Por Sergio Moreno Se conocieron en mayo de 1986.
Los presentó una mujer. Uno tenía mucho poder, el otro comenzaba su carrera ascendente.
Trece años después, ninguno de los dos ocupa cargo alguno, pero su influencia en la
política argentina no ha desaparecido y, de ser por ellos, no desaparecerá. José Luis
Manzano y Enrique Coti Nosiglia, unidos por un sino conradiano, nunca se han
ido. Acaso ensayaron retiradas estratégicas cuando la sociedad los condenó como
antimodelos. Pero han seguido estando y hoy, a cinco meses de las elecciones nacionales,
están donde quieren estar: Manzano es uno de los consultores más escuchados por el
candidato peronista Eduardo Duhalde, su compañero de fórmula Ramón Palito
Ortega y su potencial aliado Domingo Cavallo; Nosiglia fue uno de los armadores
importantes en la resolución de la interna entre el radicalismo y el Frepaso y suele
asesorar al candidato de la Alianza Fernando de la Rúa. No han regresado: gracias a que
existen los teléfonos, nunca se fueron.
Chupete tiene 43 años, Coti 49. Desde que los presentó Gloria Alonso Masey por
entonces la juvenil secretaria de Nosiglia, hace trece años, se sumergieron en una
simbiosis propia de la admiración que, especularmente, sintieron entre sí. El mendocino
Manzano es hiperquinético, voluptuoso y verborrágico. El misionero Nosiglia es callado,
tímido y reconcentrado. Pero uno junto al otro potencian la pasión por el poder y la
política, y comparten gustos por el mismo tipo de mujeres y habilidad empresarial para
los negocios.
Manzano se fue del Gobierno acusado de innumerables casos de corrupción. De él se llegó
a decir que se había realizado una cirugía en los glúteos para levantárselos. Eso
nunca ocurrió, pero la sociedad lo creyó. Y lo creyó porque, después de haber hecho y
dicho cosas como yo robo para la corona, de él se podría creer cualquier
cosa, hasta las mentiras.
Nosiglia, acostumbrado a desplazarse sin mover el aire, generó una leyenda de monje negro
que terminó marcándolo y fue estigmatizado por ser el jefe de una organización a la
que, en un momento histórico, se le achacaron todos los males nacionales (la Junta
Coordinadora Nacional).
Puede vérselos, alguna de las cuatro noches que Chupete para en la Capital Federal,
juntos en algún restaurante porteño, en Recoleta o en Las Cañitas. Suelen verse una vez
por semana, cuando sus agendas se lo permiten. El teléfono siempre está abierto entre
los dos.
Manzano atiende en Integra, la consultora que creó en 1995 cuando regresó de su estadía
de estudios-negocios-lobby en Washington y San Diego, Estados Unidos. Se asoció a Daniel
Vila, empresario periodístico mendocino y creó el tercer multimedios nacional, con
capitales que proveyó, entre otros, el extinto cubano anticastrista Jorge Mas Canosa. Su
empresa de medios pasa un momento delicado, por lo que evalúa una alternativa: vender
siempre se puede y la demanda a ese nivel de las telecomunicaciones no suele ser mala.
Nosiglia es rico. Hijo de una acaudalada familia misionera, es dueño de campos,
sembradíos yerbateros y una empresa constructora. Su padre, Prospero, ya fallecido, legó
a la familia una clínica en Posadas. Coti vive en Arenales y Callao y sus oficinas están
en Callao y Corrientes. Tiene tiempo: administra sus empresas, sigue de cerca la
evolución interna del club Boca Juniors del que, dicen, quiere ser
presidente, pero su mayor obsesión es la política y el poder, el poder real, como
él lo define. La política formal tiene que ver con la ocupación de los espacios
de poder formal, cargos legislativos, la exposición pública de algunos dirigentes a
algunos cargos del Ejecutivo, etcétera: el mundo de la política formal que son los
diputados, los concejales, los intendentes, los gobernadores... El poder real está hecho
por la construcción de un proyecto político en el cual se interrelacionan, interaccionan
desde el poder político partidario como los mecanismos de alianza que construyen los
partidos políticos para ganar elecciones. El poder real tiene que vercon la capacidad de
transformar la realidad más que con la formalidad de quién gane o no una
elección.
En agosto del año pasado, Carlos Menem apretaba las clavijas de sus colaboradores en
el gabinete, el PJ y la Justicia para forzar una nueva reelección. Por si las moscas,
había mandado a caminar el país a Ramón Palito Ortega, por entonces delfín
del riojano ante un eventual contratiempo de la re-re. Duhalde no conseguía gobernadores
que apoyaran su candidatura y Cavallo se había llamado a silencio tras el suicidio de
Alfredo Yabrán. Por ese entonces, Manzano le dijo a uno de los operadores de Palito:
Mirá, huevón, si queremos ganar en el 99 tenemos que dejarnos de joder. Acá
la única salida es cerrar un acuerdo Duhalde-Ortega-Cavallo, todos juntos. Si no,
perdemos. Y si perdemos, vamos todos presos.
