The Guardian de Gran Bretaña
Por Martin Walker Desde Colonia En un campo en las afueras de
Moscú, donde los guardias del KGB de la vieja elite comunista han sido reemplazados por
los guardaespaldas de semblante tétrico de los nuevos ricos, una dacha conserva unas
grandes puertas verdes de metal, tropas especiales en uniforme y la siniestra reputación
del pasado. El jueves por la mañana, dos caravanas pasaron a través de esas puertas de
la que era la casa de descanso de Joseph Stalin. Una de ellas llevaba a Strobe Talbott, el
subsecretario de Estado norteamericano, un hombre apasionado por la historia rusa que ya
en la escuela había escrito un ensayo sobre Pushkin y el alma rusa y que en 1969, en
Oxford, traducía las memorias secretas de Nikita Khruschev. La otra fila de autos llevaba
al presidente de Finlandia, Martti Ahtisaari, el enviado especial de la Unión Europea
para Kosovo. Dentro de la dacha los esperaba un multimillonario: Viktor Chernomyrdin, ex
premier ruso y ex jefe del monopolio estatal de gas Gazprom, que había sido seleccionado
como el negociador de Rusia por el presidente Boris Yeltsin.
La silla vacía
Chernomyrdin llevó a los dos invitados a una pequeña habitación con tres sillas
alrededor de una mesa, y después de que se sentaran, Chernomyrdin acercó una cuarta.
Esta es para Milosevic, dijo. Más allá de lo que digamos aquí, es
mejor no olvidar que él también es parte de esto. Para Talbott todo era
misterioso: estaba hablando en su fluido ruso dentro de una habitación donde volaba el
espectro de Stalin, con una silla vacía simbolizando al personaje que, para Europa, es lo
más cercano a un heredero de Stalin. Dos días atrás, Talbott había sido informado de
que el presidente Milosevic había sido formalmente acusado por crímenes de guerra en el
Tribunal Penal Internacional de La Haya para la ex Yugoslavia. Nos quedamos mirando
la silla vacía durante las conversaciones, preguntándonos `¿Qué hará ahora? ¿Cómo
reaccionará Milosevic?, según confió al día siguiente Talbott cuando
volvió a la sede de la OTAN en Bruselas. Ese día de negociación en la dacha de Stalin
parecía estar ocurriendo en ninguna parte. Sólo ahora puede aparecer como un momento
clave en los movimientos hacia la paz, porque convenció a Chernomyrdin de dos cosas.
La primera es que los norteamericanos y la OTAN no iban a conceder nada. Nuestra
exigencia básica es que todos los serbios, o casi todos, tienen que abandonar Kosovo. Y
que tienen que ser reemplazados por una fuerza internacional de mantenimiento de paz con
una cadena de mandos claramente liderada por la OTAN, subrayó Talbott. Esto
es todo. No hay ningún compromiso que adoptar en estos puntos. No hay negociación con
Belgrado. Sólo hablaremos con Milosevic en el lenguaje del bombardeo. La segunda
cuestión que percibió Chernomyrdin es que no había divisiones claras entre halcones y
palomas, y que no había ninguna brecha que Moscú pudiera explotar entre norteamericanos
y europeos.
Todo esto sorprendió a los rusos, que además esperaban a un presidente finlandés más
próximo a su posición. Finlandia, ocupada por Rusia durante el siglo XIX e invadida por
Stalin en 1939, ha aprendido a estar en el juego de la neutralidad con algo cercano a la
genialidad: se estaba esperando que uno de los cuatro miembros de la Unión Europea que no
pertenece a la OTAN jugara apenas un rol de compromiso. Pero Ahtisaari no era tan neutral.
Era un amigo cercano del cuñado de Talbott, Derek Shearer, que había sido embajador
norteamericano en Finlandia. Y Ahtisaari había nacido en Vyborg, cuando aún era una
ciudad fronteriza de Finlandia,antes de que escapara con su familia en calidad de
refugiado, cuando era niño, luego de la invasión de Stalin en 1939.
