Página/12 en Gran Bretaña
Por Marcelo Justo Desde Londres El hombre está sentado frente
a la cámara y vigila los rincones más recónditos de la fábrica: tiene acceso a las
conversaciones laborales y privadas, a los solitarios gestos delante de un espejo y a un
gigantesco banco de datos que archiva todo. La imagen es digna del 1984 de George Orwell,
pero más que un modelo de superestado comunista o fascista vigilando el desempeño de sus
vasallos representa las formas más avanzadas de capitalismo finisecular. Según
denunciaron recientemente los sindicatos británicos y las organizaciones no
gubernamentales, un número creciente de empresas vigilan secretamente a sus trabajadores
usando los más sofisticados medios tecnológicos en búsqueda de una mayor productividad
y control laboral. Cámaras ocultas que monitorean lo que ocurre en el taller, la oficina,
los pasillos, los ascensores y hasta los baños, escuchas telefónicas y controles de
e-mail e Internet son algunos de los métodos de esta omnipresencia patronal que avasalla
todo asomo de privacidad. La Agencia de Procesamiento de Datos inglesa, encargada de
regular el acceso a la información sobre las personas, reaccionó ante las denuncias y
envió a empresarios y trabajadores propuestas para regular el uso de equipos
electrónicos de vigilancia.
Las denuncias sindicales y periodísticas constituyen un manual moderno de la intromisión
y monitoreo de la vida privada. A diferencia del omnímodo jefe del Partido de la novela
de Orwell, revelan un nuevo Big Brother, menos obsesionado con el control del
pensamiento que con la eficiencia y la productividad de la conducta. Conocidas empresas
como Harrods y British Telecom, establecimientos públicos como universidades y
hospitales, y la misma policía son los grandes responsables de este nuevo estilo de
vigilancia laboral. Estos son algunos de los casos:
En 1997 Al Fayed,
dueño de Harrods fue acusado de colocar micrófonos secretos para escuchar a sus
trabajadores y espiar sus reuniones sindicales.
Ese mismo año la
Corte Europea de Justicia dictaminó que la policía había infrigido los derechos humanos
de una oficial de policía al escuchar las llamadas privadas que hacía desde la oficina.
En 1998 la
Universidad de Leeds reconoció en la corte que utilizó cámaras ocultas para filmar a
sus trabajadores.
British Telecom
filmó secretamente en su hogar a un trabajador convaleciente.
Este mes una ONG,
Public Concern at Work recibió dos quejas de trabajadores. En un caso, por
una cámara oculta en la cocina del establecimiento donde las empleadas suelen cambiarse.
En el otro, por la filmación secreta en un lugar de reunión de una fábrica.
Según los sindicatos los casos más graves de control de personal se dan en los llamados
call centres, centros de información que funcionan las 24 horas y que son el
sector de mayor crecimiento en la economía de servicios inglesa. A toda hora se
escuchan las conversaciones de las telefonistas. Se controla cuánto tiempo tardan en
atender y cuánto dura cada llamado, de qué hablan, cuánto tiempo se alejan de su puesto
de trabajo, cuántas veces van al baño. Es un sistema opresivo. Pocos empleados lo
aguantan por mucho tiempo, indicó a Página/12 Carolyn Jones, directora del
Instituto de Derechos Laborales, un think-tank vinculado con los sindicatos.
Los empleadores aducen que este control permite medir la productividad de los
trabajadores, premiando a los más eficientes, y que elimina actividades perjudiciales
para la compañía, como los llamados de larga distancia por razones personales. Los
sindicatos responden que ellos no seoponen a los métodos de vigilancia electrónica en
sí mismos. Hay muchos trabajos en los que los mismos trabajadores solicitan que
haya monitores televisivos por razones de seguridad, señala Jones. Los trabajadores
de subtes y del transporte en general, que suelen tener horarios nocturnos con alta dosis
de riesgo, o los mismos servicios de vigilancia, consideran a las cámaras de seguridad
una protección esencial. En el sector financiero los trabajadores suelen pedir sistemas
de escuchas telefónicas para tener pruebas irrebatibles sobre las transacciones
realizadas.
