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Terminó la
“guerra humanitaria”: sonrían, por favor

Por Mempo Giardinelli

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t.gif (862 bytes) Aunque los bombardeos continuaron una semana más, cuando el viernes pasado se anunció el acuerdo por el cual se terminaba la guerra en los Balcanes, Wall Street no falló: igual que el día en que empezaron, al anunciarse el armisticio se dispararon las acciones. Que la guerra es un negocio, ya casi no hay quien lo dude: la reconstrucción de Yugoslavia (cuando finalmente cesen los disparos) se repartirá entre un puñado de gigantescos bancos y empresas, muchos de los cuales tienen filiales que se dedican a la industria bélica. No sólo negocio; además, redondo.
Entretanto, aquí se ve claro que Europa no sabe si celebrar o qué. En todo caso, no sabe bien qué es lo que debe celebrar. Mientras se aguarda el cese definitivo de los bombardeos, en los terrenos político, diplomático y sobre todo ético, las cosas siguen sin estar nada claras. Los resultados de esta guerra, seamos sinceros, son desde ahora mismo para ponerse a temblar:
Resultado 1: Se ha destruido un país: la propia OTAN calcula que se necesitarán casi 150.000 millones de dólares y unos 45 años para que Yugoslavia recupere el nivel que tenía en 1989, cuando empezaron las sanciones económicas y los conflictos que ahora supuestamente terminan. A la vez se ha desarraigado a una minoría y para colmo no se ha vencido al dictador: Milosevic sigue donde estaba, se le ayudó involuntariamente en la “limpieza étnica” de Kosovo (la torpeza de los Aliados produjo el absurdo de que en 75 días 700.000 kosovares se fueran de sus hogares perdiéndolo todo, una limpieza como jamás hubiera soñado el propio Milosevic) y encima se ha creado un problemón acaso incontrolable porque se ha fortalecido a la guerrilla separatista del ELK.
Resultado 2: Milosevic ha logrado aire, pero también es cierto que hizo un pésimo, absurdo negocio, porque ha terminado aceptando lo mismo que no aceptó en Rambouillet hace tres meses y que desencadenó la destrucción de su país. Yugoslavia ha sido selectivamente aplastada, ha sufrido muerte y humillación, su aparato productivo fue hecho añicos, su futuro dependerá absolutamente de los vencedores y en adelante será –qué duda cabe– una colonia más del nuevo sistema imperial, con bases militares de los Estados Unidos, McDonald’s, Bolsa, Budweiser y toda la parafernalia de iconos, costumbres y plásticos que exporta el Big Brother. No será Milosevic quien esté al frente del Plan Marshall a la yugoslava, claro está, y seguramente serán los mismos serbios los que le pasarán la factura, y muy pronto: Milosevic pagará esa cuenta como la pagó Galtieri entre nosotros. Terminará siendo un muerto político, un repudiado por su pueblo, un fantasma repugnante al que sólo abrazan los de su misma condición.
Resultado 3: Si lo que se pretendía y tanto se cacareó era “salvar” al pueblo kosovar, pues todo lo contrario: el sombrío futuro de Kosovo será el de una provincia ocupada por dos ejércitos que se mirarán con antipatía y todo apunta a la partición y/o a la reactivación periódica de la guerrilla. La armonía entre serbios y albano-kosovares está tan lejos como al inicio de la guerra. O más.
Resultado 4: Esta guerra contribuyó más que ninguna otra acción a incrementar el ya debilitado prestigio de las Naciones Unidas: la ONU se asemeja hoy a una oficina destinada a limpiar los trabajos sucios de la OTAN. Y si de esta experiencia y este armisticio surge el famoso “Nuevo Orden Internacional”, al menos en el llamado Tercer Mundo bien podemos empezar a persignarnos.
Resultado 5: La soberbia y orgullosa Europa hará lo que siempre ha hecho: autoconvencerse de que tiene toda la razón y de que ha hecho lo correcto. No quiere ver, no admite que se ha sometido a los Estados Unidos en toda la línea; que su flamante Euro se ha debilitado ante el todopoderoso Dólar; que la OTAN ahora no es más que otro ejército norteamericano de ocupación, pero éste pagado por los europeos y en el que todos los muertos también son europeos. Pero la OTAN parece más preocupada por limpiarse el rostro ante la opinión pública –como ha escrito Federico Jiménez Losantos en el diario El Mundo– fingiendo “que no han salido huyendo del avispero en el que se metieron por su propia voluntad”. Ahora hacen todo lo posible para “que no se note lo que por otra parte es evidente: la falta absoluta de criterio militar, sentido político y contenido moral de una operación de bombardeo que ha acabado con los cuarteles generales de la OTAN”. En el documento final de cierre del conflicto (que no capitulación yugoslava) no hay una sola palabra sobre el genocidio del que se acusó a Milosevic ni sobre los horrores sufridos por los kosovares. En otras palabras: la exageración que justificaba la “guerra humanitaria” se convierte en silencio absoluto para justificar la “ecuanimidad” de esta “solución”.
Resultado 6: Los Estados Unidos han ganado otra guerra, quizá la más brillante desde el punto de vista de su política interna: casi tres meses de bombardeos feroces y ni un solo soldado norteamericano muerto. Las personas sensatas han de tener la convicción de que se pudo hacer otra cosa. Existían alternativas antes de la guerra, como existen siempre. Hubieran sido posibles diversas estrategias políticas, económicas, diplomáticas y aun militares para impedir que Milosevic continuara en el poder. Por eso ahora no deja de ser risible –patéticamente risible– que luego de tanta bomba y tanta muerte inútil todo está como era entonces, sólo que con un país destruido, dos naciones resentidas y un millón de personas sin hogar.
Y si quieren ustedes completar el absurdo: la conducción política de todo este disparate ha estado en manos de un socialista europeo de toda la vida, el Sr. Solana, quien acaba de ser premiado con el cargo de “Mister Pesc” (algo así como “Señor Comunidad Europea”). Lo aplaudieron y lo aplauden muchos “progres”, muchos intelectuales notables, de los verdes y hasta de los rojos. Y sin ponerse colorados.

REP

 

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