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LOS OCCIDENTALES DEL G8 ACEPTARON
PARAR CON LAS BOMBAS MIENTRAS VOTAN EN LA ONU
Una pausa y volvemos (a bombardear Serbia)

Reunido ayer en Colonia, el Grupo de los 8 accedió al pedido ruso de no bombardear mientras se vote en el Consejo de Seguridad de la ONU el texto sobre el futuro de Kosovo. Pero quieren un repliegue serbio para acabar con los ataques

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Cook, Albright, Fischer, Ivanov: ministros de Exteriores británico, norteamericana, alemán y ruso.
Los grandes ganadores parecen haber sido los rusos y franceses, aliados tradicionales de Serbia.
Página/12 en Alemania
Por Eduardo Febbro Desde Colonia

t.gif (862 bytes) Boris Yeltsin se salió con la suya: una propuesta francesa y una importante concesión aceptada por los países occidentales desbloquearon ayer las arduas discusiones que mantenían desde el lunes las sietepotencias industriales más Rusia (Grupo de los 8, G8). Reunidos primero en Bonn y luego en Colonia, los cancilleres del G8 terminaron elaborando el proyecto de resolución sobre Kosovo que fue sometido ayer mismo al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y cuya votación fue aplazada para hoy. Su contenido contempla el despliegue en la provincia de Kosovo de una fuerza internacional (KFOR), así como el retorno de los albanokosovares desplazados por la guerra. Las negociaciones entre las potencias habían chocado con el rotundo niet ruso a abrir cualquier discusión y menos aún a votar una resolución en la ONU mientras la OTAN siguiera lanzando bombas contra la ex Yugoslavia. El “sector occidental” del G8 cedió a las demandas de Moscú, aceptando que los bombardeos cesaran antes del voto de la resolución en el Consejo de Seguridad.
Fue Francia la que puso sobre la mesa un nuevo principio que despejó el panorama. Desde el martes por la mañana, el G8 basó sus discusiones en torno al sistema de “simultaneidad” ideado por París que funciona según una arquitectura de vasos comunicantes: simultaneidad entre los trabajos sobre la resolución de la ONU y las discusiones militares entre los serbios y la OTAN. Simultaneidad también entre el “retiro verificable” de fuerzas serbias de Kosovo, el fin de los ataques de la Alianza, el voto del Consejo de Seguridad y la preparación final del acuerdo militar en el terreno. El complejo montaje funcionó a partir del momento en que los occidentales accedieron a la principal exigencia de Moscú y Pekín, los dos países opuestos a los bombardeos y con derecho de veto en el Consejo de Seguridad. Rusia se negaba a votar una resolución con el eco de las bombas, pero los demás miembros del G8 admitieron que la ofensiva militar se “suspenda” antes del voto de la resolución. Con aspecto más que resignado, el jefe de la diplomacia británica, Robin Cook, dijo que al “menos esto nos permite salir del camino sin salida en el que nos encontrábamos”.
El documento elaborado ayer en Colonia pide a Yugoslavia que ponga fin “inmediato y verificable a la violencia y a la represión en Kosovo”, al tiempo que decide el despliegue en Kosovo “de una presencia de seguridad y civil, con los equipos y las personas apropiados”. El texto aclara que dicha fuerza, de hecho la KFOR, “consta de una participación particularmente sustancial de la OTAN”, que funcionará “con comando y control unificado” con el propósito de “reestablecer un medio ambiente seguro” para todas las personas y favorecer así el retorno de los desplazados. La KFOR se ve investida de amplios poderes, ya que el proyecto de resolución estipula que la fuerza internacional “mantendrá e impondrá el alto el fuego” e impedirá “el retorno de las fuerzas federales militares, policiales y paramilitares”. Se trata, en suma, de la instauración de una autoridad civil transitoria con muchos músculos.
El documento tampoco olvida “el otro problema” de la región: el desarme del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK). El proyecto hace una clara mención a la “desmilitarización del UCK”. Presente en Colonia para encontrarse con la secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright, Hashim Thaci, jefe político del UCK, anunció que “estaban dispuestos a no hostigar más al ejército yugoslavo una vez que se haya retirado de la provincia”.
Sin embargo, pese a que los 8 sacaron en limpio un documento que desbloquea el conjunto de las negociaciones, éste no resuelve todos los problemas. Persiste aún un serio antagonismo con Moscú: Rusia se sigue oponiendo a que la OTAN sea el componente “sustancial” de los 50.000 hombres de la KFOR y que esté bajo el comando unificado de la Alianza Atlántica. Moscú tampoco “digiere” el hecho de que el contingente ruso de la KFOR, alrededor de 10.000 hombres, se encuentra bajo el mando de los aliados. Con todo, tal como lo afirmó el canciller ruso Igor Ivanov, ninguno de esos dos escollos “llevarán a Rusia a retirar su apoyo al textodel Consejo de Seguridad”. Fuentes diplomáticas francesas adelantaron ayer que la KFOR “podría empezar a llegar este mismo miércoles” en una suerte de proceso encadenado cuyas etapas son las siguientes: suspensión de los bombardeos antes del voto del Consejo de Seguridad, acuerdos sobre las modalidades prácticas del repliegue serbio y, por último, punto final de los ataques en cuanto se “verifique en el terreno” el retiro serbio. Según París, provenientes de Macedonia, donde se encuentran estacionados, los soldados franceses y británicos serían los primeros en entrar en el nuevo Kosovo: no ya bajo la bota de Milosevic sino de la comunidad internacional.

