El País de Madrid
Por José Luis Barberia Desde París Dentro de pocos días, el
cuadro del pintor veneciano Giambattista Tiepolo Alexandre y Campaspe en casa de Apelle y
cuatro telas más de otros tantos autores italianos serán descolgados del Museo del
Louvre y devueltos a los herederos de su propietario original. Es el final de un tortuoso
proceso iniciado hace 48 años y el principio, a su vez, de la recuperación por la vía
judicial de buena parte de las obras de arte espoliadas a los judíos durante la Segunda
Guerra Mundial. El veredicto que obliga al Louvre a desprenderse de la preciada obra de
Tiepolo, valorada en alrededor de un millón de dólares, supone algo así como abrir la
caja de Pandora del pillaje legal cometido con los bienes de los judíos, desmontar el
armazón patrimonial construido en el tiempo a través de las ventas y reventas sucesivas.
La sentencia del Tribunal de Apelación de París es tan contundente que la dirección del
museo ha renunciado de antemano a todo recurso. No nos sentimos verdaderamente
condenados en este asunto, el Louvre nunca ha pretendido conservar sus obras clasificadas
MNR en detrimento de sus legítimos propietarios, han indicado, piadosamente, los
directivos del museo francés.
El interés del dictamen reside en el hecho de que el cuadro del pintor veneciano no fue
robado, como tantas propiedades de los judíos en Francia, sino vendido en subasta para
satisfacer la deuda de un notario. Su propietario, Fréderic Gentili di Giuseppe, un
judío italiano representante en Francia del Ministerio de Finanzas de su país, falleció
en París el 21 de abril de 1940, la víspera de aquel día fatídico en el que el
ejército francés se desplomó al unísono ante el empuje alemán. Además de rico,
Fréderic Gentili era un hombre cultivado, de gustos exquisitos, que disponía de una
pinacoteca particular compuesta por un centenar y medio de obras de autor.
Tras la posterior invasión alemana, sin tiempo material para hacer valer sus derechos de
herencia, la familia Gentili huyó precipitadamente hacia el sur y a continuación se
embarcó para América. En noviembre de ese mismo año, el notario Julian Giraud reclamó
formalmente una deuda de 90.000 francos unos 14.150 dólares contraída por el
fallecido, y cinco días más tarde, ante la ausencia de los familiares de la víctima, la
administración ya había hecho inventario de sus bienes, dando muestra de una diligencia
extraordinaria que el Congreso Mundial Judío no ha dejado de reprochar airadamente a los
bancos y a las compañías de seguros. La tela de Tiepolo y las otras cuatro conservadas
hasta ahora en el Louvre La Visitación, de Moretto de Brescia; La Santa Familia, de
Bernardo Strozzi; Jugadores de cartasante la chimenea, de Alexandre Magnasco, y Retrato de
mujer, de Rosalba Carriera fueron más tarde sacadas a subasta, junto al resto de la
voluminosa colección de Fréderic Gentili.
Los avispados aprovecharon la oportunidad que se les brindaba a precio de ganga. El
Tiepolo fue comprado por el equivalente a unos 87.000 francos actuales unos 12.910
dólares y revendido por casi diez veces más a Hermann Goering, el fundador de la
Gestapo y ministro del Aire de Hitler, que se suicidó en prisión el 15 de octubre de
1946, cuando ya estaba condenado a muerte. El cuadro del judío Gentili formó parte,
pues, durante esos años, del paisaje disipado y fastuoso del siniestro Goering hasta que,
terminada la guerra, fue recuperado por los aliados y entregado a la administración
francesa, junto con otras 60.000 obras robadas por los alemanes. A su regreso del exilio,
los herederos de Gentili encontraron los cinco cuadros en el Museo del Louvre e iniciaron
una serie de reclamos, primero amistosas y luego ya por la vía judicial. El veredicto del
tribunal francés establece un precedente judicial a considerar en un momento en el que
los bancos y las compañías de seguros franceses, suizos y alemanes entonan a coro el mea
culpa y se comprometen a indemnizar a los familiares de las víctimas. Entre ellos, el
Deutsche Bank, que participó en su momento en la financiación del campo de exterminio de
Auschwitz, está ahora dispuesto a borrar ese pecado original indemnizando por los
trabajos forzados que los presos esclavos del Tercer Reich realizaron hasta la
extenuación y la muerte. Las sumas no son tan astronómicas porque, contra lo que
señalaba la propaganda antisemita de la época, los judíos no acumulaban sumas tan
fabulosas y porque, transcurridos más de cincuenta años, pocos herederos pueden
fundamentar sus reclamos.
CONSULTA EN ALABAMA SOBRE CASAMIENTO CON
NEGROS
Un plebiscito que atrasa un siglo
El País de Madrid
Por Javier Valenzuela Desde Washington
Alabama,
el estado del profundo sur norteamericano, famoso por su espesa y sangrienta historia de
linchamientos protagonizados por el Ku Kux Klan y otros grupos blancos racistas, acaba de
dar el primer paso para la abolición de un anacronismo vergonzoso. Su Senado ha votado,
como lo había hecho el pasado abril su Cámara de Representantes, a favor de la
abolición del artículo de su Constitución que prohíbe a cualquier negro o
descendiente de negros casarse con blancos
Pero la decisión de los legisladores, audaz para los niveles de ese estado, tendrá que
ser aprobada o rechazada por los electores. El próximo 12 de octubre, los habitantes de
Alabama votarán si están de acuerdo con su Cámara de Representantes y su Senado y
aceptan que desaparezca de la Constitución del estado, redactada y aprobada en 1901, el
ominoso artículo que prohíbe los matrimonios interraciales.
Alabama se había convertido en el último estado de la Unión en mantener una cláusula
de ese tipo en su Carta Magna, tras la abolición en un referéndum celebrado el pasado
noviembre de un artículo semejante por los electores de Carolina del Sur. El artículo de
Carolina Sur, vigente desde 1895, prohibía el matrimonio de una persona blanca con
un negro, un mulato o cualquiera que tenga un octavo o más de sangre negra.
Las dos Cámaras del Congreso de Alabama votaron a favor de la supresión sin ningún voto
en contra. Esto envía un claro mensaje a todo el país de que Alabama no es tan
palurda y retrasada como alguna gente cree, dice Alvin Holmes, el congresista
demócrata que promueve la reforma constitucional. El artículo en cuestión
añade perpetúa los tiempos de la esclavitud y la discriminación de los
afroamericanos.
Alabama no podía aplicar, de hecho, su legislación contra el matrimonio interracial
desde que en 1967 el Tribunal Supremo de Estados Unidos arrojó a la cesto de la basura
una disposición semejante en las leyes de Virginia. No obstante, nadie se atrevía a
proponer allí la derogación de la cláusula constitucional. La última encuesta arroja
una mayoría del 63 por ciento a favor de abolir la prohibición de los matrimonios
interraciales frente al 27 que la defiende.
Pero entre los partidarios de la abolición se encuentra mucha gente, como el congresista
Phil Crigler, que lo hace por una mera cuestión de imagen. Yo seguiré educando a
mis hijos en la idea de que es perverso que un negro se case con una blanca, pero si a
algunos les molesta que eso esté escrito en la Constitución de nuestro estado, no tengo
inconveniente en que se borre, dice Crigler.
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