Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


LOS TUCUMANOS ELIGIERON SEGUIR BAJO EL MANDO DE LOS BUSSI
Votos para seguir en el pasado

Ricardo Bussi será el gobernador de la provincia. Sucede a su padre, el represor. La Alianza y el PJ discutían anoche por el segundo lugar en el lento escrutinio, pero reconocieron el triunfo de Fuerza Republicana.

na03fo01.jpg (8275 bytes)

Por Felipe Yapur
Desde Tucumán

t.gif (862 bytes) Tal como se preveía, aunque todavía sigue siendo incomprensible, los tucumanos siguen votando a la familia Bussi, que una vez más triunfó en Tucumán. Sin datos oficiales y sólo con encuestas de boca de urna, todos los contrincantes reconocieron el triunfo de Ricardo Bussi. Mientras tanto, el peronista Julio Miranda y el aliancista Rodolfo Campero se peleaban bajo la influencia de lo que parecía ser el síndrome Carlos Reutemann: los dos juraban ser segundos y se achacaban mutuamente la responsabilidad del triunfo republicano. Sin embargo, al cierre de esta edición, los datos oficiales, con apenas 7 por ciento de las mesas escrutadas, daban una ventaja al PJ de diez puntos.
Más allá de que los datos que salían del Correo era guarismos que favorecían al justicialismo, los popes del bussismo parecían no estar preocupados. Pablo Walter, un legislador muy cercano a Ricardito, aseguró que “en el interior, sobre todo en el este tucumano, hay pocos sublemas y el peronismo es fuerte, pero en la capital somos más fuertes y allí se verá la diferencia”.
Sin embargo, y con anuncios que decían que la dinastía Bussi se perpetúa caprichosamente en Tucumán, no hubo festejos. El propio Bussi ordenó a sus subalternos la presencia de simpatizantes en la sede partidaria y en la casa de gobierno. Pero el ex dictador se quedó con las ganas. En el bunker apenas un centenar de republicanos se hizo presente y en la plaza Independencia brillaron por su ausencia. Claro que muchos hinchas de Boca Juniors les ganaron de mano a los pocos bussistas y utilizaron la plaza para dar vueltas olímpicas y las escaleras de la casa de gobierno para mandar saludos a los hinchas de River y en un momento todos, algo más de 800 personas, decidieron darse vuelta y mandaron un mensaje al general a los gritos: “Asesino, asesino”, fue primero y después “milico hijo de puta, la puta que te parió”. Esto fue decisivo, el ex represor dijo que no saldrá al balcón y su hijo asintió.
De todas formas los operadores bussistas seguían insistiendo en que las huestes del gobernador estaban por llegar, “una vez que toda esta gente se vaya el general saldrá”, aseguró tibiamente el secretario de Información Pública, Eduardo Komaid. Pero parecía que la multitud bussista era conducida por el recordado general Alais. La hinchada boquense vernácula nunca se retiró; de todas formas, el jefe de policía, Roberto Véliz, tenía en el primer piso de la sede gubernamental un destacamento antimotines listo para evitar cualquier tipo de desorden. Véliz estaba presto, seguramente porque le debe mucho al general. Por ejemplo, el jefe policial tiene a su esposa como candidata a legisladora por un sublema de Fuerza Republicana.
Igualmente, el gobernador ordenó que los fuegos artificiales preparados se lanzaran. “Hay demostrar que Tucumán está alegre”, confesó un operador bussista. Sin embargo, las calles del microcentro estaban prácticamente vacías; sólo algunos fanáticos boquenses continuaban por las calles gritando sus loas al equipo de sus amores. En la sede del Correo, en tanto, no había nadie. Allí estaba el centro de cómputos oficial de la elección. Hasta las 21 prácticamente los representantes del PJ y la Alianza se habían retirado, pero con el correr de las horas varios tuvieron que volver.
El primero en reconocer el triunfo bussista fue el candidato de la Alianza, Rodolfo Campero: “No puedo evitar mi tristeza, considero que los tucumanos se perdieron de elegir al mejor gobernador para la provincia”. Esta frase enervó a varios de los asesores del candidato. Muchos de ellos sostenían que era “demasiado temprano para abrir la boca”. Pero eso a Campero parecía no importarle. Hablaba con cuanto medio periodístico se acercaba y hasta llegó a compartir una nota en vivo por una radio localcon Bussi junior: “Le deseo suerte en su gestión”, dijo el radical y pareció dolerle escuchar que el electo gobernador le decía que lo convocaba para poder sacar adelante a la provincia.
Campero luego elaboró una teoría que parecía consolarlo: “Tucumán se dividió en tres, los dos tercios de la población no apoya a Bussi. Y eso es importante”.
El peronismo, en tanto, manejaba siempre sus declaraciones en potencial. Miranda dijo que “habría ganado Fuerza Republicana, al menos así dicen las encuestas”, y se retiró. “Me resisto a reconocer el triunfo de Bussi de acuerdo a las bocas de urna”, aseguró Sisto Terán, el candidato a vicegobernador. De todas formas, cuando los primeros resultados oficiales comenzaron a darles una leve ventaja todos, incluido Julio Miranda, volvieron al bunker para escuchar, con cierta esperanza, que las preferencias tucumanas podían retornar al legendario partido de Perón.
La ciudad tucumana se fue a dormir con datos contradictorios. Tanto Bussi padre como hijo aseguraron que eran los triunfadores, pero con cifras extraídas de encuestas realizadas en bocas de urna. Pero después, con los primeros datos oficiales, los dirigentes de los partidos democráticos comenzaron a tener una luz de esperanza. Pero esto recién comenzará a dilucidarse con el correr de los días, cuando se determine exactamente cuántos votos sacaron los casi dos mil sublemas que se presentaron.


