Por Cristian Alarcón Yayo Cozza faltó a la cita
con el cronista. Regatea su tiempo, a contramano de la decadencia. Ha pedido que de una
esquina de Belgrano se lo llame para saber luego dónde ubicarlo. Es lunes, nueve de la
noche, el día anterior al comienzo del juicio oral en el que lo pueden condenar por
tenencia de cocaína. El está en el box ocho del solarium Miami Sun, sentado como en un
caballo de juguete, sobre un banco, con el torso desnudo, frente al azul cobalto de una
lámpara.
No me vas a escrachar así le dice cómplice al fotógrafo, y despide a los
interesados hacia una sala de espera.
La de Yayo, a esta altura, es una trinchera. De la lista de personajes que ganaron fama en
torno al escándalo Coppola, es uno de los pocos que no disimula las viejas épocas. Las
chicas, Samantha, Natalia, Julieta, han preferido revertir el pasado y mutar en Susanitas,
más o menos artísticas, en un intento de redención, acorde con la nueva época.
Guillermo ha quitado el pie del acelerador nocturno y fiestero que, más allá de las
triquiñuelas, lo llevó a la cárcel. Los pobres de la banda, el remisero Claudio
Coppola, y el organizador de recitales de rock Tomás Paco Simonelli, padecen
la pobreza. Fernanda Villar, la novia de Poli, se convirtió al budismo. A ninguno le
interesan ya las trifulcas televisivas. Nadie les paga por ello. Ellos, los de antes, ya
no son los mismos. Cuando una súbita sobriedad argentina gana en las encuestas, dicho
samánthicamente, sus personajes ya no están de modammmmm.
Parecen no caber dudas a estas altura de que el caso Coppola coincidió con el
momento culminante de la cultura menemista, como lo define Aníbal Ford, autor
de La marca de la Bestia, libro en el que analiza los avatares del infoentretenimiento de
los noventa. Aunque ni uno solo votaba a Menem, según aseguró a este diario
uno de los ex productores de Mauro Viale que convivió con ellos en el más top de los
mediodías con lucha de chicas en vivo. Una de las guerreras, quizás la menos rea, la
más angelical de las en definitiva trabajadoras sexuales del escándalo,
Natalia De Negri, sólo atina a reírse con un jijiji como el de la Alelí de Don Mateo,
cuando se le menciona tal idea. Vi un libro que se llama Los farsantes, y dice algo
de eso, pero yo nunca me imaginé, nosotros sufríamos, sostiene. Se refiere a la
investigación periodística de los periodistas Gabriel Pasquini y Graciela Mochkofsky,
cuyo subtítulo es claramente: Caso Coppola, una crónica de fin del
menemismo.
De hecho, Guillermo ha sido un personaje articulador entre política, farándula, poder,
noche, fama, distribuidor, no exactamente de drogas, pero sí de contactos, roces, brillos
menemistas. Los medios han bautizado a quienes lograron fama a través del caso como clan
Coppola. Pero tal clan es virtual. Fue ideado por productores de TV, no surge como
resultado de supuestas relaciones de lealtad, de simbólicos pactos de sangre. Más bien
es producto de la perversión judicial del caso, su catalización televisiva. Es por ello
que a pesar de ser el centro de un supuesto clan, el manager de Diego Maradona es el
personaje hoy más invisible de todos. A pesar de haber sido condenado por lesiones leves
a un hombre que acosó a su mujer, por ser quien verdaderamente preserva el poder y el
dinero, es quien mejor ha simulado una estrategia de sobriedad. No sólo por su impecable
discurso del martes ante el Tribunal que lo juzga, sino por su desaparición de lugares
estridentes, de la estridencia misma. Hasta la elección de su ropa ha virado a una gama
apagada, seria, casi aliancista de ser. En tanto su archienemigo, el juez federal Hernán
Bernasconi, sigue en su puesto, después de que esta semana el justicialismo volviera en
la Cámara de Senadores a perdonarle la vida. También aplacado.