 


 

LA PROPAGANDA SERBIA BUSCA LA FORMULA PARA LA PAZ
En el umbral de la ocupación

El País de Madrid
Por Juan Carlos Gumucio Desde Belgrado

t.gif (862 bytes) Aunque faltan muchos detalles del plan de paz y persisten las amenazas de una continuación de los bombardeos, los serbios se acostaron anoche finalmente con una sensación de alivio. El día concluyó con el anuncio de que el plan del Grupo de los Ocho iba camino del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Pero es sólo cuestión de tiempo para que el aparato propagandístico del gobierno de Slobodan Milosevic proclame la fórmula de arreglo, incluyendo el repliegue de los aproximadamente 49.000 soldados y policías serbios acuartelados en Kosovo como un “triunfo político” de Belgrado.
“Ya era hora”, comentó con rostro cansado pero alegre Rada, una joven camarera de un hotel céntrico que mandó a sus dos hijos pequeños a vivir con sus tíos en una pequeña localidad rural cercana a Novi Sad nada más iniciarse la ofensiva aliada hace 78 días. “Si todo sale bien, podré traérmelos pronto a casa”.
La televisión serbia se limitó a dar cuenta de los resultados de la cumbre ministerial occidental. Cierto, Milosevic había insistido en una intervención de la ONU y desechado la idea de un “diktat” de la OTAN. Queda por verse si Milosevic, que al obedecer a Nueva York (incluso si la orden fue concebida y forjada en Bruselas) va a poder salvar la cara.
Ese empeño estuvo ilustrado por un interesante pero inútil gesto del portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Nebosa Vujovic, que insistió en que policías yugoslavos deberán ser apostados en las fronteras con Macedonia, Albania y Bosnia para determinar qué refugiados pueden volver a Kosovo. Naturalmente, la idea fue descartada inmediatamente por la OTAN.
No se conoce la exacta envergadura de lo que será una presencia esencialmente simbólica de la derrotada Yugoslavia en Kosovo. Pero todos apuestan a que será reducidísima y sin otra misión que la de darles un barniz de “soberanía” yugoslava a unos cuantos centinelas en la provincia de un país en el umbral de una larga ocupación. Fuentes gubernamentales dijeron que Belgrado se pronunciará oficialmente sólo una vez que se apruebe la resolución de las Naciones Unidas y se conozca la composición de la fuerza internacional de seguridad. Se da por excluida la posibilidad de que Milosevic se encargue personalmente de explicarle a su pueblo de qué sirvió su obstinación.
El presidente yugoslavo debería estar seguramente más preocupado por su futuro personal. Tanto el presidente norteamericano, Bill Clinton, como su aliado principal, el primer ministro Tony Blair, subrayaron ayer que, si bien sus países están dispuestos a contribuir a los esfuerzos de reconstrucción de Yugoslavia, primero tendría que haber un “cambio político” en Belgrado. O sea, la defunción del gobierno de Milosevic.

 

Los rayos que no cesan

“En el día 77 de los ataques contra las fuerzas serbias en Kosovo, se incrementó la presión sobre Slobodan Milosevic”, aseguraron las potencias atlantistas desde Bruselas. Los aliados realizaron ayer 658 misiones, de las cuales 287 fueron bombardeos contra objetivos estratégicos en Kosovo y Serbia –un número equivalente al de las operaciones anteriores a que Milosevic aceptara nominalmente el plan del G-8 la semana pasada–. Los ataques causaron la muerte de al menos cuatro personas después de que dos refinerías de petróleo fueran bombardeadas en Pancevo, y Novi Sad, donde además fue alcanzado por los misiles el barrio residencial de Sangaj. Entre los objetivos yugoslavos figuró nuevamente ayer por la mañana la ciudad de Belgrado (foto), y el aeropuerto militar de Batajnica, a 15 kilómetros de la capital serbia. En Kosovo, la Alianza bombardeó la zona del monte Pastrik, cerca de la frontera con Albania, donde continúan los enfrentamientos entre el ejército yugoslavo y el separatista Ejército de Liberación de Kosovo (UCK).

 

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