Ahtisaari es un veterano diplomático que había trabajado en la ONU y que pasó 11 años
tratando con el intransigente régimen del apartheid. Ayudó a destrabar las negociaciones
rotas por la independencia de Namibia. Hace siete años participó de los esfuerzos de
mediación europea y de la ONU en Croacia. Y recientemente fue elegido por el canciller
alemán, Gerhard Schroeder, para que fuera el enviado especial de la Unión Europea.
Schroeder pensó que las conversaciones iban a llegar hasta julio, cuando Finlandia
recibiera la presidencia rotativa de la Unión Europea de manos de Alemania.
Juego de propuestas
En la dacha, Chernomyrdin tenía tres propuestas que presentó como suficientes para
persuadir a Milosevic de aceptar los términos del plan de paz que acordaron en Bonn los
ministros de Relaciones Exteriores del Grupo de los Ocho (G-8). La primera propuesta era
que las tropas rusas se encarguen de la zona norte de Kosovo, donde viven la mayoría de
los serbios de la provincia. Talbott rechazó la idea porque significaba una suerte de
partición de Kosovo, lo cual se contradecía con los principios del G-8. La segunda
proposición era que, si los rusos lograban convencer a Milosevic de que acepte la entrada
de algunas tropas de la OTAN, quizás éstas debieran pertenecer a Grecia y Portugal, que
no formaron parte de los bombardeos, junto a tropas neutrales provenientes de Finlandia o
Suecia. La presencia de tropas norteamericanas o británicas haría imposible cualquier
trato con Milosevic.
Olvídelo, respondió Talbott. Las tropas de la OTAN serán parte de un solo
comando, sin distinciones de nacionalidad, remarcó. Pero el ex compañero de Bill Clinton
en Oxford notó que por primera vez Rusia estaba aceptando el principio de las tropas de
la OTAN. Y esto debe haber tenido la aprobación de Milosevic. Luego, Chernomyrdin hizo
una amenaza disfrazada de pedido. Este fue un momento crítico de las relaciones de Rusia
con Occidente. Reclamó la cooperación y, fundamentalmente, una participación mayor en
la bonanza económica occidental, ya que el fallido experimento de Rusia hacia el
capitalismo y el bombardeo mismo de la OTAN sobre Yugoslavia estaban hundiendo a Rusia en
la hostilidad permanente contra Occidente. Esta era la última chance. Si los tres hombres
no acordaban una posición común, entonces Chernomyrdin debía retirarse de las
conversaciones, Rusia debía abandonar sus esfuerzos por la paz y los personajes
antioccidentales en Moscú iban a dirigir la batuta. ¿Valía la pena que pasase todo esto
por Milosevic?
Después, Chernomyrdin se dirigió a Ahtisaari, diciéndole que las tropas de la OTAN
debían ser parte de una fuerza de mantenimiento de paz junto con los rusos y que esto
debía proceder de un mandato de la ONU. Como ex diplomático de las Naciones Unidas,
Ahtisaari seguramente iba a estar de acuerdo con esto. Por supuesto,
respondió el presidente finlandés. Pero en la práctica, sólo la OTAN tiene las tropas,
la logística y el sistema de comandos para conformar una fuerza de mantenimiento de paz y
para organizar el retorno de los refugiados.
Luego de la reunión, Chernomyrdin viajó solo a Belgrado, deteniéndose sólo para llamar
a Yeltsin y decirle que no había ningún cambio de posición en la OTAN y en los
europeos. Pero también le dijo que había dos cambios cruciales en la posición
occidental. Primero, que Talbott había aceptado que algunas tropas serbias permanecieran
en Kosovo, para cuidar de los monasterios y los monumentos serbios. Y segundo, que Talbott
y Ahtisaari habían aceptado un rol mayor para las tropas rusas en esafuerza.
En Belgrado, cuando le llegó el rumor de que Milosevic había sido hospitalizado por poco
tiempo las versiones iban desde una hemiplejía hasta un infarto o un ataque de
nervios, el enviado ruso les dijo a los líderes serbios que estas dos
concesiones occidentales podrían ser suficientes para llegar a un acuerdo en
los términos del G-8. ¿Pero Milosevic lo aceptaría?
