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“ARTILLERIA PESADA”, LO NUEVO DE CONTROL MACHETE
Mucho más que mexican hip hop

El trío de rappers from Monterrey acaba de lanzar su segundo CD, en  que consigue generar diversos matices en una estructura minimalista.

Fermín IV, Toño y Pato, las cabezas de Control Machete.

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Por Eduardo Fabregat

t.gif (862 bytes) Hace un par de años, un grupo llamado Control Machete lanzó en Argentina Mucho barato..., su primer disco. Para el ignoto trío mexicano, el single de difusión ya había abierto varias puertas en América latina, pero en Argentina el efecto musical se potenció con un inesperado color social: hacer sonar en las radios argentinas un tema que repetía “¿Me comprendes, Mendes?”, en pleno agotamiento de la era menemista, era casi una garantía de aceptación popular. Así fue: con sólo un par de semanas de difusión, el grupo de Toño, Fermín IV y Pato llenó Cemento. Y no sólo eso: con apenas un rack de teclados y bases secuenciadas y tres micrófonos, el Machete puso el lugar al rojo vivo.
Originario de Monterrey, en el seno de un “movimiento regiomontano” que albergó a otras propuestas luego exportadas como Plastilina Mosh (y otras menos conocidas como Zurdok, El gran silencio o La flor del lingo), Control Machete es un ejemplo paradigmático del ideario hip hop, que aplica un concepto de restar elementos, construir canciones con sólo algunas guías musicales y una voz que lleva el pulso. Pero si en Mucho barato... el trío se presentaba de una manera por momentos puramente lúdica –a través de títulos como “Grin-Gosano”, “Andamos armados” y el mencionado “¿Comprendes Mendes?”–, en Artillería pesada, presenta... (Universal, 1999), su nuevo disco, el Control adquiere otra profundidad, un rasgo oscuro y una serie de tonalidades sonoras que confirma todas sus virtudes. Y que profundiza esa sensación de que, desde hace algún tiempo, México es la tierra donde se cocina el caldo más interesante del continente.
La estructura de Control Machete es sumamente sencilla, y por ello apasionante. Toño –que en el primer disco aparecía como Toy– es el encargado de manejar la parafernalia tecnológica, pero por ello no debe entenderse un equipamiento á la George Lucas como el de Chemical Brothers. El concepto de producción sí es semejante al utilizado por los Dust Brothers con Beastie Boys o Beck: la utilización fragmentaria de bases de batería, scratches, samples de viejos vinilos y de instrumentos, más algún aporte de piano, percusión o vientos efectivamente tocados. Sobre eso, el trío une esfuerzos vocales, jugando de memoria con la experiencia de una delantera experimentada. Y con ello logra imprimir su propio matiz en un género que, por exposición y por cantidad de artistas, a menudo se acerca a lo trillado.
Quizá por eso, para romper con lo que a primera oída puede llegar a parecer repetitivo, el Control cruza el espíritu minimalista con sonidos de su tierra. Así, a la vertiente netamente hip hop de “Instancias (los vigilantes)”, “Pesada” y “Presente” se suman experimentos como “Ileso”, donde un beat básico sirve de soporte a guitarras españolas y trompetas y un rapeo combativo. La idea es llevada a un nivel superior con “Danzón”, donde se suman piano, contrabajo, percusión y flauta, y el aporte de la inconfundible voz de Rubén Albarrán, conocido en Café Tacuba como “Cosme” o “Anónimo”. Así, el trío de Monterrey logra alejarse de los tópicos más predecibles del rap y sus subgéneros, ubicándose en un lugar que les permite anticipar nuevos horizontes. Por problemas de último momento, el grupo acaba de cancelar una visita promocional a Argentina, pero la buena respuesta obtenida en aquel debut porteño permite predecir que no pasará mucho tiempo antes de que vuelva a producirse un contacto. Y hay suficientes motivos para la expectativa.

 

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