiles del discurso de Menem. Mucho de lo que llega de
información a Buenos Aires desde el extranjero lo podemos recoger a través de MTV o de
CNN. Por otro lado, creo que existe una apertura especialmente en los jóvenes
donde la interacción con músicas de distintas regiones del mundo es mucho más
dinámica, creativa y complejo. No se puede hablar de las industrias culturales como un
solo bloque.
¿De qué trata el libro, en síntesis?
Algunas de las preguntas que lo organizan son las siguientes: ¿por qué han
fracasado en América latina tantos intentos de integración interregional, ya sea en los
sistemas de información, en intercambio cultural, en la producción radial y
cinematográfica? ¿Qué va a pasar en los próximos años con la enorme producción
latinoamericana, con la incipiente producción cinematográfica, que está resurgiendo? En
algunos campos como la informática, la situación parece alarmante, por haber perdido el
tren respecto del desarrollo internacional. En otros campos, por ejemplo los
audiovisuales, hay una producción valiosa en los países exportadores como Brasil y
México, aunque también en otros como Argentina, Chile, Colombia y Venezuela. Este libro
intenta hacer un diagnóstico actualizado tomando información reciente, confrontando los
datos latinoamericanos con los de la industria mundial, y tratando de establecer nuevas
coordenadas para pensar el problema.
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