Por Juan Sasturain
Al final
parecía un Registro Civil con dos casamientos, cuando se festejan simultáneamente en dos
extremos del mismo lugar por dos cuestiones diferentes, vuelan arroces de distinta marca
sobre diversos pares de cabezas entregadas al rito. Lo notable es que también por
debajo, apenas rascando un poquito o casi nada la imagen tenía algo de Sepelios
Clausura cuando, como en las casa de velorios colectivos, en cada extremo hay un silencio,
un dolor diferente.
Independiente celebró paternidad (la Historia) y violación (la Coyuntura), sintetizadas
en una frase un poco dura: Hoy te coge tu papá..., pero no pudo evitar la
sensación de ñata contra el vidrio cuando le dieron la vuelta tres cuartos de
giro, en realidad, hasta el borde cauto del área local en su cancha. Lo de la
hinchada de Boca fue como una película de Sandrini si cabe el golpe bajo en
que no se sabía si reír o llorar o las dos cosas. Lo sintomático fue que la bostería
de las gradas funcionó con corriente alternada y sólo gritó convencida (no de lo que
sentía sino de para qué servía) cuando estaba el pasto deshabitado: antes de empezar,
en el entretiempo y al final. Como si tuviera pudor, exactamente eso, de gritar Dale
campeón mientras los rojos sumaban goles como quien anota rayitas en un tablero que
podría haberles quedado chico.
Fue un partido bárbaro, en todos los sentidos menos en el peor, porque no fue violento.
Ni siquiera tuvo brusquedades que lo empañaran. Y en los primeros quince minutos,
sencillamente notable. No hubo un sólo foul hasta los ocho y medio y las dos infracciones
siguientes fueron los respectivos penales... Buenísimo: el foul fue literalmente el
recurso final, la emergencia cuando el toque siguiente era gol. Y no hubo golpes y
quebradas del trámite por dos factores. El más aparente y llamativo, el siga y
prosiga de Baldassi, que apostó por no cortar hasta que se cortaran. El más
significativo y saludable, la voluntad de jugar de todos los involucrados de pantalón
corto con el aval de los responsables externos de pantalón largo. Durante ese rato
tocaron y tocaron y se buscaron y no rifaron y no dividieron y no friccionaron. Como si
dijeran el hoy y sólo por hoy de una promesa de reforma personal, fueron y vinieron con
las mismas ganas y suerte diversa y similar intención de llegar sin cuidarse o de no
cuidarse primero al menos. Ni siquiera los arqueros la voleaban; ni siquiera el Mellizo
protestaba...
Aunque el partido no mantuvo esa calidad técnica y emotiva durante todo su desarrollo, se
sostuvo para ser excelente. Y en eso fue fundamental la actuación de Independiente. Sobre
todo porque le funcionaron como nunca las zonas en las que suele pagar caro sus
desatenciones: el fondo y la definición. Ayer los de Menotti tuvieron a Rotchen y Milito
impecables, al Avión con las alas desplegadas y a un resistido Cristian Díaz que
parecía Roberto Carlos... Si Scoponi jugó con las manos puestas y la cabeza en su lugar,
es comprensible que Boca que llegó varias veces haya tenido dificultades para
convertir. En el medio, los rojos tuvieron a todos enchufados: y eran muchos. Porque si la
única punta ortodoxa era Calderón, el hombre del partido también se echó atrás y se
juntó a conversar con los que venían. Y todos venían (laterales incluidos). Excepto el
compensador Cascini, el resto era definidor potencial al menos de las jugadas
de ataque. La primera media hora del turco Hanuch fue perfecta; el partido entero del
Cuchu Cambiasso, para un cuadrito. Y Garnero, que sólo falló en la resolución; y
López, que estuvo precisamente ahí. Lo de Calderón no se explica sin la chapa puesta:
hizo tres; uno de toque acompañando la mandada de Díaz; otro de penal después de
intervenir en la jugada previa; el último, de iluminación y justeza. Cuando se dice
misil se dice lo que hizo Calderón ayer a los 29 del segundo.
Boca se consagró bicampeón prácticamente en el momento en que le embocaban el segundo:
a las 17.19 del 6 de junio entró en la inmortalidad y en su doble mítica vertiente:
Infierno y Paraíso, simultáneamente. Pero es sabido que el Infierno no sólo es más
temido sino más creíble, porque se parece mucho a lo que uno ya conoce. Es mucho más
difícil imaginarse elParaíso. Y Boca no tuvo ayer imaginación suficiente.
