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CAMIONES Y COLECTIVOS COPARON EL CENTRO CONTRA EL IMPUESTO DOCENTE
La pesadilla del tránsito pesado

Los empresarios del transporte se niegan a pagar el gravamen para los maestros. Ayer, durante tres horas, bloquearon el macrocentro con unos 1300 vehículos, que terminaron confluyendo en torno del Congreso. Para evitar el caos, mucha gente prefirió dejar el auto en su casa.

A la tarde, la ciudad pareció tomada por el gran porte de camiones y colectivos.
Los empresarios aseguran que el impuesto para el aumento docente les resulta “confiscatorio”.

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Por Pedro Lipcovich

t.gif (862 bytes) Se concretó la pesadilla de los automovilistas: 1300 camiones y micros obstruyendo el paso y haciendo sonar sus bocinas ruteras. Los transportistas de carga y pasajeros se movilizaron para pedir la exención al impuesto destinado al Fondo Nacional de Incentivo Docente, en un recorrido que confluyó en el Congreso y dejó rodeado el macrocentro porteño. No obstante, el caos fue menor al que produjo la movilización de colectivos el jueves pasado: porque mucha gente, alertada, se abstuvo de ir al centro en auto, y porque esta vez el dispositivo policial funcionó. Extrañamente la movilización dio lugar, por un día, a lo que recomiendan los especialistas en circulación urbana: dejar el auto en casa, usar el subte, y un microcentro peatonal. Hubo un solo detenido, pero no camionero ni dueño de micro sino jubilado, de los que se manifiestan los miércoles, por “resistirse a la autoridad”.
“No resultó tan complicado como el otro día”, comentaba ayer a las 4 y 20 de la tarde el taxista Hugo Zamudio, a bordo de su Renault 12, en Bartolomé Mitre y Riobamba, donde unos pocos autos circulaban guiados por una mujer policía. Es que los camioneros y colectiveros no dejaron sus vehículos en medio de la calzada, respetaron el recorrido prefijado y, en general, las indicaciones de la policía, que, instruida por los fiscales de la ciudad, dispuso un cuidadoso dispositivo de control. Y, sobre todo, la mayoría de los automovilistas, alertados por los anuncios periodísticos y escaldados por la experiencia del jueves, dejaron sus autos en casa y tomaron el subte.
Fueron en realidad dos movilizaciones: camioneros y colectiveros. La más impresionante fue la de los camioneros que, desde las 15, concentrándose desde distintos puntos en Independencia y Entre Ríos, se desplazaron hacia Congreso haciendo sonar sus bocinas ruteras. Muchos venían desde la provincia de Córdoba; algunos, desde Misiones. “Los transportistas no pagamos el Fondo Docente porque no podemos”, decía uno de los carteles pegados en los coches. Otro era más conceptual: “Los vehículos de las empresas de transporte no son bienes de consumo sino activos productivos de un servicio público. Exención a la ley de incentivo docente”.
Frente al Congreso, se juntaban todos: los camioneros, los colectiveros y los jubilados. De entre estos últimos provino el único detenido de la jornada, por “atentado y resistencia a la autoridad”; anoche permanecía en la comisaría 6ª, que no dio a conocer su nombre. El “atentado” de los ancianos consistió en hacer su movilización de los miércoles en Rivadavia entre Callao y Riobamba, por donde debían girar los gigantescos camiones. “Ponga que la policía cagó a palos a los jubilados”, dijeron al cronista. Y se conoció que la diputada María América González, del Frepaso, fue golpeada por la policía cuando intentó mediar. A las cuatro, los jubilados ya no “atentaban”, y una de ellas, Esther, petisita, con un gorrito del sindicato de camioneros cubriéndole las canas, saludaba a los conductores. “Es que estamos siempre de acuerdo con los pobres”, explicó genéricamente.
Los micros y colectivos de larga distancia venían por Rivadavia, se rozaban con los camioneros en Congreso y doblaban por Callao, en el circuito que los llevaría por Santa Fe, Carlos Pellegrini y Avenida de Mayo hacia Congreso. Eran menos que los camiones y, más allá de algún embotellamiento en la avenida Santa Fe, coexistieron pacíficamente con el tránsito normal. Por lo demás, los hábitos conductivos de los colectiveros resultaron más fuertes que el propósito gremial de marcha lenta, y se apuraban para no perder la onda verde. En Corrientes y Callao, a las 5 menos 20, los escasos automovilistas que se habían atrevido a venir al centro circulaban normalmente.
La policía informó que “no se produjeron incidentes” y que “se labraron cuatro actas de infracción por no acatar las indicaciones del personal policial”, que en diversas esquinas –esto hubiera sido imposible en unamovilización de a pie– hacía detener a los manifestantes para permitir la circulación por los cruces.
Entretanto, en Avenida de Mayo y Perú, un nene de unos cinco años con un paragüitas amarillo correteaba por el centro de la calzada mientras la mamá miraba distraída, entre peatones que salían del subte, poco ruido y nada de smog. Es que, por la movilización, la comuna porteña cerró al tránsito vehicular el microcentro, así convertido en lago de paz en medio de la tormenta.
A las seis, seguían firmes los camioneros y sus bocinas ruteras. En Entre Ríos entre Alsina y Moreno, un hombre con bastón blanco alzaba la cara, igual que el ciego de Amarcord, hacia los monstruos metálicos. “Tengo los oídos rotos”, dijo, clavado en el lugar donde ejerce su oficio de mendigo. El, que se llama Manuel, está de acuerdo con la protesta porque “el impuesto lo tiene que pagar la gente, y con el Gobierno, ¿qué pasa?”.