Es que Yeltsin y Milosevic no se aprecian. Yeltsin nunca ha perdonado a Milosevic su
reconocimiento prematuro a los que realizaron el golpe que en 1991 derrocó a Gorbachov. Y
Milosevic nunca confió en el prooccidental Chernomyrdin desde que, luego del bombardeo a
la embajada china en Belgrado, éste canceló su viaje a Belgrado para ir a Beijing y
luego volver a Moscú para ver a Talbott. Chernomyrdin quiere que Rusia vuelva a
gozar del favor de Occidente. Por lo cual cada bomba de la OTAN que cae sobre nosotros
tiene una etiqueta rusa encima, dijo despectivamente Goran Matic, poderoso ministro
sin cartera del partido de izquierda liderado por la esposa de Milosevic.
El matadero
Pero el presidente yugoslavo, ya advertido de que las conversaciones podrían tener lugar
en una ubicación secreta en el Yacht Club de Belgrado para evitar una bomba de la
OTAN, aceptó el trato en los términos del G-8. Los norteamericanos creen que lo
hizo por las muy malas noticias que le llegaban desde el frente de batalla. El Ejército
de Liberación de Kosovo, que ya había abierto una ruta desde Albania rumbo a una
posición que mantenía cerca de Pec dentro de Kosovo, estaba abriendo otra nueva hacia el
sur, rumbo a Prizren. La Brigada Motorizada 125ª de Serbia, golpeada por los ataques
aéreos de la OTAN, no podía contenerlo. Los serbios ordenaron la llegada de refuerzos:
la Brigada de Artillería 52ª y la brigada de paracaidistas de elite número 63. Estaban
desesperados por evitar que el UCK se apoderara del crucial camino entre Pec y Prizren,
pero el poder aéreo de la OTAN estaba diezmando sus fuerzas.
Sólo esta semana los portavoces de la OTAN empezaron a llamarlo el matadero,
donde los tanques y las armas serbias estaban siendo destruidos a medida que se
desplazaban. Pero para el momento en que Chernomyrdin llegó a Belgrado, Milosevic
finalmente había entendido lo que todo el peso de una armada de 1200 aviones de la OTAN
podía hacerle a sus tropas en Kosovo. Sin embargo, cuando Chernomyrdin llamó por
teléfono a Talbott y Ahtisaari para decirles que Milosevic había acordado con los
términos del G-8, ellos le dijeron que no era suficiente. La letra chica de Milosevic
aún insistía en mantener 10.000 tropas serbias en Kosovo y rechazar fuerzas británicas
o norteamericanas. En ese momento, Yeltsin entró en escena. El domingo pasado, convocó a
Chernomyrdin a un encuentro con su nuevo primer ministro, Sergei Stepashin, y les dijo que
quería un acuerdo en los mejores términos que la OTAN pudiera ofrecer en la medida en
que representara un rápido fin a los bombardeos.
Chernomyrdin organizó otra reunión, esta vez en Bonn. Cuando el canciller Schroeder
llamó por teléfono a Ahtisaari para ofrecer esa capital como sede del encuentro, el
finlandés le advirtió que veía pocas posibilidades de éxito. Pero después de su
reunión con Moscú, Chernomyrdin estaba muy optimista y le dijo al finlandés que estaba
un 97 por ciento seguro de que usted va a venirse conmigo a Belgrado. La
reunión en Bonn, el centro de conferencias Petersberg sobre una colina con vista al río
Rin duró hasta las 4 de la mañana. Se acordó sobre todos los puntos importantes
el retiro serbio, el regreso de una fuerza simbólica para mantener los
contactos, el mandato de la ONU, la presencia predominante de la OTAN entre las fuerzas de
mantenimiento de la paz excepto un asuntopeliagudo: los asesores militares rusos y
Chernomyrdin rechazaban que la fuerza estuviera dirigida y controlada por la OTAN.