Mordió el quinoto, el fruto agridulce del bien y del mal en un mismo minuto y después ya
no supo seguir. No es cierto que sus jugadores hayan entrado desconcentrados o sin
motivación. Entraron a jugar y sin jugar mal no jugaron tan bien como
Independiente, aunque durante el último tramo del primer tiempo, por ejemplo, anduvieron
mejor que en partidos que ganaron con comodidad. Ayer, al equipo de Bianchi lo superaron
en juego y contundencia y, además, no se le dio ninguna de las que suelen o solían:
hacer goles en los minutos clave, no desaprovechar oportunidades y convertir en tantos
jugadas azarosas... Nada de eso: Palermo tiró un penal como un muñequito de metegol y
una hermosa jugada colectiva a fines del primer tiempo terminó en un tirito así. Las
oportunidades desaprovechadas del segundo no se cuentan (Barijho, líder) porque había
algo de cosa juzgada en su contexto: era tarde para todo.
Boca perdió sin sorpresa porque de salida fue menos: por el previsible agujero que dejaba
la zona Basualdo-Matellán que no se iban pero tampoco paraban, se mandaron los rojos; por
el imprevisto agujero que dejaban Cagna-Arruabarrena (que se iban, ellos sí) se mandaban
Garnero-Hanuch, y todos lastimaban. Y Calderón no estaba en el área, no les regalaba la
nuca ni a Samuel ni a Bermúdez. Venía con la pelota o bajaba diez metros a recibir.
Siempre fue un problema. Palermo tampoco estaba en el área, casi ni en la cancha: ése
fue otro problema. Porque Riquelme jugó bien, Cagna corrió mucho, Battaglia cumplió y
Guillermo tuvo un buen partido comparado con los últimos. Faltó la contundencia, el
rendimiento colectivo y la convicción que tuvieron los de Menotti. Los penales son un
ejemplo.
Los cambios no sirvieron. Barijho no abrió la cancha ni el arco de Scoponi y el hueco por
derecha se agrandó. Lo de Navas fue tardío y debió salir (Oh Bianchi, ganando y
perdiendo en su ley) Basualdo. Pero no. El 04 fue demasiado no por el trámite sino por
las circunstancias: la virginidad, el invicto, se suele o solía perder dicen
después de una fiesta, un casamiento más o menos glorioso. Pero después, cuatro en una
noche es demasiado. Incluso para hombres grandes, curtidos. Tal vez por eso a la sonrisa
de Boca no le faltó el lagrimón.
Hablaron el técnico y el presidente de Boca
Celebremos, porque nos costó mucho llegar acá
Por Facundo Martínez
La amargura por la
goleada de Independiente duró poco porque la gente de Boca quería festejar. Festejar,
como sea, el bicampeonato. En la casa del verdugo, en el Obelisco o en la propia Bombonera
en un principio ajena, cerrada. ¿Cómo festejar dos campeonatos? Los
jugadores dieron una vuelta olímpica, mejor dicho media, atravesada por piedras,
encendedores, palos y escupidas, que arrojaban los locales. Después corrieron hacia el
vestuario, hacia el micro, hacia la Bombonera y, finalmente, hacia el hotel, para brindar.
El técnico Carlos Bianchi se subió al auto del presidente de Boca, Mauricio Macri, para
llegar más rápido a la Boca, a la conferencia del prensa. Entre los gritos y aplausos de
los dirigentes y sus invitados de lujo, los dos personajes se sentaron frente a los
micrófonos. La gente, desde afuera, hacía fuerza para que los guardianes les abrieran el
portón del club.
Nos hemos consagrado nuevamente campeones. Quiero felicitar al cuerpo técnico, a
nuestros jugadores. Este triunfo nos tiene que servir para consolidar esta forma de
trabajo, este orden interno, dijo Macri, antes de que le preguntaran algo. Hoy
somos bicampeones y lo podemos decir, habló Bianchi, y enseguida agregó:
Ante todo, dentro de esta alegría, tengo que resaltar la producción de
Independiente, que hizo un gran partido, le jugó a Boca de igual a igual y ganó
merecidamente.
Desde el segundo piso del estadio, se escuchaban los gritos de la gente más fuertes, más
cercanos. Alguien se asomó por la ventana. Entraron. Los hinchas saltaron el portón para
copar el estacionamiento. Otros hinchas, mientras, eligieron el Obelisco; muchos de ellos,
con banderas.
