Por Fernando DAddario Acumula 60 años con la
música de proyección folklórica y apenas rozó el escenario de Cosquín a partir de un
par de invitaciones de músicos amigos. Pero teniendo en cuenta el estado de las cosas en
la música popular argentina, esta aparente asimetría entre excelencia artística y
reconocimiento oficial no es más que una dignificación para Eduardo Lagos. Además de
ser médico, ex arquero de fútbol y ex periodista, este hombre de 69 años criado en la
Capital Federal, es un alegre ignorante de su importancia dentro de un terreno artístico
tan ambiguo como ingrato: la vanguardia folklórica. Pero mucho más que eso, ha sido
testigo de la evolución de la música popular argentina y latinoamericana en las últimas
cuatro décadas, y partícipe directo aunque en las tinieblas de la
retroalimentación con otros géneros, como el jazz, la bossa nova y la música clásica.
Sin embargo, hace un año y medio que no toca, inercia injusta que será quebrada esta
noche en La Scala de San Telmo (ver recuadro).
No toco muy seguido, pero tampoco hay dónde ni con quién, salvo los amigos de
siempre reconoce en la entrevista concedida a Página/12. A veces también me
preguntan por qué grabé tan pocos discos. Y la verdad es que nunca me llaman para
grabar. Pero además, jamás tuve la sensación de formar parte de algo, o de estar
empezando una corriente musical o algo por el estilo. La música siempre fue para mí un
hobbie. Un hobbie hermoso. Ser médico me favoreció. Es más, me salvó, porque nunca
necesité vivir de la música.
¿Cree que su música podría tener mayor difusión?
No... mire, si ni en la época del boom folklórico, en los 60, difundían lo que yo
hacía. Yo me acostumbré a que el folklore comercial anduviera por un camino y yo por
otro, así que nunca me preocupé. En 1955 tenía un trío, que se llamaba
Juárez-Quiroga-Ríos. Ninguno se llamaba así, y yo venía a ser Ríos. Era
un dúo vocal y yo. Algunos de los arreglos vocales luego fueron tomados por el Dúo
Salteño, pero de eso se acuerda muy poca gente, creo que sólo nosotros tres nos
enteramos.
¿Escapar del formato convencional del folklore era una búsqueda intuitiva o
seguía ese camino por una cuestión estrictamente técnica de formación musical?
Mi objetivo en la vida era tocar como Adolfo Abalos. Y recién pude tocar otras
cosas cuando me resigné a que nunca iba a poder tocar como él. La telúrica que él
maneja yo jamás podría adquirirla. Entonces yo, que tocaba paralelamente Bartok, Bach, y
esas cosas, empecé a concebir la posibilidad de incorporar ese bagaje a mi música. Así
salió lo que salió... Adolfo me decía ¡qué atrevido!.
Era de esperar que los tradicionalistas no gustaran de su música. Pero ¿y los más
progresistas, como Atahualpa Yupanqui?
Una vez, estando en la casa de Yupanqui, tuve el honor de tocar el piano. Yo tenía
15 años y le mostré al maestro una de mis composiciones. Después de escucharme con
atención, y con toda amabilidad, don Ata me dijo: Y pensar que con mucho menos
trabajo podía haber hecho una zamba....
Era difícil Atahualpa...
Pero yo no me podía quejar. A otros les fue peor. Una vez le dijo a Manolo Juárez:
Ni en la más negra de mis pesadillas hubiera imaginado un arreglo como el que usted
le hizo a Piedra y camino. Y a Los Andariegos se los encontró y les
preguntó: ¿Ustedes son los que me pavimentaron el Camino del
Indio?.
¿Usted fue testigo de la llegada de la bossa nova a Buenos Aires?
En realidad, yo conocí a tipos que estaban mucho antes de que naciera la bossa
nova. A Os Cariocas, por ejemplo. El mejor grupo vocal que haya tenido Brasil. Yo los
conocí en los años 40. Venían acá y nadie entendía nada. Muchos años después eran
uno de los números fuertes de 676, el boliche que estaba de onda entre los modernos. Bah,
entre los snobs. Lagente que se presumía culta y moderna iba ahí y no entendía nada de
lo que escuchaba, pero quedaba bien. Astor Piazzolla tocaba allí, y siempre me invitaba
para que yo fuera. Y yo le decía que no podía, porque ellos tocaban muy tarde, y yo a
las 7 de la mañana tenía que entrar a trabajar al hospital.
¿A Piazzolla le gustaba el folklore?