 

El turno de los tacheros

Las calles de Buenos Aires se pintarán mañana de amarillo y negro. Esta vez serán los tacheros los que protestarán por el impuesto docente que recae sobre los dueños de automóviles. Los taxistas se reunirán a las 11 en la esquina de Corrientes y Agüero, y de ahí marcharán al Congreso. “Se esperan más de 600 vehículos”, dijo a ese diario Luis Fernández, presidente de la Asociación Taxistas de la Capital, que junto con la Federación Nacional de Propietarios de Taxis, convocan a la manifestación, a la que asistirán delegaciones de Ezeiza, La Plata, Avellaneda, La Rioja y Ushuauaia, entre otras. “Sí a la educación pública financiada por el Estado y por una política tributaria que grave la riqueza y no el trabajo”, dice la convocatoria.


 

RAZONES EMPRESARIAS PARA NO PAGAR EL GRAVAMEN
“Un impuesto confiscatorio”

Por David Cufré

t.gif (862 bytes) “Lo cierto es que nadie está pagando el impuesto y no lo vamos a pagar.” Al cabo de un día de furia, con más de un millar de micros y camiones taponando el centro de la Capital Federal, el presidente de la Federación de Entidades del Autotransporte de Cargas, José Schimdt, describió a Página/12 el virtual estado de rebeldía en que se encuentran los empresarios del transporte. A pesar de la contundencia de la manifestación, tanto el Gobierno –con el Ministerio de Educación a la cabeza– como las bancadas de diputados del justicialismo y de la Alianza insisten en que las compañías de colectivos, camiones, barcos y aéreas deben someterse a la ley y pagar el gravamen que financia un aumento a los docentes.
Para redoblar la presión, los empresarios advirtieron que reclamarán al Gobierno el aumento de las tarifas de colectivos. “Los legisladores comprenden que más cargas impositivas deberán trasladarse a las tarifas de los servicios. No queremos que esto ocurra porque ya estamos fuera de los precios del mercado”, señaló José Canegallo, prosecretario de la Federación del Transporte de Pasajeros.
El diputado duhaldista Telmo Pérez, presidente de la Comisión de Transporte de la Cámara baja, es prácticamente el único dirigente que atiende los argumentos de los transportistas. El legislador presentó hace 60 días un proyecto de ley para excluir a ese sector del alcance del impuesto. Ayer, junto a los diputados Alejandro Nievas (UCR) y Gustavo Gutiérrez (Demócrata de Mendoza), Pérez recibió a los dirigentes que encabezaron la protesta. Después de que cada empresario expusiera las razones por las cuales se encuentran en “estado de emergencia económica”, los legisladores se comprometieron a fogonear la iniciativa de Pérez.
Asimismo, el diputado duhaldista propuso que se aumente de 7 a 17 por ciento el impuesto a la venta de autos gasoleros cero kilómetro, con lo que se recaudarían –estimó– “unos 100 millones de pesos”. La propuesta ya fue discutida con el viceministro de Economía, Pablo Guidotti, quien se pronunció en contra, atendiendo la crisis de la industria automotriz.
Por su parte, los transportistas decidieron pedir audiencia a los jefes de bancada del oficialismo, Humberto Roggero, y de la Alianza, Federico Storani. Voceros de ambos legisladores comentaron que los recibirán, pero que no cederán a la demanda de dar marcha atrás con el cobro del gravamen al sector.
“Es un impuesto de pobres contra pobres, que perjudica a más gente de la que beneficia”, remarcó Schimdt. “El 55 por ciento de los 130 mil camioneros son dueños de un solo vehículo y no pueden afrontar un desembolso de entre 600 y 800 pesos. El 30 por ciento de las empresas tienen entre 2 y 4 unidades, y apenas el 15 por ciento son flotas numerosas. Acá le están queriendo cobrar a gente por el uso de su herramienta de trabajo”, se quejó el empresario.
En el mismo sentido, el presidente de la aerolínea LAPA, Alfredo Deutsch, enfatizó que el impuesto de 1 por ciento sobre el valor de los aviones “es un incentivo para que la chatarra del mundo venga a volar a la Argentina”. “Nos pone en desigualdad competitiva –añadió–, porque nuestros aviones nuevos tributarán cinco veces más que los equipos antiguos de la competencia.” Puso como ejemplo que deberá pagar 850 mil pesos por un avión que acaba de comprar LAPA, a 85 millones de pesos. “El impuesto es directamente confiscatorio”, insistió Deutsch, al tiempo que agregó un singular argumento para oponerse: “Nos obligará a aumentar las tarifas y el mercado volverá a reducirse. En consecuencia, los maestros, aun con un aumento de salarios, no podrán volver a utilizar el avión porque será demasiado caro”.

