Por Eduardo Videla ¿Cómo puede
resolverse con éxito y sin mayores costos un caso de toma de rehenes? La primera medida
debe ser la negociación. El juez debe conducir el procedimiento pero jamás debe
exponerse como mediador y el diálogo, en todos los casos, debe hacerse en forma
telefónica, nunca personal. La idea es convencer a los captores o, a lo sumo, ganar
tiempo, producir un desgaste. Y como última carta, queda la intervención de una fuerza
de elite. Las recomendaciones formaron parte de un simposio destinado a jueces y fiscales,
que organizó la delegación local de la Droug Enforcement Agency (DEA), con
participación de oficiales de las policías Federal y bonaerense, especializados en
resolución de situaciones de crisis. Del encuentro participaron unos cincuenta
funcionarios judiciales y entre los asistentes se detectó la presencia del juez federal
de Dolores Hernán Bernasconi y del célebre agente vernáculo de la DEA, Carlos Sauvignon
Belgrano.
La clase especial para magistrados, que se llevó a cabo días atrás en la
ciudad de Buenos Aires, contempló incluso la dramatización de tres casos de toma de
rehenes. Fue muy interesante para los jueces, porque se instruyó sobre temas muy
actuales, que hasta ahora no se habían trabajado en la Justicia, dijo a Página/12
el juez Horacio Prack, presidente de la Cámara Federal de San Martín, uno de los
participantes en el encuentro.
El curso fue promovido por el titular de la delegación local de la DEA, Abel Reinoso, con
la intención de transmitir las experiencias que se aplican ante este tipo de casos
en los Estados Unidos, según explicó a este diario un alto oficial del Grupo
Especial de Operaciones Federales (GEOF) de la Policía Federal. Oficiales de ese cuerpo,
que hicieron el curso de Negociación en crisis con rehenes, organizados por
el Departamento de Justicia norteamericano en Button Rouge, Lousiana, participaron de las
explicaciones.
¿Por qué el juez no debe convertirse en mediador? Primero, porque él mismo puede
convertirse en rehén. El juez es el que toma las decisiones, por eso debe
preservarse, explicó el oficial del GEOF. Además, el objetivo del negociador
debe ser ganar tiempo: no puede tomar decisiones, debe consultar todo con el juez. Esto
contribuye a que transcurra el tiempo, lo que provoca un desgaste en los captores,
agregó el juez de instrucción porteño Héctor Yrimia, otro de los asistentes al curso.
El encuentro fue sumamente útil para Yrimia, quien el 23 de abril de 1996 se puso al
frente de la negociación durante un motín con toma de rehenes en la cárcel de Villa
Devoto. En ese caso todo salió bien, recuperamos a 9 rehenes, pero todo pudo haber
sido distinto, reconoció el juez, quien asegura que ahora actuaría de otra manera:
Llamaría al personal entrenado de la Policía Federal o del grupo Halcón de la
bonaerense, dijo.
Un caso similar, ocurrido en una empresa de computación del barrio de San Telmo, el año
pasado, fue analizado por el oficial del GEOF. En esa ocasión, dos comisarios
negociaron directamente con los captores. Entraron desarmados y fueron, por un momento,
rehenes virtuales, cuestionó el jefe policial.
Lo primero es conocer la personalidad del líder, saber si se trata de un
psicópata, si es un individuo reflexivo o si es alguien que está jugado, dispuesto a
todo. El juez debe conformar un comité de crisis, integrado por sus secretarios y por el
personal especializado de la policía. Tiene que estar al tanto de la negociación, para
decidir cuál es el momento justo para contactar al grupo operativo, cuando el diálogo se
corta, relató el juez Prack.
Para un oficial del grupo Halcón, de la policía bonaerense, no cabe la opción de que
los captores puedan escapar, como ocurrió meses atrás con dos menores en San Isidro (ver
aparte). Lo primero es la negociación, pero si no prospera, nosotros le sugerimos
al juez el asalto táctico,dijo. Esta acción no implica necesariamente la muerte de
los asaltantes sino su neutralización, a través de impactos de bala precisos que
no tienen por que ser mortales, aclaró el oficial.
Durante la charla se analizaron casos internacionales, como la toma de rehenes en la
embajada de Japón en Lima, el asalto al Tribunal de Justicia en Colombia y la legendaria
masacre de atletas israelíes durante las Olimpíadas de Munich. También se difundieron
videos de asaltos a comercios en los Estados Unidos, donde se pudo ver la violencia
con que actúan los asaltantes cuando están bajo los efectos de las drogas,
recordó uno de los asistentes.
