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Los chinos no están solos, pero son los que esperan

La Unión Europea corteja a China para que no vete el plan del G8 en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El presidente chino Jiang Zemin con su par finlandés Ahtisaari.
El enviado de la Unión Europea estuvo dialogando ayer en Pekín.

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t.gif (862 bytes)  Pekín volvió a ser el objeto de todas las atenciones. China, humillada por el desprecio con el que se la ha tratado durante toda la campaña de la OTAN en Yugoslavia y profundamente ofendida por el bombardeo de su embajada en Belgrado, espera para organizar su regreso en el marco de la resolución de la guerra. Los dirigentes aliados han multiplicado en los últimos días los gestos de deferencia para garantizar que Pekín no utilizará hoy su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.
El presidente finlandés, Martti Ahtisaari, llegó ayer a la capital china. El gobierno de Pekín siempre ha aspirado, por lo que se refiere a los asuntos internacionales, a ser consultado. Incluso cortejado, como ocurrió durante la crisis financiera de 1998, cuando las delegaciones desfilaban por Pekín para suplicar al gobierno que no devaluara el yuan.
Tras la embriaguez suscitada por el coro de peticiones relacionadas con su moneda, Pekín ha vivido la guerra en Yugoslavia como un doloroso retroceso en su papel de potencia. Para que China dé vía libre al Consejo de Seguridad plantea “que se detengan inmediatamente” los bombardeos y que el régimen yugoslavo apruebe el acuerdo político. China, que considera intangible la cuestión de la soberanía de los estados, no avalaría nunca una iniciativa de la OTAN que fuera una imposición sobre Slobodan Milosevic. Un problema pendiente sigue siendo el del bombardeo de la embajada china en Belgrado. Pero es difícil imaginar que Pekín asuma la responsabilidad de un fracaso de la paz por aquel incidente trágico.

 

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