El operador lo miraba sorprendido, en silencio. La semana pasada, el mismo interlocutor
dijo a Página/12:
Hasta ahora, todo lo que me dijo Chupete esa vez se está cumpliendo.
Manzano no sólo apuesta a terminar de cerrar la troika con el ingreso de su amigo, a
quien aconseja habitualmente, Cavallo. El ex ministro del Interior, piedra angular de la
renovación peronista y encendido jefe de la bancada de Diputados durante el gobierno
radical de Raúl Alfonsín, sostiene, a quien quiera escucharlo, que hay que
arreglar con Menem, aunque sea por debajo de la mesa. Así se lo dijo en más de una
oportunidad al propio Duhalde. El gobernador lo escucha y cavila, en silencio.
¿Vos lo dejarías afuera al Coti? Sería una locura desperdiciar a un
armador así. Coti enhebra. Fue el que armó con (el gastronómico Luis)
Barrionuevo el Pacto de Olivos. Como dijo Alfonsín, sólo hay que ponerle dos teléfonos
y te arregla todo sentenció, con sus dudas, un dirigente radical ante Página/12.
Cuenta la leyenda que César Jaroslavsky gustaba jugar a las diferencias entre Nosiglia y
el extinto y también ex ministro del Interior de Alfonsín Antonio Troccoli.
Los dos son buenos negociadores decía el Chacho, pero la diferencia es
que Troccoli va, negocia, siempre triunfa y cuando vuelve te dice: Arreglé todo,
hay que poner tanto. Nosiglia va, negocia, siempre triunfa y cuando vuelve te dice:
Arreglé todo, cobramos tanto.
Nosiglia perdió por escándalo la interna partidaria de 1991 y su vencedor fue Fernando
de la Rúa. Pero, a pesar de salir tercero detrás de Jesús Rodríguez, no se
dio por vencido ni aún vencido. Y comenzó una tarea de acercamiento de quien sería
y es el dirigente radical con mejor imagen en la sociedad argentina.
Durante la interna contra el Frepaso para definir las candidaturas presidenciales de la
Alianza, Nosiglia aportó todo lo que sabe al triunfo del jefe de Gobierno porteño. De
fluidos contactos con el peronismo y el sindicalismo más tradicional (Armando Cavalieri,
Luis Barrionuevo), Coti mantiene una excelente relación con Menem, fomentada desde
aquellos años en que el riojano era el gobernador más alfonsinista del peronismo.
Mucho antes de la victoria radical, antes de la génesis de la Alianza, el misionero jugó
fuerte para impedir el acuerdo. Es que Coti es un convencido de que la garantía de la
democracia argentina pasa por los dos grandes partidos nacionales, el peronismo y el
radicalismo, y que no hay lugar en esa confluencia para terceros. Su inquina hacia el
Frepaso lo llevó a querellar, en febrero del año pasado, a Carlos Chacho
Alvarez, quien lo había acusado de estar involucrado en negociados políticos
y lo situó como ideólogo de un hipotético pacto entre De la Rúa y Menem.
Pero sus diferencias con los socios en la Alianza no le impiden seguir adelante con sus
tareas.
Coti asesora a De la Rúa en determinados temas. No se olvide de que tiene una de
las mejores agendas del país y una llegada absoluta a cierto establishment como Amalita
(Lacroze de Fortabat) o Carlos Bulgheroni, con quienes no sólo habla de números o de
economía. También sabe lo que pasa en el Gobierno por sus contactos con (Carlos) Corach
y (Eduardo) Bauzá, entre otros. Y además es uno de los que más sabe sobre la Policía
Federal, y el tema del traspaso a la Capital es un engorro para Fernando relató a
este diario un funcionario del gobierno porteño.
Nosiglia no es hombre de confianza del candidato aliancista, fundamentalmente porque De la
Rúa confía en muy pocos. No obstante, cuando se lo necesita él (Nosiglia) siempre
está, confió el funcionario.
Manzano y Duhalde suelen encontrarse en alguna de las dos suites que el bonaerense
tiene reservadas permanentemente en el Hotel Alvear, la 106 y la 107. Charlan, el
gobernador lo escucha. Pero Manzano es un hombre de acción. Chupete le arma algunas
cosas políticas, le sienta gente, le detecta dirigentes en el interior para sumar a sus
filas y le puso a su disposición su agenda internacional, que no es pequeña,
confió a este diario un operador duhaldista.
La relación entre ambos siempre fue buena, y nació cuando eran diputados peronistas
renovadores, en épocas en que el radicalismo gobernaba el país. Chupete siempre
deslumbró a Duhalde; lo respeta mucho, dicen en el bunker de campaña.
