Por Diego Fischerman El gaitero
moviendo sus dedos como si se tratara de la palanca de vibrato de una guitarra eléctrica
era algo con la elocuencia suficiente. El final parecía de heavy-metal. Ya habían pasado
dos bises y una hora y media a través de todos los climas y todas las mezclas posibles.
Pero lo que quedaba claro era que nada estaba más lejos de la moda celta que lo que el
gallego Carlos Núñez acababa de brindar sobre el escenario.
En su tercera visita a Buenos Aires, la máxima estrella actual de la música gallega, el
mismo al que los ilustres irlandeses de The Chieftains invitaron a sus giras y a grabar
con ellos, demostró que ese estrecho molde tan cercano a la new age y a las supuestas
estéticas de la meditación y el estatismo, ya le queda demasiado chico. Música celta
sí, pero de actitudes contemplativas, nada. Núñez, junto a un grupo de cinco
instrumentistas que incluyó un guitarrista flamenco y un notable percusionista de 18
años (Xurxo Núñez, hermano de Carlos), paseó por muñeiras, formas a mitad de camino
entre los melismas del sur mediterráneo y el norte irlandés e, incluso, un
Libertango de Piazzolla junto al grupo argentino Los cosos de al Lao y una
sorprendente La cumparsita, primero en flauta dulce y, al final, en gaita.
También estuvo la cantante Silvia Iriondo, primero en una chaya que acompañaron Núñez
y grupo y, luego, en el bellísimo romance sefardí A lavandeira da noite, que
en el último disco de Núñez (Os amores libres) canta la israelí Noa algo así
como la protegida artística del guitarrista Pat Metheny. Y, rematando la fiesta,
León Gieco. Un emotivo homenaje a Víctor Jara y Sólo le pido a Dios, para
el que pidió que no hubiera palmas porque no es una canción festiva y porque hay
en este momento guerras terribles en el mundo, cerraron el círculo. Un círculo en
el que la tradición celta de la música gallega es apenas el punto de partida para tejer
los mapas musicales más diversos. En una entrevista con Página/12 advertía acerca del
peligro de los purismos estéticos y de la utilización de la música celta por los
partidos de la extrema derecha europea. Aquí pudo verse que lo suyo no es una mera
declaración de intenciones.
Está, por supuesto, el conocimiento profundo de las características estilísticas del
folklore gallego. Está, también, el más absoluto respeto por esas tradiciones. Pero,
además, hay espíritu de libertad. Si las culturas se construyen, sobre todo, con las
mezclas, con los cruces, las impurezas y los mestizajes, allí es donde Núñez apuesta
con fuerza. Es posible que mucha de su música no condiga con escenas de princesas
medievales cabalgando en cámara lenta por míticos bosques. Seguramente, para quienes
creen que el folklore celta es inalterable y defienden la idea de la pureza, Núñez debe
ser una especie de traidor. Su música, por suerte, va mucho más allá. Por un lado,
cuentan su extraordinario virtuosismo instrumental y su notable manera de frasear. Por
otro, un gusto por el riesgo y por la experimentación que lo llevan a convertir ese viejo
conjunto de saberes populares que es la música gallega, en un auténtico lenguaje
contemporáneo.
CARLOS
NUÑES |
9
PUNTOS |
Carlos Núñez presenta
Os Amores Libres
Carlos Núñez: flautas dulces y gaita, Pancho Alvarez: bozouki, mandolina, guitarra,
violín y canto, Isabel Sanjuan: violín, Cris Gándara: contrabajo y bajo eléctrico,
Xurxo Núñez: batería, percusión y teclados y Luis Robisco: guitarra flamenca.
Invitados: León Gieco, Los cosos de al Lao y Silvia Iriondo.
Teatro Coliseo. Viernes 4 y sábado 5. |
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