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El primer corazón made in Argentina

Producido por la Universidad de Morón, el INTA y el Conicet, el corazón artificial ya está listo para ser probado en humanos.

Héctor Larreche, del INTA, y Domingo Liotta firmaron el acuerdo.
El corazón ya se probó en una ternera: ahora se usará en personas.

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Por Pedro Lipcovich

t.gif (862 bytes) El primer corazón artificial hecho en la Argentina ya está listo para ser probado en humanos. Se completó con éxito el ensayo, en una ternera, del aparato producido por la Universidad de Morón, el INTA y el Conicet. Los corazones artificiales sirven para que los pacientes con insuficiencia cardíaca puedan sobrellevar el lapso, a veces prolongado, hasta que se pueda concretar el trasplante. Pero, además, hay pacientes que no pueden recibir trasplante, por su avanzada edad o porque sufren la enfermedad de Chagas, y para ellos el desarrollo de estas bombas artificiales es la única esperanza. Si todo va bien, las primeras pruebas en humanos empezarán este mes, y en uno o dos años el corazón mecánico podría estar en el mercado, a mitad del precio de los importados.
La ternera Laurita, a los cinco meses de edad, recibió en su abdomen el corazón artificial, que pesa 180 gramos y se implanta sin retirar el del paciente, ya que no sustituye sino que complementa la función de bombeo del ventrículo izquierdo. El aparato se conecta con la vena que lleva la sangre a ese ventrículo y con la arteria aorta, que sale de él. El ventrículo izquierdo de una persona en reposo bombea más de cuatro litros y medio de sangre por minuto, pero el de la persona con insuficiencia cardíaca no impulsa más que un litro y medio o dos: la bomba artificial, capaz de impeler tres litros y medio, compensa la falla.
El aparato es accionado por una especie de compresor eléctrico, conectado con el ventrículo artificial mediante un tubo que atraviesa la piel del paciente. Para que éste pueda salir de su casa hasta cuatro horas diarias, ese compresor puede ser sustituido por uno portátil, alimentado a batería, que se lleva colgado del hombro como una cartera.
El aparato fue desarrollado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Morón, con participación del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y del Conicet. Domingo Liotta –quien hace más de tres décadas protagonizó los primeros ensayos de corazón artificial en Estados Unidos– es el actual decano de la Facultad de Medicina de Morón: “Si podemos ajustar a tiempo los detalles, para el 20 de junio el corazón va a estar listo para ensayos en humanos –anunció–. Lo ideal sería hacerlo en un hospital público.” Las pruebas durarán por lo menos un año, después de lo cual podría encararse la producción comercial.
Hasta ahora, sólo Estados Unidos exporta corazones artificiales. En diciembre pasado, en el Hospital Finochietto de Avellaneda, un equipo dirigido por Jorge Trainini implantó uno, por primera vez en Latinoamérica, a una señora de 36 años. La tecnología de ese aparato es diferente y quizá más avanzada –no requiere compresor externo sino sólo un equipo a batería, portátil–. Sin embargo, Ruddy Salas, integrante del equipo del doctor Trainini, dijo a este diario que “ojalá el aparato nacional se desarrolle lo antes posible: no cuentan mucho las diferencias con los importados ya que el corazón artificial es básicamente un puente para salvar vidas mientras se espera el trasplante”. Lo que sí cuenta es que el precio previsto para el nacional sería la mitad del de los importados: 25 o 30.000 dólares, contra 50 o 60.000.
En la Argentina mueren 30.000 personas al año por insuficiencia cardíaca. El presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología, José Martínez Martínez, destacó que “la insuficiencia cardíaca suscita preocupación mundial, es casi una pandemia” y que “la posibilidad de trasplantes queda limitada por la cantidad de donantes y la infraestructura necesarias”. Liotta señaló la esperanza que representan los corazones artificiales para el mal de Chagas, “donde no se puede hacer trasplante porque el corazón injertado se infecta en seguida: hay 300.000 enfermos diagnosticados de miocardiopatía chagásica en la Argentina, y no se sabe cuántos sin diagnosticar”.

 

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