Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


AUTOPARTISTAS TEMEN QUE EL REGIMEN AUTOMOTOR LOS DEJE AFUERA
Al Mercosur le falta un tornillo

El acuerdo automotor negociado con Brasil  no conforma a los fabricantes de piezas. La industria del país vecino podría desplazarlos.

El nuevo régimen automotor del bloque regional entrará en vigencia el próximo 1º de enero.
Los autopartistas locales acusan al Gobierno de “no saber o no querer negociar con firmeza”.

na15fo01.jpg (19916 bytes)
Por David Cufré

t.gif (862 bytes) En los últimos ocho meses la industria autopartista perdió 9000 empleos, otros 6000 operarios están suspendidos, algunas de las mayores empresas comenzaron el éxodo hacia Brasil y la cámara que las agrupa teme que el nuevo régimen automotor del Mercosur las deje definitivamente fuera de carrera. “El Gobierno no sabe o no quiere negociar con firmeza. Con esa actitud está hipotecando el futuro de la industria automotriz”, señaló en diálogo con Página/12 Horacio Larré Oroño, presidente de la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (AFAC). La Secretaría de Industria convocó para hoy a una reunión con todos los actores del sector automotor, para informarles del término de las negociaciones con Brasil.
Ese será uno de los temas presentes en la cumbre de presidentes del Mercosur, que se desarrollará el lunes y martes en Asunción del Paraguay.
Más allá de las habituales discusiones por los conflictos comerciales, el encuentro de mandatarios y ministros estará signado por el anuncio de que el bloque regional avanzará hacia un acuerdo tipo Maastricht –suscripto por la Unión Europea–, para encorsetar los niveles de déficit fiscal, deuda y tasas de interés. La definición en ese sentido fue lanzada el último lunes por Carlos Menem y Fernando Henrique Cardoso, tras una reunión en Buenos Aires.
De inmediato, los presidentes de Uruguay y Paraguay se plegaron a aquella propuesta. Los gobiernos quieren demostrar que el Mercosur se consolida y que el eje de la integración pasa por mantener una férrea disciplina fiscal. Ambas señales tienen como destinatarios a los grandes inversores internacionales, de los cuales dependen los países para obtener financiamiento. La necesidad de reforzar la imagen de solvencia, tanto del bloque como de cada uno de sus socios, obedece a que uno y otros atraviesan una etapa con más sombras que luces.
Esa demostración de buena voluntad no se condice por ahora con anuncios concretos. El secretario de Relaciones Internacionales, Jorge Campbell, dijo ayer que de la cumbre en Asunción “no deben esperarse definiciones rimbombantes sobre el acuerdo para coordinar políticas macroeconómicas”. “Lo trascendente es la definición política de avanzar en esa dirección”, opinó.
Para empresarios argentinos y brasileños de varios sectores, ese tema es menos acuciante que los acuerdos que se firman en el Mercosur y que rozan directamente sus intereses. En ese sentido, los autopartistas argentinos están pendientes del nuevo régimen automotor del bloque, que Menem y Cardoso se comprometieron a definir antes del 31 de julio próximo. “Lo que está en juego es la continuidad de más de 30 mil empleos directos y el triple de puestos de trabajo indirectos”, advirtió Larré Oroño, en referencia a que si el Gobierno suscribe el convenio que ha venido negociando con Brasil, “las autopartistas locales tenderán a desaparecer”.
La crisis del sector se precipitó por la devaluación del real, pero podría agravarse con el convenio automotor, que comenzará a regir el 1º de enero próximo. El acuerdo establece que el comercio de vehículos entre los dos socios más poderosos del Mercosur será irrestricto –arancel cero–, mientras que las importaciones de extrazona pagarán un arancel del 35 por ciento. Las terminales de ambos países deberán integrar el 60 por ciento de las unidades con componentes de “origen Mercosur”. Sin embargo, hasta el momento los negociadores dejaron de lado la opción de que el 50 por ciento de las piezas sean nacionales. Allí radica el reclamo central de los autopartistas.
“El 60 por ciento de integración Mercosur será, indudablemente, 60 por ciento de piezas brasileñas, porque es más barato producirlas allí tras la devaluación, y porque el grueso del mercado y la mayor cantidad de terminales se encuentran en ese país”, afirmó Larré Oroño.
Los presidentes de las cámaras de terminales de la Argentina y Brasil, Horacio Losoviz y José Carlos Pinheiro, ofrecieron una salida parcial a ese conflicto. Ayer acordaron proponer a los gobiernos que del 60 porciento de piezas de origen Mercosur, la mitad sea de componentes nacionales. Sin embargo, para los autopartistas argentinos eso resulta insuficiente, y no es claro que el gobierno brasileño vaya a aceptar la recomendación, atento que el poderoso lobby autopartista brasileño insiste en que se disponga sólo la categoría de origen Mercosur. Por otra parte, Losoviz y Pinheiro propusieron crear un “sistema de monitoreo del intercambio comercial, para garantizar los niveles de producción de vehículos en cada país”.