NEGOCIACIONES POR TELEVISION YA SON COSTUMBRE
Cuando todo sale mal, la TV
En los últimos
tiempos, ellos tienen las cosas bien organizadas. Plan A: robar y escapar. Pero si las
cosas se complican y aparece la policía, tienen a mano el plan B: la toma de rehenes. En
muchos casos, incluso aparece una tercera posibilidad: la presencia de las cámaras de
televisión para poder negociar con la policía o la Justicia. Y casi siempre se entregan.
El único caso, en los últimos años, en que una jueza dejó libre a tres delincuentes
para proteger la vida de los rehenes levantó polémica. Para algunos policías actuó
mal, pero jueces y abogados la apoyaron.
La televisión entró en escena el 2 de setiembre del 98. El canal Todo Noticias
transmitió desde las oficinas céntricas de la empresa Cubana de Aviación, durante
aproximadamente una hora. Cuatro asaltantes tomaron a 11 personas como rehenes y se
alzaron con 25.000 pesos. Pero cuando la Policía Federal cercó el edificio, los ladrones
cambiaron de plan: decidieron llamar a la tele. Hablaron con el conductor de TN y el jefe
de la superintendencia metropolitana y les pidieron la presencia de un juez y de la TV
para garantizar su entrega. Y así se cumplió.
Veinte días después, también en el centro porteño, le tocó a la agencia Giras
Turismo. Una banda, comandada por una enérgica chica de 22 años, robó el local. Cuando
apareció la policía, se atrincheraron y mantuvieron a siete personas como rehenes
durante casi una hora. El jefe de comisarías, Carlos Navedo, negoció con la banda,
mientras las cámaras de América TV seguían las tratativas desde el pasillo. Finalmente,
se entregaron cuando llegó el juez. Pocos días más tarde, el escenario fue el
laboratorio Barcat, de Loma Hermosa. Tres hombres armados entraron al lugar y controlaron
a las 18 personas que estaban adentro. Pero cuando llegó la policía el guión volvió a
repetirse. Pidieron la presencia de un fiscal y la de una cámara. Y otra vez TN
acompañó la espectacular entrega. Pero este año, las cosas fueron diferentes. El 9 de
marzo, tres menores de edad entraron a robar a una casa en San Fernando. Tomaron como
rehenes a María Esther Ure y a su hija, de 14 años, y pidieron la presencia de un juez y
de una cámara de TV, pero no para entregarse sino para escapar. Ante imposibilidad de
negociar, la jueza María Cristina Piva de Argüelles decidió aceptar su pedido: dejó
que las rehenes, junto con el secretario de juzgado, los acercaran en auto a la villa La
Cava y los dejaran libres.
EL TESTIMONIO DE UN HOMBRE TOMADO COMO REHEN
Ellos discutían si iban a matarme
Por P.L.
Aunque uno trate de disimularlo, después de una cosa así ya no es la misma
persona, confiesa el médico Pablo Maldonado, de 38 años. El 8 de enero del año
pasado, él llegaba a su lugar de trabajo, la Clínica Privada Vaccarini, en la ciudad de
La Plata, cuando dos hombres lo tomaron por los brazos y le pusieron un arma en la cabeza.
Sus captores terminaban de asaltar la clínica. Lo empujaron hacia su propio auto, lo
obligaron a tirarse en el asiento trasero y emprendieron la huida. Recorrieron toda
la ciudad y, cuando llegaron a Gonnet, se prendió una luz roja del tablero porque estaba
por terminarse la nafta y decidieron abandonar el auto recuerda Maldonado.
Pararon debajo de un puente. Estaba bastante oscuro, y fue el momento más terrible porque
se pusieron a discutir si me dejaban vivo o me mataban.
Uno le decía al otro que era mejor matarme porque yo podía gritar cuando se fueran
a pie, yo podía pedir auxilio y había casas cerca. El otro dudaba.
Yo los escuchaba discutir. Estaba agachado en el asiento trasero. Les hablé. Les
dije que era médico, les dije que yo había colaborado, que no había tratado de
escaparme. Me sentía muy tranquilo. Les mostré que no tenía sentido matar a una
persona; ellos ya habían robado la clínica, no los habían agarrado, no tenía sentido
matar.
Bajaron del auto. Tenían las armas en la mano, yo no sabía qué iban a hacer.
Salieron corriendo, y a cincuenta metros me tiraron la llave.
Después estuve angustiado muchos meses. Llegaba a casa, me sentía mal. Me hizo
bien hablar con un conocido, a él le había pasado algo parecido y dijo que me quedara
tranquilo, que pasa mucho tiempo hasta que uno lo supera.
Ya pasó más de un año y no soy el mismo: cada vez que llego a casa, miro
alrededor. Cierro las puertas. Yo sigo trabajando, voy a los lugares habituales, pero
evito los descampados; cuando voy con el auto a la noche no me detengo en los semáforos
en rojo por miedo a que alguien se suba. Es que uno ya no es la misma persona.
|