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Por Felipe Yapur Desde Tucumán El escrutinio provisorio está cerca de terminar. Sólo faltan escrutar 144 mesas y el peronismo tucumano aventaja a la Fuerza Republicana (FR) de los Bussi por casi 4000 votos. El partido liderado por el represor Antonio Bussi insiste en impugnar los comicios pero cada vez parece estar más consciente de que se desmoronan sus posibilidades de revertir la tendencia favorable al justicialismo. El gobernador Antonio Bussi continúa recluido en su despacho, y de muy mal humor. Su bronca y la de su hijo Ricardo tienen dos destinatarios precisos. Uno es el presidente de la Junta Electoral, Alfredo Dato. El segundo es el actual vicegobernador Raúl Topa, virtual intendente electo de la capital, quien sacó muchos más votos que Ricardito Bussi. Topa incluso ha recibido amenazas de muerte, obviamente anónimas, tras las elecciones del domingo pasado y que lo dejaron como el gran ganador del partido del ex dictador. A pesar de la depresión que se vive en la casa de gobierno tucumana, los jóvenes ricardistas todavía mantienen firme la esperanza puesta en la presentación ante la Justicia local para que abra las urnas y se recuente voto por voto. Pero esto es lo único que los mantiene unidos. Es evidente la división que se vive entre los bussistas. Los chicos de Ricardo miran con recelo a los ministros y funcionarios del general considerados como los paladares negros del bussismo. No son los responsables de esta situación. Pero ninguno de ellos obtuvo un cargo, lo que demuestra que no sumaron a la candidatura de Ricardo, se lamentó un hombre de mucha confianza del vástago del militar. Este operador ni siquiera se imagina que su razonamiento tiene alguna coincidencia con la agrupación Nuevo Orden Solidario (NOS) y que conduce justamente Topa. En varias oportunidades los integrantes de la agrupación, que mantuvo un permanente enfrentamiento con Bussi, escucharon las quejas de Topa luego del resultado del domingo: Las elecciones dieron una muestra cabal de lo que piensa la gente de los bussistas. Ninguno de los candidatos del viejo tuvieron votos suficientes como para pelear una banca. Esto demuestra que hay dos caminos diferentes en el partido, soy yo o Bussi. Yo, un verdadero republicano o el general rodeado de genuflexos y obsecuentes. Pero Topa no es bien visto por los ricardistas porque según este grupo el Gallo (así lo llaman al vicegobernador) en la Junta Electoral no hizo nada, ni a favor ni en contra. Y en la situación que vivimos no hacer nada no nos ayuda. En Fuerza Republicana la pelea es todos contra todos y, como analizan en el topismo, si no se ponen las cosas en claro el partido puede partirse y esa decisión está en manos del general. Las cosas en claro para la gente de Topa es cambiar la forma de hacer política. Nunca más el absolutismo de Bussi y terminar con los obsecuentes. Esto es fundamental, yo soy republicano y muero como republicano. Es decir, no soy un bussista, es el razonamiento que suelen escuchar los hombres del intendente electo. De todas formas, y a pesar de que sabe que la situación que se vive en FR, Topa ni siquiera salió a festejar su triunfo en la capital y ni siquiera se atreve, ni tampoco se atrevió en su momento, a cuestionar la candidatura del hijo del anciano general. Suele decir que conoce poco a Ricardo, pero cuando puede se jacta de que cuando él fue integrante de la fórmula el partido sacó 65.000 más que lo que obtuvo Bussi junior. Sin embargo, desde el lunes, todo lo que dice Topa es prácticamente en voz baja y mirando hacia atrás. Ya contabilizó tres amenazas en estos últimos cinco días. Una media docena de hombres lo sigue a sol y a sombra,jura que no cree que las amenazas provengan del general o de su hijo, pero siempre recuerda la frase: Hay más papistas que el Papa. Pero el frente interno bussista no es el único convulsionado. Padre e hijo tienen días duros por delante. El anciano general sabe que sacó votos suficientes para acceder a una banca en la Legislatura. Pero no le será fácil asumir. Hay acuerdo entre el peronismo, el partido de Gumersindo Parajón y un sector de la Alianza, para impedir el ingreso del ex represor al salón de sesiones. La razón será que Bussi tiene causas penales pendientes y, al igual que le sucedió a un diputado provincial en 1985, no podrá asumir hasta que logre un fallo absolutorio. Pero este acuerdo también tiene su costo. El sector de la Alianza que impulsa esta medida es el denominado Ateneo de la Libertad, que conducen el diputado nacional Alfredo Neme Scheij y el legislador Carlos Courel. Estos últimos están enfrentados a muerte con el derrotado Rodolfo Campero, quien impulsó una denuncia de fraude a los comicios de la semana pasada y que le valió el repudio del Ateneo. Lo que no dicen estos últimos es que gracias a la derrota de Campero, se preparan para reflotar el frente que pensaban conformar con el peronista Julio Miranda. Sin definir todavía el acuerdo, los aliancistas ya tienen hombres dispuestos para integrar el futuro gabinete de Miranda.
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