Las propuestas que hizo la semana pasada la Agencia del Procesamiento de la Información
van en esta dirección. La vigilancia secreta de los empleados, y la manipulación
de sus datos personales, puede ser considerado una actividad injusta o ilegal si no está
claramente especificada en el contrato laboral y si no se establece un sistema de consulta
e información, dice la Agencia. Por el momento los ingleses no tienen ninguna
protección legal ante estos métodos de vigilancia, pero en los próximos días entra en
vigor la Ley de Protección de la Información, que incorpora una normativa europea sobre
recolección de datos personales, y en enero del 2000 entra en vigencia un segundo
instrumento legal, la convención europea de los derechos humanos, que consagra el derecho
a la privacidad.
Según los especialistas, la vigilancia a nivel laboral sólo es la punta del iceberg de
una sociedad crecientemente vigilada. En Gran Bretaña hay más de un millón de cámaras
de seguridad en lugares públicos, una cada 55 habitantes. Se calcula que los movimientos
de una persona que pasea por el centro de Londres son registrados hasta 300 veces en un
solo día.
LA VIGILANCIA INTERNACIONAL SEGUN UN
ESPECIALISTA
Se neutraliza el disenso
Por M.J.
Especialista en temas laborales, el abogado Michael Ford dialogó con Página/12 sobre los
distintos sistemas de vigilancia internacional y la creciente importancia de la
protección de la privacidad en el lugar de trabajo.
¿Qué sabemos de estos mecanismos de vigilancia electrónica?
Sabemos algo e ignoramos mucho. En muchos países europeos, como Alemania, los
empresarios están obligados a informarles a los consejos laborales sobre sistemas de
vigilancia en uso. Por lo tanto, hay un mayor control. En otros países esto no pasa. Los
Estados Unidos es uno de los peores casos. En una encuesta de 900 compañías en 1977 se
halló que dos tercios admitieron que hacían algún tipo de vigilancia electrónica de su
personal.
¿Hay alguna indicación de que haya una conciencia internacional del problema?
La Organización Internacional del Trabajo publicó recientemente tres informes
sobre el tema, en los que recomienda un código de conducta a seguir. Hay dos
recomendaciones esenciales. Primero, la obligación de informar a los trabajadores sobre
lo que se hace. Segundo, que la información no puede utilizarse para otro fin que el
especificado, es decir que no se pueda recoger información por razones de seguridad y
venderla a un talk show televisivo. La normativa europea para la protección
de la información de 1995 también ofrece un cierto nivel de protección laboral. No es
casual que en estos momentos haya uns erio conflicto entre Estados Unidos y Europa sobre
este tema, que puede llegar a convertirse en un grave problema.
El argumento de las empresas es que estos sistemas de vigilancia mejoran la
seguridad, evitan abusos y son más justos ya que permiten medir la productividad y pagar
de acuerdo a lo que se trabaja.
Es cierto que puede haber un uso legítimo de estos sistemas y que de hecho en
algunos sectores laborales son los mismos trabajadores los que piden la vigilancia
electrónica por razones de seguridad. Pero el problema es más amplio. Si no se garantiza
ningún espacio privado en el que los trabajadores puedan hablar con sus colegas, se está
avasallando un derecho elemental. Las empresas dicen que se trata de productividad y
eficiencia pero no cabe duda que muchas veces se usan estas técnicas para neutralizar
cualquier tipo de disenso. En los hechos la vigilancia electrónica puede convertirse en
un arma para atacar ese otro derecho fundamental que es la libre labor sindical.
¿Se está avanzando con la aplicación de este tipo de tecnología a un Big
Brother orwelliano de corte capitalista?
En cierto sentido sí. El caso de los call centres es típico. Los
trabajadores están siendo vigilados permanentemente y por eso mismo no duran en sus
trabajos. Yo creo que en el futuro próximo el tema de la vigilancia en el trabajo va a
ser un escenario de creciente conflicto que se añadirá a otras disputas sobre las
condiciones laborales como salario, vacaciones y horas de trabajo.
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