Chernomyrdin intentó un compromiso, proponiendo un comandante neutral de la fuerza, un
general finlandés, que operaría bajo mandato de la ONU. Quiero que usted se venga
conmigo mañana a Belgrado a ver a Milosevic y someterle este plan. Estoy seguro de que
esto va a terminar la guerra le dijo Chernomyrdin a Ahtisaari. Este es el
gesto que Milosevic necesita para aceptar los principios que acordamos en la reunión del
G-8. Es la única forma en que él puede aceptar tropas de la OTAN. Ahtisaari se
negó. Los norteamericanos no iban a aceptar ese plan, ni tampoco lo iban a hacer los
aliados europeos de la OTAN. Y la Unión Europea, después de haber declarado que la
misión de la OTAN y sus bombardeos eran necesarios y justificados, no iba a
elegir ahora una vía diferente.
Talbott hizo un señalamiento final y significativo. El presidente Clinton había
convocado para el día siguiente a una reunión con su Estado Mayor Conjunto para discutir
opciones de operaciones terrestres. A las 4 de la mañana del miércoles se tomaron un
descanso, y volvieron a reunirse a las 9.15. Chernomyrdin trató sin éxito de hablar por
teléfono con Yeltsin y decidió cortarse solo. Pasó por encima de los generales rusos
que lo acompañaban y aceptó la propuesta del finlandés de dejar los arreglos sobre el
comando futuro para consultas posteriores entre la OTAN y Rusia, dejando en un pie de
página la diferencia entre sus interpretaciones.
La última palabra
Eso ya era una posición común para que el ruso y el finlandés viajaran a Belgrado.
Talbott entonces informó a la Casa Blanca y a la OTAN que pensaba que era posible un
acuerdo condicionado con Milosevic, y que en caso contrario los generales rusos podían
convencer a Yeltsin de retirarle a Chernomyrdin su mandato como negociador.
Los aviones rusos y finlandeses que se dirigían a Belgrado fueron demorados por un raid
aéreo de la OTAN. Cuando aterrizaron, llevaron a los emisarios directamente a una
reunión con Milosevic, y Ahtisaari leyó los términos de la propuesta. Este era el
único acuerdo en oferta, enfatizó. Y él no tenía autoridad para mejorarlo. La opción
era aceptarlo ahora o sufrir más bombardeos y posiblemente una invasión
terrestre y aceptarlo luego. Milosevic hizo dos preguntas. ¿Sería la ONU la
autoridad en Kosovo en vez de la OTAN? Sí, dijo Ahtisaari, pero la OTAN tendría comando
operativo. La segunda pregunta fue sobre si el texto de Rambouillet, que Belgrado había
rechazado como un diktat, todavía era operativo. Ahtisaari replicó que
había sido superado por el acuerdo del G8, y Milosevic se reclinó con una semisonrisa.
Eso fue todo. No más preguntas, no más forcejeos. La pregunta sobre la acusación a
Milosevic por crímenes de guerra no fue planteada. Ahtisaari, exhausto, fue a acostarse,
diciendo que, cualquier cosa que los serbios decidieran, lo hicieran pronto, porque él no
se quedaría en Yugoslavia más allá de las 4 de la tarde del día siguiente. Esa noche,
Milosevic mantuvo una reunión con asesores y con otros líderes políticos serbios, que
acordaron convocar a una sesión extraordinaria del Parlamento nacional al día siguiente.
En ese punto, Ahtisaari se dio cuenta de que se trataba del momento decisivo; Milosevic
buscaba una cobertura política, fuera para aceptar o para rechazar.
En el matadero de Kosovo, los paracaidistas serbios estaban siendo liquidados,
sus morteros golpeados por aviones de guerra no bien abrían fuego, y el Cuerpo 52º de
artillería había perdido casi la mitad de sus armas. Milosevic había entrado en el
redil, y la OTAN había ganado su primera guerra. En Tirana estaban realizando el concurso
de belleza MissAlbania. Una refugiada kosovar de 19 años, Ara Mustafa, lo ganó. Y apenas
fue coronada, declaró: Esto es para mostrar que Albania y Kosovo son un pueblo, una
nación.
Traducción: Pablo Rodríguez y Claudio Uriarte.
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