Vasallos
Quienes han tenido que variar forzosamente su modus vivendi son los personajes
periféricos, los más atractivos, los que dieron condimento al show. Natalia De Negri,
por ejemplo, tan arrepentida. Cuando llegué a lo de Mauro, yo había estado presa
en Dolores. Samantha y Julieta nos habían puesto la droga al Conejo y a mí en mi
departamento. Entonces yo estaba asustada. El primer día llegué de trencitas.
Tenía 20 años. Las perdió. A los 23 dice ser otra Naty. Ahora respeta su
vocación. Espera que el mes próximo salga su disco intitulado ¿Quién me la puso? Las
mismas reminiscencias de aquella obra que hizo junto a Adrián Facha Martel,
llamada Dentro del jarrón, todo. Ahora estudia teatro con Dora Baret, la persona a la que
más admira. Quiere ser tan buena como las malas en las novelas de Andrea del Boca. Jura
que ya no esnifa.
Naty apuesta a ese casamiento inmaculado en diciembre, con su novio y manager Daniel, en
la iglesia de San Patricio. Hace poco se confirmó (católica), y está feliz. Su suegra
ha sido su madrina ante un sacerdote que se sintió Cristo. Ya no me dejo llevar por
las malas influencias, se enorgullece. Lo que perduró fue la iniciación actoral en
TV. Dora me dice que empecé a aprender ahí, dice, encantada con los triunfos
de su viaje por Paraguay: no la dejaron descansar, matándola a entrevistas. Son
increíbles estos paraguayos, me saludaban hasta las piedras.
Dos productores de la época más tremenda de Mauro Viale accedieron a hablar con
Página/12. Después del caso, el clan tuvo más que nada cambios en lo económico.
Aunque Mauro perjure que no, el programa significaba moneda para todos. Yo pagué notas:
de 100 a 500 pesos. Nos reíamos con una productora que antes de empezar agarraba el
billete y mientras repartía les tiraba letra. Habla bajo reserva de identidad del
momento en que hacía lo imposible por el show y casi treinta puntos de rating. Se fue con
el eclipse de la trush TV, harto de la esclavitud laboral y moral.
¿El vasallaje se extendía a la relación con los personajes? Dice que sí. Se hacía
público el sexo comercial de las mujeres del programa. Sus encamadas con personajes cada
vez más conocidos y mayores, las fiestas. Eran comunes los gritos de las chicas
traicionadas. Por ejemplo: Samantha decía esa escucha no la pases. Pues a los
minutos estaba al aire, y su quijada se ladeaba hacia la derecha, mordía la antena del
movicom. Los indicadores de Ibope estallaban. Irene Meler, coordinadora del Foro de
Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires señala la
cuestión asociada con el dominio masculino. Lo distintivo señala es la
naturalidad con que adultos mayores casados han podido exhibir sus relaciones
extramatrimoniales, con chicas abusadas aunque partícipes voluntarias. El demérito y la
vergüenza cayó sobre ellas y sobre las esposas traicionadas, mientras que los hombres
podían ser cuestionados sólo por el consumo de drogas, nunca por ese abuso.
Reciclajes
Viejos tiempos los del éxito. En esta reedición del caso, Viale intentó reponer a los
decanos del show, tarea imposible. Sólo Paco Simonelli y Claudio Coppola asistieron
apenas por el sandwich. Paco tiene 20 años en el rock. Les organizó fechas desde Fabiana
Cantilo a Los Ratones Paranoicos. Su mala imagen le hizo perder contactos. No pudo pagar
un crédito de su casa. Están a punto de rematarla. Coppola no es familiar de Guillermo.
Era el remisero que llevaba al cuñado de Maradona, Gabriel El Morsa
Espósito, a comprar cocaína a una villa miseria. Estuvo dos años preso por tráfico.
Tiene cuatro hijos. Su mujer lo dejó. Vive de changas. Ellos son los que quedan. Los
demás desprecian el show.
