Por Maximiliano Montenegro Diariamente mueren en
Argentina 47 chicos menores de cinco años, por enfermedades o causas evitables. Son
cifras oficiales, aunque la realidad no es oficial o de oposición. De otro modo: cada
año, fallecen 17 mil niños argentinos. Desde el 93 que la situación no ha
mejorado en este aspecto. No hay otro indicador que refleje mejor la incapacidad de un
gobierno para combatir la pobreza. Pese a tener un ingreso per cápita superior, la tasa
de mortalidad infantil de Argentina más que duplica a la de Chile o Cuba, casi
cuadriplica a la de Corea, y es todavía mayor que la de países muy pobres como Sri
Lanka. El ex director de Unicef Eduardo Bustelo analizó ante Página/12 las causas.
Según el Programa Nacional de Estadísticas de Salud del Ministerio de Salud y Acción
Social, en 1996 (último dato disponible), morían en Argentina 21 niños menores de un
año, cada mil nacidos vivos. De acuerdo con la misma fuente, la tasa de mortalidad para
los menores de cinco años era de 24,3 por mil. Naciones Unidas recomienda tomar en cuenta
este último indicador para fijar metas sociales y medir la incidencia de la mortalidad
infantil.
Cuando el obispo Rafael Rey dijo que la mortalidad infantil en el Noroeste argentino era
similar a la de países africanos, varios funcionarios respondieron con indignación,
apelando una catarata de estadísticas, sin reparar en que los propios datos oficiales
confirman una dramática realidad social. En Jujuy, Chaco o Salta, la tasa oscila entre el
30 y el 45 por mil. Pero, incluso, hay localidades, como es el caso de Susques, en Jujuy,
donde mueren más de 60 chicos, cada mil que nacen vivos, un nivel de mortandad similar a
la de algunas regiones de Africa.
A nivel nacional, en 1980, la tasa era del 39 por mil. Pero, desde 1993, se mantiene en el
orden del 25 por mil. Más aún, Página/12 reveló que en 1995, por primera vez en
décadas, subió de 25,2 por mil a 25,4 por mil, un dato tan vergonzoso que el ministro de
Salud, Alberto Mazza, intentó ocultarlo. La causa: Mazza había recortado el plan materno
infantil para cumplir con el ajuste que obligó la crisis del tequila.
Este es el análisis que realizó Eduardo Bustelo a Página/12:
La
mortalidad infantil tiene una tendencia inercial a la baja porque las mujeres, a medida
que se escolarizan, tienden a controlar el ciclo reproductivo.
Bajar las tasas
al principio es fácil con vacunas, sales de rehidratación oral para combatir la diarrea
y lactancia infantil. Pero luego se necesita una política más agresiva.
En
Argentina el Estado tendría que tener la capacidad de controlar 17 mil gestantes de alto
riesgo por año, lo que no tendría que ser una operación tan compleja. En el país, el
98 por ciento de los partos son institucionales, en hospitales públicos o privados. No
nacen en sus casas, como sucede en Africa, lo que dificulta el control.
Hay que
exigirles a las parturientas que tengan, como mínimo, tres controles prenatales. El 50
por ciento de las mujeres pobres que van a tener chicos tienen anemia ferrosa. Esto se
soluciona con una pastillita de hierro, un nutriente básico que no cuesta más que una
aspirina.
Con los
16 millones que cuestan las jubilaciones de privilegio se podría hacer un control
efectivo para bajar a la mitad la tasa y salvar 8 mil chicos al año. Si no quieren mirar
a Chile o Cuba, miremos a Jamaica.
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