Por Luis Vivori Rodolfo Samsó, más conocido
como Alacrán, antes de actor fue comerciante. A pesar del ruego materno para que tomara
los libros, Rodolfo no soñaba con el título universitario ni con la actuación: sólo le
interesaba laburar repartiendo gaseosas en un camión. El sueño de la madre
se hizo realidad años después, pero no fue abogado ni doctor, sino actor. Pero como
uno hace lo que puede, el perfil Miguel Angel Solá anhelado le dio paso al
humor. Y en especial luego de ver a Los Melli, que le cambiaron la cabeza. Tanto que
reconoce cierta influencia de ellos a la hora de buscarle antecedentes a su personaje, el
que comenzó en De la cabeza y Cha Cha Cha y ahora cuenta chistes
en El show de Videomatch.
¿Cuál fue su referencia para construir al Alacrán?
Nació en el 90, cuando recién empezaba con el teatro. Trabajaba en la obra
Muchas pelucas para un solo Calvo, era iluminador porque el tipo se había
ido. Al mes se fue el músico que tocaba en el cambio de escena y le pedí a Eduardo Calvo
que me diera la oportunidad de hacer algo actoral. Me ofreció contar un chiste, pero como
hacerlo neutro no era lo mejor porque tengo menos gracia que un vencimiento, tuve que
inventar un personaje. Ahí apareció la semilla del Alacrán, a partir de una cosa
familiar, de una exageración de gestos: mi hermano exalta ciertas pequeñeces todo el
tiempo. Hace poco vi una foto mía del 79 y ya estaba el gesto.
¿Qué cambió para Alacrán en su paso de programas tipo Cha Cha Cha,
con un público más selectivo, a uno tan masivo como Videomatch?
Cuando tuve que firmar el primer contrato con la TV, Alfredo Casero me dijo:
No firmés nada. Y la verdad es que pasaba de cobrar $ 20 en el Parakultural a
$ 1000 por mes por estar en De la cabeza. Alfredo lo veía desde otro lado y
lo respeto. Pero yo quiero tratar de ser cada vez más fiel a mí mismo y no dar una
imagen para que un montón de gente esté contenta. Solá rechazó una vez una oferta de
Coca Cola porque hace mal y me parece bárbaro. Pero yo sería un ultrapelotudo si por
querer quedar bien dijera que no. Así que no me jode trabajar en Videomatch.
Aunque confieso que cuando estuve en Fer Play me agarró algo de miedo. Pero
no se puede sentir culpa por laburar. Con Tinelli hay posibilidades de hacer cosas con la
imagen que no las hace cualquiera en la televisión.
Por lo que dice pareciera que con Tinelli es todo color de rosa.
No, para nada. Videomatch es como un equipo de fútbol en el que son 50
jugadores, pero en la cancha entran once. Hay una gran presión por estar acá y todo el
mundo lo sabe, lo que producís tiene que ser bueno para poder seguir. En términos
artísticos uno se mecaniza para ser efectivo, sobre todo en vivo. Pero tratando de no
perder la frescura.
Con respecto de lo artístico, ¿contar chistes no se vuelve un recurso demasiado
obvio?
No es fácil sostener un chiste. Hay que tener un gran caudal de energía para
bancar y defender la gran mentira que suele ser un chiste, eso de hablar de marcianos y
otros imposibles. Hay lugares de actuación que son más fáciles de defender. Con el
tiempo aprendí a respetar al chiste y a la TV, porque mantenerse es muy complicado.
¿No corre el riesgo de ser absorbido por esa maquinaria y caer en el olvido, como
les pasó a otros?
Yo me dedico a pensar en personajes, en el camino estoy aprendiendo. La gente no se
hipnotiza porque estés en la tele. Pero si estás en un pub de Pompeya y al tercer chiste
que contás nadie se ríe, te tiran con cualquier cosa. Además con Alacrán me pasa eso,
hasta en los contratos figura así: Rodolfo Samsó, El Alacrán. Me ganó el personaje y
no lo puedo evitar.
¿Cuál le parece que es el secreto del éxito de Tinelli?
Capta lo que quiere el público, o por lo menos la mayoría. Cuando le contaba
chistes me decía: Este no porque es machista, cosas por el estilo. Cuando
salió Fernandito, se dieron cuenta de que iba a andar bien por la reacción del control.
A partir de eso proyectan lo que va a pasar.
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