No, no le gustaba nada. El decía que lo único que rescataba del folklore era la
música de Raúl Barboza y la mía. Decía también que al folklore le faltaba armonía
moderna. Y en ese momento tenía razón, aunque la historia se encargó de demostrar que,
más allá de lo que hizo Astor, el folklore tenía más posibilidades de renovación que
el tango. Esto se debe más que nada a una cuestión técnica. Es más difícil improvisar
cuando hay polifonías, como ocurre en el tango. En el folklore las posibilidades son
infinitas, y creo que yo me aproveché de esa impunidad que implica el no tener que
rendirle cuentas armónicas a nadie.
¿Es por eso que se lleva tan bien con los músicos de jazz?
Me llevo bien y no sé por qué. Muchas veces intenté tocar jazz y lo que me salió
fue siempre espantoso. El Mono Villegas me decía: Lo que pasa es que vos tocás
así porque sos un pianista de jazz frustrado. Nunca quise averiguar si era una
crítica o un elogio. Así que me quedé con la proyección folklórica, lo cual no
significa que no me gusten ni el jazz, ni la bossa, ni la música clásica. Al contrario.
Si a mi casa venían todos y se armaban cada zapadas...
¿Quiénes por ejemplo?
Una vez me llamó Astor a la 1 de la mañana. Yo estaba durmiendo. Y me dijo:
Vamos para tu casa. Cuando llegaron me quería morir. Era una patota:
Vinicius, Dorival Caymmi, el Cuarteto Zupay, Chico Novarro, Horacio Ferrer. Después de
varios whiskies, Vinicius sólo decía saravá, sentado en cuclillas mientras
una mujer lo miraba raro. Dorival fue a dejar a su mujer a un hotel y volvió. ¿No
posso cantar? preguntaba en medio del despelote...
También se dice que Piazzolla grabó un disco en su casa...
Claro, fue un ensayo, en 1960 y se llamó, como corresponde, Ensayos. Yo en una
época tenía en Martínez una casa sonoramente muy especial, porque tenía techo de paja
y paredes de adobe. Se vino una noche con el Quinteto. Colgué un micrófono de una
lámpara, y les pedí a los músicos que se juntaran todo lo que pudiesen, como si se
tratara de una foto, porque mi grabador monofónico no me inspiraba confianza. De eso
salió un disco de puta madre, rescatado por Radoszinsky después de la muerte de Astor.
¿Nunca hizo alguna concesión artística?
Sí, pero no por interés, sino por diversión. En pleno auge del Club del Clan,
teníamos un grupo vocal, Los 4 Fuegos. Nos hicieron grabar en un compilado del Club del
Clan, llamado Siguen las explosiones, junto con Violeta Rivas, Marty Cosens, estaban
todos. No sonábamos mal. Me acuerdo que Ricardo Mejía, director artístico de RCA,
tenía una teoría muy curiosa: El Club del Clan se lo vendo a las mucamas. Y de
paso, a ustedes se los encajo a las patronas. No nos fue mal. Me acuerdo, inclusive,
de haber firmado autógrafos. Pero el momento de mayor esplendor fue otro.
¿Cuál?
En 1953, cuando armamos una orquesta con Lalo Schiffrin y otros amigos y tocamos
como conjunto estable en un barco que nos llevó a Europa. Tocábamos para pagar el viaje.
Yo era el pianista suplente. Fue muy lindo. Llegamos a París y nos instalamos, pero nos
estafaron y me tuve que volver. Lalo se quedó.
Pasaron 45 años de esa anécdota. ¿Alguna vez soñó con pertenecer al otro
folklore, al de los festivales y el aplauso masivo?
Nunca me interesó ser conocido. Yo sólo quería ser amigo de los músicos, y aquí
estoy. Para mí, el prestigio es mucho más importante que la fama.
Un toque de distinción El regreso de Eduardo Lagos a los escenarios, que se concretará esta noche
en la Scala de San Telmo, está enmarcado en el ciclo De aquí en más,
organizado por el músico Guillo Espel. Lagos, cuyo último CD, grabado con Jorge
González y Pocho Lapouble, fue editado en Estados Unidos bajo el nombre Spicy (si
nos llegan a confundir con las Spice Girls es probable que vendamos muchos discos, pero
después nos van a querer matar ..., dice el músico) se presentará esta vez con
Rodolfo Sánchez (percusión) y César Angeleri (guitarra). En el ciclo, el común
denominador es la calidad de los intérpretes. De acá hasta agosto, algunos de los
artistas participantes serán: Marcelo Perea, excelente pianista santiagueño (18/6),
María José Albaya (9 de julio), Grupo Vocal Refusilo (16/7), Oscar Alem-Hamlet Lima
Quintana (23/7), Grupo Albahaca-José Ceña (22/8) y Oscar Cardozo Ocampo (27/8). |
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