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PREOCUPACION Y NERVIOS EN EL BUNKER DEL OFICIALISMO
“Quiero que me traigan ideas”

En el duhaldismo dicen que están estancados y el gobernador pide nuevas iniciativas. Menem, Rodríguez Saá y Cavallo. Las peleas.

Duhalde y Ortega miran la campaña con preocupación. Los sondeos muestran una desaceleración.
La tozudez de Rodríguez Saá, y los dardos de Asís ponen de mal humor al entorno de la fórmula.

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Por Sergio Moreno

t.gif (862 bytes) “Quiero que me traigan ideas”, viene insistiendo, como marcando una ausencia, desde hace dos semanas el gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, a sus especialistas en ideas. El nerviosismo y una cierta desazón se apoderó del entorno cercano del candidato por diversos motivos. Uno es la guerra de baja intensidad que ha desatado un Carlos Menem en retirada que pretende embarrar el camino de su ex vicepresidente a la Casa Rosada, guerra cuyos generales son ahora Adolfo Rodríguez Saá y el verborrágico y ocurrente Jorge Asís. Otro motivo es la coincidencia sobre su estancamiento en las encuestas que fueron publicadas en los diarios nacionales –Página/12, entre ellos– el fin de semana pasado. Finalmente, en medio de la campaña en Tucumán, en el momento de máxima exposición de la fórmula nacional del peronismo, la revelación de que el candidato a gobernador e incondicional del bonaerense, Julio Miranda, cobra una jubilación de privilegio, restringiendo sus chances para hoy.
Duhalde es un hombre metódico y ha demostrado ser paciente. La avanzada contra su ex amigo el Presidente dio sus frutos cuya culminación fue la arrolladora victoria de los suyos en la interna del PJ bonaerense. Pero a partir de ese momento la maquinaria del gobernador comenzó a empantanarse. Y todos en el entorno del candidato lo saben. Y lo sienten.
“Es muy molesto, muy molesto. Duhalde tiene las pelotas llenas”, dicen los consultores del gobernador y de su compañero Ramón Ortega cuando reflexionan sobre el empecinamiento de Rodríguez Saá en seguir adelante con su postulación. Nadie duda de que la mano de Menem está detrás del puntano, pero la mayor incomodidad la produce Asís, cuyo distrito es el lenguaje, y lo utiliza, afilado, irónico e hiriente, para mellar la paciencia del bonaerense.
Ni Duhalde ni Ortega ni ninguno de sus asesores dudan de su victoria en la interna nacional. Pero la aparición de Asís agrega unos centímetros más al palo que sostiene la zanahoria delante del burro. “Primero decíamos que cuando cerrábamos la fórmula con Palito empezaba la campaña: no fue así. Después, que iba a ser luego de la interna provincial: tampoco. Después, con el encolumnamiento de los gobernadores: la campaña todavía no empieza. Menem siempre te pone un escollo nuevo. Es muy desgastante”, se quejan los pensadores duhaldistas. Y no trepidan en caracterizar a Asís como un “francotirador que no tiene nada que perder y que, para colmo, se divierte horrores”.
Pero lo que no deja de ser una simple molestia se convierte en preocupación con la lectura de los sondeos de opinión. “El domingo (pasado) salieron encuestas que nos daban parejos con la Alianza –dice un hombre de comunicación de Ortega–, pero los diarios coincidían en que las mediciones se hicieron en el momento de máximo fervor duhaldista y que los indecisos estaban más predispuestos a votar a la Alianza. Faltan cinco meses para la general, y esa perspectiva no es buena”, sintetizó.
Por eso, el gobernador insiste en que le traigan “ideas” para destrabar la campaña. Pero el clima que existe en su brain storming no es el mejor. La designación de Julio César “Chiche” Aráoz desató una tormenta en el aerópago del poder duhaldista. Aráoz –”un hombre que manda, que sabe ser jefe”, según lo caracterizó el propio Duhalde– no dudó un segundo en ponerse al frente del comando de campaña no bien fue designado. Toda la estructura crujió, pero el verdadero enfrentamiento se produjo en las alturas. Carlos Tempone es uno de los más estrechos colaboradores del bonaerense –ambos se conocen desde hace más de 40 años, desde que eran adolescentes y vivían en la misma cuadra en Lomas de Zamora– encargado de recaudar y morigerar el flujo de fondos de campaña, responsabilidad que imbuye de poder, y de encargarse de las cosas que no quiere –pero tiene que– encargarse el gobernador. Cuando Aráoz solicitó el traspaso del dinero comenzó la batalla. Batalla que no ha finalizado porque, por el momento, el gobernador no ha mediado. Duhalde conoce lo que ocurre, por lo que no se queda en su exigencia de ideas: toma la iniciativa. Sus hombres le atribuyen al coleto del gobernador la exhumación del “salariazo y la revolución productiva” como argumento de campaña. Y el silencio que se instala en sus operadores cuando se los consulta por los resultados de la apropiación de la paradigmática frase del Carlos Menem de 1989 dice lo que no quieren decir.
La polémica desatada por el reportaje que concedió Domingo Cavallo al Financial Times, sobre la salud de la convertibilidad fue otro incordio para Duhalde quien, días después debía encontrarse con el ex ministro para mostrar el germen de su futuro acuerdo. “Yo no sé si el desliz del Chiche (Aráoz, quien anunció desde Washington que el acuerdo con Cavallo era un hecho) no fue una instrucción de Duhalde”, especuló un asesor del candidato. El razonamiento fue el siguiente: “Nosotros teníamos que mostrar esa reunión desde el costado político, más allá de alguna explicación que después habría que darle al Mingo. De lo contrario se iba a instalar la discusión sobre el fin de la convertibilidad, los periodistas iban a preguntar sobre eso y lo que debía aparecer como el inicio de una alianza para calmar al establishment se iba a convertir en lo contrario”.
La frutilla del postre que está engullendo el candidato la puso su fiel seguidor tucumano y aspirante a la sucesión del dictador Antonio Bussi, Julio Miranda. Duhalde y Ortega saludaban desde el duhaldemóvil a los tucumanos mientras que Miranda explicaba a la prensa por qué estaba cobrando una jubilación de privilegio. Toda la logística desplegada por la fórmula en la tierra de Ortega tambaleó por el golpe. Duhalde no podrá evitar quedar pegado a Miranda si es que sale derrotado. Tampoco será fácil desentrañar si la jubilación del senador y candidato a gobernador no fue la causa de la defección, a la luz de algunas encuestas que muestran una estrecha paridad en la intención de votos entre los tres aspirantes principales.
Duhalde apostó a Tucumán, muy fuerte, porque necesita de un triunfo para revertir el clima espeso en que está sumida su campaña. Hoy las urnas lo sacarán del entrevero o lo dejarán enredado en su propia inercia.

 

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