Aunque los bombardeos continuaron una semana más, cuando el
viernes pasado se anunció el acuerdo por el cual se terminaba la guerra en los Balcanes,
Wall Street no falló: igual que el día en que empezaron, al anunciarse el armisticio se
dispararon las acciones. Que la guerra es un negocio, ya casi no hay quien lo dude: la
reconstrucción de Yugoslavia (cuando finalmente cesen los disparos) se repartirá entre
un puñado de gigantescos bancos y empresas, muchos de los cuales tienen filiales que se
dedican a la industria bélica. No sólo negocio; además, redondo.
Entretanto, aquí se ve claro que Europa no sabe si celebrar o qué. En todo caso, no sabe
bien qué es lo que debe celebrar. Mientras se aguarda el cese definitivo de los
bombardeos, en los terrenos político, diplomático y sobre todo ético, las cosas siguen
sin estar nada claras. Los resultados de esta guerra, seamos sinceros, son desde ahora
mismo para ponerse a temblar:
Resultado 1: Se ha destruido un país: la propia OTAN calcula que se necesitarán casi
150.000 millones de dólares y unos 45 años para que Yugoslavia recupere el nivel que
tenía en 1989, cuando empezaron las sanciones económicas y los conflictos que ahora
supuestamente terminan. A la vez se ha desarraigado a una minoría y para colmo no se ha
vencido al dictador: Milosevic sigue donde estaba, se le ayudó involuntariamente en la
limpieza étnica de Kosovo (la torpeza de los Aliados produjo el absurdo de
que en 75 días 700.000 kosovares se fueran de sus hogares perdiéndolo todo, una limpieza
como jamás hubiera soñado el propio Milosevic) y encima se ha creado un problemón acaso
incontrolable porque se ha fortalecido a la guerrilla separatista del ELK.
Resultado 2: Milosevic ha logrado aire, pero también es cierto que hizo un pésimo,
absurdo negocio, porque ha terminado aceptando lo mismo que no aceptó en Rambouillet hace
tres meses y que desencadenó la destrucción de su país. Yugoslavia ha sido
selectivamente aplastada, ha sufrido muerte y humillación, su aparato productivo fue
hecho añicos, su futuro dependerá absolutamente de los vencedores y en adelante será
qué duda cabe una colonia más del nuevo sistema imperial, con bases
militares de los Estados Unidos, McDonalds, Bolsa, Budweiser y toda la parafernalia
de iconos, costumbres y plásticos que exporta el Big Brother. No será Milosevic quien
esté al frente del Plan Marshall a la yugoslava, claro está, y seguramente serán los
mismos serbios los que le pasarán la factura, y muy pronto: Milosevic pagará esa cuenta
como la pagó Galtieri entre nosotros. Terminará siendo un muerto político, un repudiado
por su pueblo, un fantasma repugnante al que sólo abrazan los de su misma condición.
Resultado 3: Si lo que se pretendía y tanto se cacareó era salvar al pueblo
kosovar, pues todo lo contrario: el sombrío futuro de Kosovo será el de una provincia
ocupada por dos ejércitos que se mirarán con antipatía y todo apunta a la partición
y/o a la reactivación periódica de la guerrilla. La armonía entre serbios y
albano-kosovares está tan lejos como al inicio de la guerra. O más.
Resultado 4: Esta guerra contribuyó más que ninguna otra acción a incrementar el ya
debilitado prestigio de las Naciones Unidas: la ONU se asemeja hoy a una oficina destinada
a limpiar los trabajos sucios de la OTAN. Y si de esta experiencia y este armisticio surge
el famoso Nuevo Orden Internacional, al menos en el llamado Tercer Mundo bien
podemos empezar a persignarnos.
Resultado 5: La soberbia y orgullosa Europa hará lo que siempre ha hecho: autoconvencerse
de que tiene toda la razón y de que ha hecho lo correcto. No quiere ver, no admite que se
ha sometido a los Estados Unidos en toda la línea; que su flamante Euro se ha debilitado
ante el todopoderoso Dólar; que la OTAN ahora no es más que otro ejército
norteamericano de ocupación, pero éste pagado por los europeos y en el que todos los
muertos también son europeos. Pero la OTAN parece más preocupada por limpiarse el rostro
ante la opinión pública como ha escrito Federico Jiménez Losantos en el diario El
Mundo fingiendo que no han salido huyendo del avispero en el que se metieron
por su propia voluntad. Ahora hacen todo lo posible para que no se note lo que
por otra parte es evidente: la falta absoluta de criterio militar, sentido político y
contenido moral de una operación de bombardeo que ha acabado con los cuarteles generales
de la OTAN. En el documento final de cierre del conflicto (que no capitulación
yugoslava) no hay una sola palabra sobre el genocidio del que se acusó a Milosevic ni
sobre los horrores sufridos por los kosovares. En otras palabras: la exageración que
justificaba la guerra humanitaria se convierte en silencio absoluto para
justificar la ecuanimidad de esta solución.
Resultado 6: Los Estados Unidos han ganado otra guerra, quizá la más brillante desde el
punto de vista de su política interna: casi tres meses de bombardeos feroces y ni un solo
soldado norteamericano muerto. Las personas sensatas han de tener la convicción de que se
pudo hacer otra cosa. Existían alternativas antes de la guerra, como existen siempre.
Hubieran sido posibles diversas estrategias políticas, económicas, diplomáticas y aun
militares para impedir que Milosevic continuara en el poder. Por eso ahora no deja de ser
risible patéticamente risible que luego de tanta bomba y tanta muerte inútil
todo está como era entonces, sólo que con un país destruido, dos naciones resentidas y
un millón de personas sin hogar.
Y si quieren ustedes completar el absurdo: la conducción política de todo este disparate
ha estado en manos de un socialista europeo de toda la vida, el Sr. Solana, quien acaba de
ser premiado con el cargo de Mister Pesc (algo así como Señor
Comunidad Europea). Lo aplaudieron y lo aplauden muchos progres, muchos
intelectuales notables, de los verdes y hasta de los rojos. Y sin ponerse colorados.
REP
|