Natalia aceptó una nueva pelea con Yayo por teléfono. Samantha tiene un contestador
automático en el que habla en plural, sencilla, casi señora. No da notas. Está entre
circunspecta y temerosa por las causas que esperan resolución en la justicia (ver
aparte). Hasta la entenada del clan, Fernanda Villar, que solía trompear a quien la
insultaba diciéndole novia trucha (desconociendo su viudez de Armentano), no
quiere ruido. ¡Estoy harta de que me liguen al caso!, le lloraba al productor
anónimo hace dos semanas, desconociendo que él ya no trabaja en el show,
enloquecida, completamente fuera de sí. La chica sufre el complejo ave fénix
de lasvedettes que encuentran espiritualidad después del fondo. Es profundamente budista.
Llenó su casa de incienso, figuras orientales y fotos del finado. Persigue eso llamado
reciclaje del alma.
Bajo la mirada de Aníbal Ford se trata de otro tipo de metamorfosis. El asunto
Coppola enganchó con el auge de algunos géneros de la llamada TV verdad: reality shows y
trush TV sostiene. Gritos, ruidos, peleas, guasadas, que tuvieron también
éxito internacional. Ahora estos géneros y otros formatos televisivos entraron en
caída, aunque dejaron su huella, como también entró en tirabuzón la cultura del
menemismo su impunidad, su champán, su cinismo, sus escándalos, sus jodas,
para entrar en un arrugue de barrera, que no es ajeno a las últimas miserias del
neoliberalismo. Seguramente que ahora van a aparecer las actitudes cautelosas y humildes.
Pero el gatopardismo, político o cultural, no evita que ya se hayan hecho cagadas que no
tape un poncho.
Cachetada
Las mujeres del affaire apaciguan sus ánimos entre mamaderas y encajes. Dicen que Julieta
tuvo mellizos. Pero lo de Samantha es fuerte. Comenzó con una historia apasionada. Por si
no quedó claro, ella ingresó al caso para salvar de la cárcel a su amado: Yayo. En
Dolores, entre champán y cocaína, además del sexo de rigor, los policías de Bernasconi
la convencieron para que plante, junto a Julieta Lavalle, 15 gramos de
cocaína a Tarantini. Como no cumplieron con la liberación, su chica terminó
denunciándolos y causándoles la prisión, además de seis pedidos de juicio político
para el juez. Liberado Yayo, después de tres meses de cárcel, lo dejó por un romance
con Mariano Cúneo Libarona. Ya entonces ensayó una susaneada. Dijo estar embarazada, no
sabía de quién. Si nace con los ojos claros es de Mariano. Si nace con los ojos
marrones, de Yayo. Yo quiero que sea una nena de ojos marrones, confesó. Hoy está
refugiada en su nuevo amor, un empresario dueño de dos boliches nocturnos y de nombre
Gabriel Contreras. Dice de él: Es diferente de mis parejas anteriores. Es sano, y
se ganó cada centavo que tiene. Yayo es sólo un mal recuerdo.
Tanto desparpajo se comprende quizás tras un análisis histórico y generacional. Sylvina
Walger, autora de Pizza con champán, le dice a Página/12: De estas chicas siempre
me impactó que fueron criadas entre la debacle de Isabel (Perón) y la dictadura,
producto del paso del horror, a la fiesta del fútbol y la farándula. Es la cachetada que
nos dan. Por otro lado, la forma en que ha sido tratado el caso evitó el meollo de la
cuestión, o sea la relación del poder con el delito. Y al mismo tiempo presentó esos
personajes que significaron un ejemplo de ascenso social, en el país del todos pueden
llegar, un concepto de (José Pablo) Feinmann.
La verdad es que Yayo, aunque ante la cama solar, no puede reafirmar aquella idea. La
noche le es esquiva. Ya no puede ganarse la plata trabajando y sin mayor esfuerzo,
tomando algo con los amigos. Ahora, por su lado, las chicas casadas. En el suyo,
pobres los pobres. Y Coppola, profesionalmente invisibilizado. Distantes todos del mentado
clan, de sus personajes tan argentinos, de la verdad fiestera nacional, y mucho más aún
de la verdad política. En palabras de Roland Barthes: Este escándalo orilló el
escándalo del horror, nunca el horror mismo.
HERNAN BERNASCONI SIGUE SIENDO JUEZ
El PJ como salvavidas
Por C.A.