EL CONSUELO DE LA ALIANZA Y EL PJ
La lucha por ser subcampeón

Por F. Y.
Desde Tucumán

t.gif (862 bytes) Mientras en la casa de gobierno el bussismo festejaba su continuidad en el gobierno, en losna03fo02.jpg (8303 bytes) diferentes bunkers de la oposición el clima era diametralmente opuesto. Los hombres de la Alianza observaban sus propios resultados de boca de urna y se jactaban de ser el segundo partido provincial. Pero los justicialistas no se quedaban atrás y ellos también juraban que eran la segunda fuerza. Como si lo más importante fuera saber quién había perdido menos, la oposición comenzó anoche una pelea absurda.
El justicialismo fue un poco más allá al sostener que el responsable del triunfo bussista es la Alianza: “Si ellos hubieran aceptado nuestra propuesta que les hicimos llegar en diciembre de unirnos en un gran frente hoy la historia sería totalmente diferente”, aseguró Julio Miranda, quien además sostuvo, obviamente, que el PJ es segundo partido de la provincia. En cambio, uno de los operadores, por lo bajo, le preguntaba a un compañero: “Le echamos la culpa a la Alianza. Nosotros llevamos a un ex Ucedé y a un ex bussista. ¿Me querés decir cómo hacíamos para ganar?”. Sisto Terán, por su lado, acusó al gobierno nacional de apoyar al ex represor: “El hombre que más apoyó a Bussi fue Carlos Corach. Primero con los ATN y después recibiéndolo en la Casa Rosada junto al presidente Carlos Menem. Allí también están los responsables de nuestra derrota”.
El candidato de la Alianza no se amedrentó y señaló a este diario que “salí segundo, parezco (Carlos) Reutemann, pero estoy seguro de que Tucumán perdió un gran gobernador”. En cuanto a los dichos del justicialismo prefirió no opinar: “Ellos que digan lo que quieran, los resultados demostrarán que la Alianza creció, está segunda y que más temprano que tarde seremos gobierno”.
Campero era la imagen de la desilusión: “No entiendo, la verdad que no entiendo por qué los tucumanos prefieren a estos personajes. Yo no puedo decir que el pueblo se equivocó pero algo hay que hacer”. El lamento generalizado de los opositores tenía un premio consuelo, la lucha por el segundo lugar.



OPINIÓN

Alianzas

Por Horacio Verbitsky

t.gif (862 bytes)  Ni el medio centenar de secuestros ocurridos cuando el viejo Bussi fue al mismo tiempo interventor federal y jefe militar de la provincia, ni el índice de desocupación que bajo su segunda administración superó al ya altísimo promedio nacional, ni el último puesto que Tucumán ocupó en la última prueba nacional de calidad educativa, ni el primero que alcanzó en la medición de mortalidad infantil, ni la falta grave al honor militar por la que el Ejército lo sancionó, ni las lágrimas que virtió cuando se supo que había ocultado sus cuentas bancarias, ni el juicio político en el que sólo faltaron tres votos para los dos tercios que lo hubieran destituido, ni la duplicación de la deuda pública durante su gobierno, ni la falsificación del domicilio en Tucumán para ser candidato impidieron que al menos un tercio de la ciudadanía tucumana consagrara gobernador a Baby Bussi.

El sistema electoral tucumano devino uno de los más complicados del mundo. Más de 1.500 sublemas postularon a unos 40.000 candidatos, esperanzados con el salvador empleo público y uno de ellos hizo campaña con esta pregunta tremenda: "¿Entre tantos payasos, por qué no uno verdadero?". Por el contrario, el debate ideológico se ha simplificado hasta niveles tropicales: "Dios es republicano", proclamó Bussi, "Dios es de todos" le contestó el senador Julio Miranda. Ambos fenómenos responden a la misma causa que el resultado de los comicios. La desintegración de la economía basada en el monocultivo de caña y la producción primaria de azúcar han provocado en Tucumán un retroceso profundo. La desindustrialización, la desproletarización, la pauperización de las clases medias, la destrucción del sindicalismo, el exilio de los intelectuales y la supresión brutal de todo pensamiento crítico, por no decir rebelde, son efectos duraderos de la dictadura militar.

Pero aun así, dos tercios del electorado votaron en contra de la continuidad de la dinastía implantada hace casi un cuarto de siglo por la fuerza. Es decir que las transformaciones estructurales padecidas son explicación necesaria pero no suficiente de lo sucedido. Además hay responsabilidades de los grandes partidos nacionales, que también interesan al resto del país. De la Rúa cerró la campaña de la Alianza fustigando a Menem, Duhalde cerró la de su partido con pullas a De la Rúa, Menem recibió a Bussi y le remitió los millones necesarios para pagar sueldos atrasados en la semana previa a las elecciones. Anoche, mientras los forzudos republicanos celebraban la victoria, tanto el Partido Justicialista como la Alianza conducida por la Unión Cívica Radical se atribuían el segundo puesto. Es obvio que ni unos ni otros sienten vergüenza por la victoria de Bussi y sólo les preocupa su confrontación nacional de octubre, como si Tucumán fuera otro país. Lejos de ello, es un espejo en el que la Argentina debe mirarse porque le devuelve su rostro con cruel fidelidad. Por eso, cada día tiene menor interés preguntarse qué cambiaría si ganara la presidencia una u otra de las fuerzas que en Tucumán fueron incapaces de aliarse para volver a encerrar en la botella a los genios desatados.

 

PRINCIPAL