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ALMAFUERTE, BABASONICOS Y UNA IDEA EN COMUN
Claro, hay dos Argentinas

Unos representan al rock duro y nacionalista. Los otros, a una cultura sixtie de buen pasar.Ambos pusieron el mapa argentino en la tapa.

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Babasónicos buscó el chiste ubicando a Miami en Misiones.
El CD de Almafuerte alude a su espíritu de rescate nacional.
Por Esteban Pintos

t.gif (862 bytes) Nadie que conozca mínimamente el panorama del rock argentino producido en la década del noventa dudaría en colocarlos en extremos opuestos: estéticos, ideológicos y, por supuesto, musicales. Sin embargo, una curiosidad gráfica los iguala. Babasónicos y Almafuerte muestran, en las tapas de sus últimos CD, el mapa de la Argentina. Con sus diferencias, claro: el de Babasónicos es un país inclinado hacia abajo, con una licencia geográfica –la ciudad de Miami en una provincia de Misiones que hace las veces de península de la Florida– que remite al Miami que da nombre a la obra. La portada del disco de Almafuerte (una recopilación de remasterizaciones y versiones inéditas en vivo de viejas canciones, lanzado por su anterior sello discográfico) es mucho más lisa y llana en sus intenciones: el país está como debe estar, erguido, y sobre su territorio dibujado se impone el nombre del grupo, debajo del expresivo título Profeta en su tierra.
El caso de Babasónicos ha merecido más atención mediática que respaldo popular a lo largo de casi diez años de carrera, tal vez porque sus intenciones de modernidad retro fueron rápidamente exhibidas y bien recibidas desde un insolente debut titulado Pasto, y una aparición a lo grande en el mismo escenario de la bestia pop Soda Stereo en 1992. Siempre fue más atractivo todo lo que han dicho y teorizado sobre sus canciones, que sus canciones en sí. Se trata de jóvenes de clase media alta del sur del Gran Buenos Aires que, bien educados e intoxicados de toda una cultura chatarra que sobró en los setenta (las boites, las películas a las que ahora piadosamente se denomina de “clase B”, los autos grandes, la música de cocktail), llevan adelante sus fantasías de una realidad que nunca vivieron ni vivirán. Sin embargo, lo han hecho y todavía lo hacen con cierta elegancia, e incluso con descaro para proclamar una entidad en su obra que todavía no logra advertirse.
Sin embargo, en este caso, el de Miami, todo eso empieza a disolverse por el propio peso de un par de buenas canciones y letras que son como el colmo de todo ese ideario –incluso por algunas invenciones idiomáticas a las que sólo se animan, en otro plano, los Illya Kuryaki por ejemplo– pero que, porque ahora tienen el sostén melódico adecuado (intenciones retromodernas logradas, con teclados baratos, samplers y beats circulares), lucen mejor. Buenos ejemplos son la inicial “4 AM”, “El sumum”, “Paraguayana” y el compendio de sonido e imagen que logra una canción-banda de sonido para una versión fílmica de Isidoro Cañones titulada inequívocamente “El playboy”, y cantada en plan Sandro.
Almafuerte es, antes que nada, Ricardo Iorio. Y consecuencia directa de la línea ideológica de metal bien argentino que este bajista-cantante-agitador plasmó en V8 primero y en Hermética después. Esto es: rock pesado, sucio y desprolijo, que abreva en las fuentes de Pappo, La Pesada del Rock and Roll y Black Sabbath –a lo que sumaron, desde los tiempos de Hermética, un gusto por la agria canción folklórica de, por ejemplo, José Larralde– y que describe, en las letras, una dura realidad urbana de clase trabajadora y marginales que su mentor sabe describir como pocos. Iorio es peligrosamente nacionalista en su discurso, ortodoxo en sus concepciones políticas (predica, por supuesto, su adhesión al justicialismo histórico de Evita y Perón) pero certero en sus crónicas: de alguna manera conecta con el sentir (que muchas veces es resentimiento) de una subclase social que paradójicamente y a la par de convertirse en víctima casi exclusiva del sistema menemista, ha ganado protagonismo en el rock, el fútbol y hasta en la televisión.
Está claro que una canción de Almafuerte difícilmente sería el tema principal de telecomedias sobre la gente común como “Campeones” –para eso está Alejandro Lerner–, pero sí que esos jóvenes y no tanto que entienden de qué se trata cuando Iorio entona (con su vozarrón de hombre mezcla de gaucho pampeano y vendedor ambulante del Ferrocarril Roca) historias de policía brava, calles de tierra, andenes de tren, vino barato y droga cortada.

 

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