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TRIUNFO LA OPOSICION EN LAS ELECCIONES INDONESIAS
Cuando 130 millones dicen no

Por primera vez en cuatro décadas, 130 millones de indonesiosvotaron en elecciones democráticas. Parece segura la victoria de Sukarnoputri, líder de la oposición al régimen de Suharto.

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El País
de Madrid

Por Ricardo M. de Rituerto
Desde Yakarta

t.gif (862 bytes)  Los indonesios votaron ayer masivamente en las primeras elecciones democráticas desde 1955. Todos los votos fueron un no al continuismo del régimen. Incluso votantes de otros partidos daban por sentada la victoria del Partido Demócrata de Indonesia por la Lucha (PDI-P) de Megawati Sukarnoputri, hija del líder tercermundista Sukarno depuesto en 1965. La jornadana19fo02.jpg (12427 bytes) remató una campaña que se temió provocara un baño de sangre en un país sacudido desde hace un año por tensiones étnicas y religiosas que han costado miles de vidas. Hasta el ex presidente Suharto, que gobernó el país durante 32 años sin permitir una discrepancia, se acercó a las urnas acompañado de su eterna sonrisa. Los resultados oficiales para elegir 462 de los 500 diputados de la Cámara baja indonesia tardarán días, si no semanas, en saberse y los primeros resultados parciales eran esperados para anoche con la advertencia de que no debían tomarse como firme indicación de lo que finalmente fuera a ocurrir, dada la complejidad de este país de 210 millones de habitantes, más de 17.000 islas y decenas de etnias. Fuentes del PDI-P, sin embargo, adelantaban anoche una espectacular victoria de su partido, al que atribuían un 45 por ciento de los sufragios, superior incluso a lo previsto por los sondeos más optimistas. Las fuentes oficiales de la Comisión Electoral recomendaban la máxima prudencia. Un porcentaje de esas proporciones debería garantizar la presidencia del país, el objetivo último de esta consulta, a Megawati. Los principales candidatos votaron pronto. Megawati, con mucho aplomo, apenas esbozando una sonrisa; el presidente Yusuf Habibie, gesticulando, como siempre, y el ex presidente Suharto apenas tuvo que cruzar la calle ante su casa: “He venido, como el resto de los indonesios, a ejercer mi derecho al voto”. En Yakarta y el Gran Yakarta, la votación fue masiva. Por una de las urnas de Meruya Utara, una localidad a 20 kilómetros del centro de la capital, a mediodía, dos horas antes del cierre, ya había pasado el 90 por ciento de los electores registrados. En esa urna ganó el PDI-P, por delante de los partidos de inspiración musulmana. El gubernamental Golkar, la máquina electoral de Suharto, quedó en nada: chapoteaba en un mar de corrupción, tráfico de influencias y nepotismo. A unos kilómetros de allí, una urbanización de lujo habitada por chinos y protegida por barreras y puntiagudas verjas tenía tres urnas. La participación fue masiva. En una de ellas se estuvo votando hasta las 16.30, dos horas y media más de lo previsto, circunstancia que la ley permite mientras haya cola para votar. Los chinos, el chivo expiatorio de todas las frustraciones de los indonesios, se agarraron al secularismo de Megawati como a un clavo ardiendo. En torno del 85 por ciento de ellos votaron al PDI. El magnetismo de las urnas no funcionó en la secesionista Aceh, que ocupa el norte de la isla de Sumatra, ni en Timor Oriental, también pendiente de su separación de Indonesia en referéndum previsto para dentro de dos meses.

 

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