El 26 de
diciembre sonaron las campanas para la pareja formada en los calurosos días del caso
Coppola por la periodista Alicia Barrios y el juez federal de Dolores Hernán Bernasconi.
Fue en una residencia del Barrio River, y no hubo pedido de juicio político que
desanimara la fiesta para ochenta invitados. Entre ellos estaban Raúl Portal, que
ingresó con ella del brazo, el ex dirigente de la JP setentista Dante Gullo, Moisés
Ikonicoff y Jorge Asís. Entre su apacible estancia en Dolores, ya sin peces gordos entre
sus manos, el juez espera la decisión del Senado sobre su futuro. Todos los pronósticos
salvan la vida judicial del magistrado. Esta semana Guillermo Coppola lo acusó de
presionarlo para que involucrara en el narcotráfico al secretario de la Presidencia
Ramón Hernández, Diego Maradona y Marcelo Tinelli.
El juez está acusado de mal desempeño de sus funciones, asociación ilícita y media
docena de delitos más. Hace dos años que en Diputados se aprobó su juicio político,
pero ha conseguido sobrevivir en su puesto. El duhaldismo lo ha defendido desde siempre:
el argumento es que no dejarán desbarrancarse a un juez peronista. Mucho menos en tiempo
de elecciones. El del menemismo es que es inconveniente dar curso a un juicio que metería
sus narices en una investigación que en su momento perjudicó la imagen oficial por la
amistad entre Guillermo Coppola y el secretario presidencial Ramón Hernández.
La vida de Bernasconi es apacible. Durante la semana continúa en su despacho. Sábados y
domingos se encuentra con su mujer en la casona que comparten en Núñez. Sigue yendo los
domingos a misa. Cultiva las mismas amistades y su chacra de Dolores, donde suele montar
su caballo Chocolate. Se relaja, convencido de su inocencia, y de que lo suyo fue de veras
la lucha contra el narcotráfico. Ya no tiene contacto con los policías que entraban y
salían de su despacho como de un bar público y lo llamaban Papi, quienes,
acusados como él de asociación ilícita pero sin sus fueros, están presos.
LAS CHICAS, CON APUROS JUDICIALES
Los riesgos del show
Por C.A.
El
silencio de las chicas escandalosas no sólo es retirada moral. También juegan en la
nueva actitud los problemas que entre tanto ajetreo se agenciaron con la Justicia. Su
participación en el caso estuvo teñida de ilegalidad desde los comienzos. Samantha
Farjat arrastró a sus amigas Julieta Lavalle y Natalia De Negri a Dolores, tras la
detención de su novio, el nocturno Héctor Yayo Cozza. Saman- tha está
acusada de haber colocado la cocaína encontrada en la casa de Natalia, cuando los
policías adscriptos al juzgado federal detuvieron a Alberto Conejo Tarantini.
Pero por otro lado, los abogados de los presos preparan una estrategia que incluye más
escuchas que podrían complicar el destino de las muchachas.
De caracteres diferentes, las chicas, con familias que van de la clase media al apellido
patricio de Julieta, fueron descriptas a este diario por el ex productor de Mauro Viale,
Héctor Yemmi. En principio, para Yemmi las chicas ganaban dinero en la
clandestinidad por el trabajo sexual, pero quedaron sin clientes al hacerse públicas.
Descubrieron entonces lo redituable. Yemmi se acuerda aún de la frase ¿Me
das cien para la luz?, casi de los finales del súper rating. En su visión, de las
tres, la más naïf fue siempre Natalia. Recuerda que la mantenían en un departamento
cuando sus padres la echaron de su casa y no tenía dónde dormir. Una ex productora de
Mauro contó que por aquellos días era difícil ubicarla en hoteles. La rechazaban
por el escándalo y una noche tuvo que dormir en un hotel alojamiento.
De Julieta, Yemmi dice: Era la más agresiva, la más inteligente, la más difícil
de descifrar y de convencer. Lo de ella era una vida paralela y por eso no alcanzó a ser
cara conocida, no quiso mostrarse. De Samantha: La más comercial de las tres,
la más rápida, la que entendió el negocio, acostumbrada a transar. Por un lado, se
hacía la tonta; por el otro, te la ponía.
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