Manzano tiene varios valores que hacen que el gobernador le otorgue su confianza. No
es amarillo, confía un funcionario que se dice amigo de Manzano. Es más
continúa, fue el Chupete quien le reveló a Cavallo, cuando el Mingo era
canciller, quién era (Alfredo) Yabrán.
Manzano significa, además, para Duhalde, un operador desde y sobre Cavallo. La amistad
entre los dos ex ministros de Menem se solidificó cuando Cavallo lanzó el Plan Fiscal
Federal, una idea económica del por entonces jefe de Hacienda por el cual las provincias
se comprometían a eliminar impuestos distorsivos y a transferir sus cajas previsionales a
cambio de que el Estado federal les garantizase un piso en la coparticipación. La
concreción política fue laboriosamente cerrada por Manzano. Desde entonces, Manzano se
transformó en el hombre político en las sombras de Cavallo, alianza solidificada en
lucha contra Yabrán.
No se lo pude mostrar, afirman en la UCR de Nosiglia. ¿Qué va a
escribir sobre Manzano y Duhalde?, se aterran en el duhaldismo ante las consultas de
Página/12. Ni tirios ni troyanos quieren exponer a estos dos hombres que se empeñan en
no salir de escena porque se consideran a sí mismos los hacedores del poder democrático
en la Argentina. Nosiglia quiere recuperar la presidencia del Comité Capital de la UCR y
apoya a Marcelo Stubrin como cabeza de la lista de diputados por la Capital de la Alianza;
Manzano aspira al lugar que tuvo su alter ego Coti durante la primera parte de la gestión
de Alfonsín: influir sobre el poder real desde atrás de las bambalinas.
Los dos hombres son acciones en una misma dirección, armónicos y convergentes en sus
formas de pensar la política, el poder y la construcción del poder. Alguna vez pensaron
que iban a ser los dueños de la Argentina. Ambos creen que las corporaciones deben jugar
un rol en el Estado y en la gobernabilidad de la Nación. Ambos creen que sus partidos
políticos son la estructura básica de la democracia argentina, que deben estar
interconectados y no aceptan terceros actores. Reivindican el modelo italiano que fuera
destruido por el Manipulite, cuando la Democracia Cristiana y el Partido Socialista
loteaban parcelas del Estado y del poder sin molestarse y sin permitir el ingreso de
ajenos. Ambos son pragmáticos, veloces y eficaces. Se miran en un espejo que devuelve la
imagen del otro, y les gusta. Se han seducido y Manzano es el Narciso de Nosiglia y
Nosiglia es el Narciso de Manzano. Pero ambos saben que la exposición pública no los
beneficia, que la sociedad los ha condenado, y que fueron demonizados también desde la
política, incluso por los mismos que suelen requerir sus consejos. A pesar de todo,
Manzano y Nosiglia, los hermanos Corso de la política argentina, se han propuesto seguir
influyendo en la política argentina. De hecho lo están haciendo.
El misionero millonario
Nació hace 49 años en Posadas, Misiones. Hijo de un médico radical. Está casado con
Nina.
principios de los 70 llegó a la Capital Federal para empreder
su actividad política en la Facultad de Derecho, apadrinado por el santafesino Luis
Changui
Cáceres.
En 1972, junto con éste,
Leopoldo Moreau, Federico
Storani y Marcelo Stubrin,
entre otros, fundó en Setúbal
la Junta Coordinadora Nacional.
Su hermana Magdalena fue secuestrada y desaparecida por la
dictadura.
Tras el triunfo de Alfonsín, fue designado subsecretario de
Acción Social.
La Coordinadora porteña, agrupación que comandaba, se
transformó en uno de los principales bastiones de su poder.
Fue designado ministro del Interior y debió afrontar el
levantamiento de La Tablada.
Fue el principal armador, desde la UCR, del Pacto de Olivos, que le
dio la reelección a Menem.
Una de sus frases es: Yo no puedo ser candidato a nada.
De Cototo a la fama
Tiene 43 años. Nació en Tupungato, Mendoza. De chico, su familia lo apodaba
Cototo. Es médico, profesión que nunca ejerció.
En 1968, siendo estudiante secundario, participó de su primera
manifestación política. Participó en la fundación de la Juventud Secundaria Peronista,
impulsada por la agrupación de derecha Guardia de Hierro. En 1974 se afilió al
peronismo.
Sus padrinos políticos fueron los guardianes Juan
Carlos Chueco Mazzón y Alberto Flamarique.
Electo diputado nacional en 1983, fue luego electo jefe del
bloque.
Activo miembro de la renovación peronista, fue uno de los
integrantes de la cafieradora. Tras la victoria de Menem en la interna se
pasó de bando y ocupó un lugar en la mesa chica de las decisiones del menemismo.
En 1991 fue nombrado ministro del Interior, cargo que dejó dos
años después para recluirse durante dos años en los Estados
Unidos.
La frase más célebre que se le atribuye es yo robo para
la
corona. |
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