 


 

La eterna cruzada del señor Toma

t.gif (862 bytes) El secretario de Seguridad Interior, Miguel Angel Toma, aprovechó los trastornos ocasionados por la protesta de los transportistas para volver a la carga contra el Código de Convivencia Urbana y generar, de paso, una nueva polémica con las autoridades porteñas. “El Código es insuficiente porque le impide actuar a la policía más allá de ciertos límites”, cuestionó Toma. Y les pidió a los fiscales contravencionales que establezcan “instrucciones por escrito a la policía sobre cómo debe actuar en casos de cortes de calles”. El funcionario no tuvo en cuenta que los fiscales ya había dictado una resolución, en setiembre de 1998, ratificada y ampliada por otra, el viernes último. En un comunicado, los fiscales de Cámara Walter Fernández y Juan Carlos López advirtieron sobre la “pertinaz acción desinformativa” llevada a cabo por Toma, que “sigue sembrando confusión para la eficaz resolución de los problemas”.
Fiel a su cruzada contra el Código porteño, Toma le pidió al jefe de la Policía Federal requiera instrucciones por escrito a los fiscales sobre cómo deben actuar en situaciones de ocupación indebida del espacio público, con cortes de calles”.
Los fiscales respondieron con una dura nota, en la que acusan a Toma de “retomar su vieja prédica destinada a ocultar las falencias de su gestión”. Recordaron que el artículo 41 del Código sanciona a quien “impida u obstaculice la circulación de personas o vehículos por la vía pública, salvo que sea en ejercicio de un derecho constitucional y se haya dado previo aviso a la autoridad competente”. Y aclararon que la policía puede labrar actas de infracción sin necesidad de pedir autorización a los fiscales, como ocurre con cualquier contravención.
Ante la polémica, el propio vicejefe de Gobierno porteño, Enrique Olivera, junto con el secretario de Gobierno, Enrique Mathov, salieron a la calle para colaborar con los fiscales y la policía en la tarea de organizar el tránsito. “Se han aplicado sanciones por bloquear intencionalmente la circulación de vehículos, no por participar en una marcha”, aclaró Olivera a Página/12.
La Fiscalía dispuso puestos fijos en nueve puntos críticos de la ciudad. Allí, con la colaboración de efectivos de 20 comisarías, intentaron “garantizar que no se obstaculicen las vías de circulación”. “La discusión con Toma es una antigüedad –dijo Fernández a este diario–. La policía actuó como corresponde, sin necesidad de nuestra autorización. Nadie sabe mejor que ellos controlar el tránsito en la ciudad.”

 

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