El primer título llegó por el trabajo del equipo, por la actitud, y el segundo por
lo mismo. Ahora, en este momento, tenemos que pensar que por suerte se perdió el invicto.
Ahora vamos a tener que pensar sólo en el próximo campeonato y en la Copa Mercosur,
porque vamos a jugar las dos cosas, contestó Bianchi. Y Macri advierte: Es
importante que festejemos con tranquilidad. Es importante que celebremos porque nos costó
mucho llegar a este punto, dijo.
La pregunta sobre la continuidad de Bianchi no se hizo esperar. La conversación
previa es clara. El quiere seguir trabajando en Boca y nosotros queremos que él siga
trabajando en Boca. Cuando termine el campeonato, como él pidió, nos vamos a sentar a
hablar. Yo tengo mucha confianza, a pesar de las restricciones económicas con las que nos
manejamos porque el orden comienza cuando no gastamos lo que no tenemos- de que
vamos a llegar a un acuerdo, contestó Macri.
A esta altura, los hinchas, la familia boquense, ya había ganado la cancha
entrando a la fuerza por una puerta lateral. La fiesta se expandió por todas partes.
En la Boca, los colombianos Oscar Córdoba y Mauricio Serna explicaron el partido y
hablaron de este momento de Boca. Se sintió el alivio de un resultado positivo, y
por eso nos costó concentrarnos rápido. Pero estamos en paz con nosotros y con la
hinchada. Estamos en paz con todo el mundo, manifestó Córdoba. En tanto que Serna
comentó: Siento una gran felicidad. Nunca me imaginé que les íbamos a regalar dos
vueltas a toda esta hinchada.
La gente siguió cantando y bailando, los dos jugadores se subieron al micro donde los
demás los esperaban, camino al brindis y a la historia.
Me quedo con cualquier
gol de Román
Por F. M.
Cuando Bianchi llegó a Boca no prometió ningún título. En un año consiguió dos. El
entrenador dice que su responsabilidad es de un 20 o un 30 por ciento sobre la producción
del equipo y que la fuerza de Boca es el grupo y la actitud positiva que le posibilitó
tener cierta regularidad. Este Boca no tuvo la ansiedad del año pasado. Supo
manejar los partidos, con más experiencia. El año pasado todos decían que éramos
Palermo dependientes, este año empezaron diciendo que éramos Guillermo dependientes,
pero yo digo que la fuerza de Boca la hace el conjunto porque cada uno sabe muy bien cuál
es el rol que tiene que cumplir, y eso hace que lo verdaderamente poderoso sea el equipo.
Aunque hay jugadores que en un momento pueden mostrar más sus virtudes. El año pasado
Martín (Palermo) demostró más claridad que este campeonato, comentó ayer
Bianchi. El entrenador también eligió un partido del torneo: el de River. El
partido en que el equipo más demostró su personalidad y sus ganas de salir
campeón, dijo.
Por último llegó el turno de la figura. Bianchi no quiso dar nombres antes, cuando este
cronista se lo preguntó, después lo hizo, indirectamente, cuando le tocó elegir el gol
del campeonato: Cualquier gol de Román (Riquelme), no sé cuál, alguno de los
goles de Román. Todos fueron lindos, acotó el entrenador. |
INDEPENDIENTE 4 - BOCA 0
Cancha: Estadio Olímpico de
Córdoba.
Arbitro: Sergio Pezzotta.
Cambios: 54m Cabrera por Villarreal (T), 72m Lillo por Fernández (T),
77m Oliva por Zelaya (T).
Recaudación: 1.182.415 pesos.
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Triunfo en toda la cancha
* Talleres salió a presionar y Boca no se sintió menos. Por
eso el partido se planteó en principio de ida y vuelta, de área a área, con mucho
vértigo y pérdidas de pelota. Boca regaló el medio hasta que Traverso logró encontrar
su posición y entonces emparejó.
* La producción de Boca fue intermitente. Por momentos se desordenó y, de a ratos,
aparecía el equipo en toda su dimensión, sobre todo cuando Riquelme, como siempre,
hacía la luz.
* En el segundo tiempo, ya frente a un Boca agrandado, Talleres cedió en su ímpetu y
eligió jugar de contragolpe. Yendo a buscar, Boca fue más y mejor en calidad y cantidad,
pero se complicó en 3/4 de cancha. Abroquelados en el fondo, los cordobeses salieron en
corridas vertiginosas y alcanzaron algún mano a mano que pudo ser definitorio.
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