 

Patrulleros importados

El gobierno bonaerense logró destrabar la importación de 1800 vehículos (1260 camionetas y 540 patrulleros) que destinará a la policía provincial, según surge de un decreto publicado ayer en el Boletín Oficial. El gobierno de Eduardo Duhalde alcanzó un acuerdo con el Ministerio de Economía para que el ingreso de dichas unidades quede exceptuado del régimen de cuotas a las importaciones no realizadas por las propias terminales radicadas en el país (estas últimas se regulan por el régimen de intercambio compensado, que no siempre se respetó). La importación de las unidades para la Policía Bonaerense había quedado trabada a principios de 1998, cuando la industria local (con Toyota a la cabeza) cuestionó su ingreso. “La operación se planteó antes de la crisis del sector”, argumentó una fuente del gobierno bonaerense escudándose de las críticas de la industria. En aquella oportunidad, la herramienta a la que se había echado mano para habilitar la compra fue una “ley secreta” de la dictadura militar. Ahora, se eligió una vía menos irritante: un decreto presidencial. Los vehículos a importar son 1260 pick ups doble cabina Chevrolet de origen chileno, 480 Seat Toledo TDI 4 puertas españoles y 60 General Motors Cavallier 4 puertas mexicanos.


 

SE DEMORA EL PLAN BRADY PARA EMPRESAS MOROSAS
El Central cuida la cartera

Por Claudio Zlotnik

t.gif (862 bytes) El Plan Brady para empresas, a través del cual las compañías morosas podrían refinanciar sus deudas hasta un plazo de 20 años, avanza a paso muy lento. Todavía persisten diferencias entre las partes involucradas: la Unión Industrial, los banqueros y el Banco Central. Ayer, los financistas se pusieron de acuerdo con Pedro Pou en que sólo podrán acogerse al sistema las pequeñas y medianas empresas, y no las grandes como pedían los industriales.
La traba mayor para implementar el sistema radica en que los bancos quieren que cuando una pyme empiece a pagar su deuda, automáticamente el Central mejore la calificación de riesgo de la empresa, subiéndola a “categoría normal”. En tanto, las autoridades del BC propusieron que ese ascenso en la nota sea paulatino, a medida que la deudora vaya cumpliendo con el plan de pagos. Así, una empresa calificada con un “4” (alto riesgo de insolvencia) pasaría a nivel “3” (con problemas) después de abonar las cuotas durante 12 meses consecutivos. La misma empresa recién podría pasar al nivel “2” (con riesgo potencial) un año después. Y al “1”, (normal) a los tres años. “No podemos inflar la cartera de los bancos de manera ficticia; mucho menos en una época de crisis”, les dijo Pou a los banqueros. Un técnico de la entidad rectora ya estuvo en Washington para explicarle al Fondo Monetario que la instrumentación del programa no pondrá en riesgo la solidez del sistema financiero.
Los financistas son los menos entusiastas por implementar el plan. “Para qué vamos a esperar 20 años a cobrar la deuda si, en el caso de las deudas garantizadas podemos ejecutar la garantía –hipotecas sobre bienes inmuebles, en la mayoría de los casos– y contar con el dinero dentro de dos o tres años”, razonó un banquero ante este diario. No obstante, el Plan Brady permitiría a las entidades cobrar aquellas deudas que no están bajo garantía y que ya daban por perdidas.
Se calcula que la deuda total morosa de las pymes ronda entre 5000 y 6000 millones de dólares. “Si se presenta la tercera parte salimos a festejar”, comentó a este diario un directivo que participa de las negociaciones. Sin embargo, los bancos tendrán la opción de aceptar o rechazar cada una de las presentaciones. Para entrar al plan, las pymes deberán pagar el 10 por ciento del total de su deuda y, durante 20 años, harán frente a una tasa de interés del 12 por ciento sobre lo adeudado. El total del pasivo estará garantizado por un bono del Estado.

 

PRINCIPAL