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El Louvre debe devolver cuadros
confiscados a judíos en la guerra

La Justicia francesa ordenó que el prestigioso museo retorne cinco de sus cuadros a la familia de un judío al que, tras la  invasión nazi, le fue subastada su colección de obras de arte.

La sentencia del tribunal fue tan contundente que las autoridades del museo no apelarán.
Los cuadros serán regresados a los herederos del dueño original tras un proceso de 48 años.

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El País de Madrid
Por José Luis Barberia Desde París

t.gif (862 bytes) Dentro de pocos días, el cuadro del pintor veneciano Giambattista Tiepolo Alexandre y Campaspe en casa de Apelle y cuatro telas más de otros tantos autores italianos serán descolgados del Museo del Louvre y devueltos a los herederos de su propietario original. Es el final de un tortuoso proceso iniciado hace 48 años y el principio, a su vez, de la recuperación por la vía judicial de buena parte de las obras de arte espoliadas a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. El veredicto que obliga al Louvre a desprenderse de la preciada obra de Tiepolo, valorada en alrededor de un millón de dólares, supone algo así como abrir la caja de Pandora del pillaje legal cometido con los bienes de los judíos, desmontar el armazón patrimonial construido en el tiempo a través de las ventas y reventas sucesivas. La sentencia del Tribunal de Apelación de París es tan contundente que la dirección del museo ha renunciado de antemano a todo recurso. “No nos sentimos verdaderamente condenados en este asunto, el Louvre nunca ha pretendido conservar sus obras clasificadas MNR en detrimento de sus legítimos propietarios”, han indicado, piadosamente, los directivos del museo francés.
El interés del dictamen reside en el hecho de que el cuadro del pintor veneciano no fue robado, como tantas propiedades de los judíos en Francia, sino vendido en subasta para satisfacer la deuda de un notario. Su propietario, Fréderic Gentili di Giuseppe, un judío italiano representante en Francia del Ministerio de Finanzas de su país, falleció en París el 21 de abril de 1940, la víspera de aquel día fatídico en el que el ejército francés se desplomó al unísono ante el empuje alemán. Además de rico, Fréderic Gentili era un hombre cultivado, de gustos exquisitos, que disponía de una pinacoteca particular compuesta por un centenar y medio de obras de autor.
Tras la posterior invasión alemana, sin tiempo material para hacer valer sus derechos de herencia, la familia Gentili huyó precipitadamente hacia el sur y a continuación se embarcó para América. En noviembre de ese mismo año, el notario Julian Giraud reclamó formalmente una deuda de 90.000 francos –unos 14.150 dólares– contraída por el fallecido, y cinco días más tarde, ante la ausencia de los familiares de la víctima, la administración ya había hecho inventario de sus bienes, dando muestra de una diligencia extraordinaria que el Congreso Mundial Judío no ha dejado de reprochar airadamente a los bancos y a las compañías de seguros. La tela de Tiepolo y las otras cuatro conservadas hasta ahora en el Louvre –La Visitación, de Moretto de Brescia; La Santa Familia, de Bernardo Strozzi; Jugadores de cartasante la chimenea, de Alexandre Magnasco, y Retrato de mujer, de Rosalba Carriera– fueron más tarde sacadas a subasta, junto al resto de la voluminosa colección de Fréderic Gentili.
Los avispados aprovecharon la oportunidad que se les brindaba a precio de ganga. El Tiepolo fue comprado por el equivalente a unos 87.000 francos actuales –unos 12.910 dólares– y revendido por casi diez veces más a Hermann Goering, el fundador de la Gestapo y ministro del Aire de Hitler, que se suicidó en prisión el 15 de octubre de 1946, cuando ya estaba condenado a muerte. El cuadro del judío Gentili formó parte, pues, durante esos años, del paisaje disipado y fastuoso del siniestro Goering hasta que, terminada la guerra, fue recuperado por los aliados y entregado a la administración francesa, junto con otras 60.000 obras robadas por los alemanes. A su regreso del exilio, los herederos de Gentili encontraron los cinco cuadros en el Museo del Louvre e iniciaron una serie de reclamos, primero amistosas y luego ya por la vía judicial. El veredicto del tribunal francés establece un precedente judicial a considerar en un momento en el que los bancos y las compañías de seguros franceses, suizos y alemanes entonan a coro el mea culpa y se comprometen a indemnizar a los familiares de las víctimas. Entre ellos, el Deutsche Bank, que participó en su momento en la financiación del campo de exterminio de Auschwitz, está ahora dispuesto a borrar ese pecado original indemnizando por los trabajos forzados que los presos esclavos del Tercer Reich realizaron hasta la extenuación y la muerte. Las sumas no son tan astronómicas porque, contra lo que señalaba la propaganda antisemita de la época, los judíos no acumulaban sumas tan fabulosas y porque, transcurridos más de cincuenta años, pocos herederos pueden fundamentar sus reclamos.

 


 

CONSULTA EN ALABAMA SOBRE CASAMIENTO CON NEGROS
Un plebiscito que atrasa un siglo

El País de Madrid
Por Javier Valenzuela Desde Washington

t.gif (862 bytes) Alabama, el estado del profundo sur norteamericano, famoso por su espesa y sangrienta historia de linchamientos protagonizados por el Ku Kux Klan y otros grupos blancos racistas, acaba de dar el primer paso para la abolición de un anacronismo vergonzoso. Su Senado ha votado, como lo había hecho el pasado abril su Cámara de Representantes, a favor de la abolición del artículo de su Constitución que prohíbe a “cualquier negro o descendiente de negros” casarse con blancos
Pero la decisión de los legisladores, audaz para los niveles de ese estado, tendrá que ser aprobada o rechazada por los electores. El próximo 12 de octubre, los habitantes de Alabama votarán si están de acuerdo con su Cámara de Representantes y su Senado y aceptan que desaparezca de la Constitución del estado, redactada y aprobada en 1901, el ominoso artículo que prohíbe los matrimonios interraciales.
Alabama se había convertido en el último estado de la Unión en mantener una cláusula de ese tipo en su Carta Magna, tras la abolición en un referéndum celebrado el pasado noviembre de un artículo semejante por los electores de Carolina del Sur. El artículo de Carolina Sur, vigente desde 1895, prohibía “el matrimonio de una persona blanca con un negro, un mulato o cualquiera que tenga un octavo o más de sangre negra”.
Las dos Cámaras del Congreso de Alabama votaron a favor de la supresión sin ningún voto en contra. “Esto envía un claro mensaje a todo el país de que Alabama no es tan palurda y retrasada como alguna gente cree”, dice Alvin Holmes, el congresista demócrata que promueve la reforma constitucional. “El artículo en cuestión –añade– perpetúa los tiempos de la esclavitud y la discriminación de los afroamericanos”.
Alabama no podía aplicar, de hecho, su legislación contra el matrimonio interracial desde que en 1967 el Tribunal Supremo de Estados Unidos arrojó a la cesto de la basura una disposición semejante en las leyes de Virginia. No obstante, nadie se atrevía a proponer allí la derogación de la cláusula constitucional. La última encuesta arroja una mayoría del 63 por ciento a favor de abolir la prohibición de los matrimonios interraciales frente al 27 que la defiende.
Pero entre los partidarios de la abolición se encuentra mucha gente, como el congresista Phil Crigler, que lo hace por una mera cuestión de imagen. “Yo seguiré educando a mis hijos en la idea de que es perverso que un negro se case con una blanca, pero si a algunos les molesta que eso esté escrito en la Constitución de nuestro estado, no tengo inconveniente en que se borre”, dice Crigler.

 

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