Por más de tres horas, fuerzas militares rusas respaldadas por Serbia impidieron ayer la entrada de una avanzada británica al aeropuerto de Pristina, la capital de Kosovo. Rusia reclama una presencia propia en la provincia, sin subordinación a la OTAN. |
1 La primera entrada en Kosovo de la fuerza internacional de paz (KFOR) no fue pacífica. La avanzada de tropas británicas que llegó ayer a Pristina, la capital kosovar, tuvo un encontronazo con tropas de Rusia que imprevistamente habían llegado primero a Kosovo. Los británicos se vieron forzados a negociar su entrada al estratégico aeropuerto militar de Slatina con el contingente ruso apoyado por soldados serbios armados. El despliegue unilateral de Rusia tomó por sorpresa a la OTAN, que perdió la delantera en el despliegue de las tropas de la KFOR. En Moscú, el ministro del Exterior dijo que el avance ruso era desafortunado, pero el presidente Boris Yeltsin lo aprobó y ascendió al militar que encabezó la operación. El sábado a la madrugada, Rusia les había sacado ventaja a las tropas aliadas al entrar sorpresivamente en Kosovo antes que los británicos. Por la tarde, cuando la avanzada de Gran Bretaña intentó acceder al aeropuerto de Pristina un lugar que los aliados consideran estratégico para el despliegue de la KFOR, se topó con la inesperada noticia de que el contingente ruso ya estaba instalado allí y que la entrada al aeropuerto estaba bloqueada por los efectivos rusos, que contaban con el apoyo de soldados serbios armados. Este acontecimiento fue tomado con sorpresa por la OTAN, pero de alguna manera estaba anticipado por el reclamo de Rusia de una zona a ser administrada por sus fuerzas sin subordinación al comando aliado. Pese a la demostración de fuerza de los helicópteros norteamericanos Apache y de los tanques británicos Challenger, los serbios no cedieron y obligaron a los paracaidistas británicos a negociar su entrada. Por más de tres horas, el jefe de la quinta brigada aérea británica, el general Adrian Freer, y el comandante de las fuerzas rusas, el general Viktor Zavarzin, negociaron la distribución de sus fuerzas en el aeropuerto. Después de un intenso diálogo, se llegó a un compromiso que puso fin al incidente entre rusos y británicos, que finalmente ocuparon la parte sur. Los 300 soldados rusos habían llegado sorpresivamente a Pristina en la noche del viernes desde Bosnia-Herzegovina, donde integraban la fuerza de paz SFOR. Ingresaron en la provincia a pesar de que el ministro ruso del Exterior, Igor Ivanov, había asegurado a la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, que los soldados rusos detendrían su marcha desde Bosnia hacia Serbia antes de llegar a la frontera. En el cuartel general de la OTAN en Bruselas se descartaba que los rusos cruzarían la frontera después de que lo hiciera el primer contingente de la KFOR desde Albania y Macedonia bajo el mando del general británico Michael Jackson. Jackson llegó ayer a Pristina para entrevistarse con el jefe militar ruso Zavarzin, que aseguró que hubo un buen ambiente en el encuentro y aclaró que acordaron un uso conjunto del aeropuerto militar. Según la agencia oficial Tanjug, a medida que el contingente ruso avanzaba, era ovacionado por más de 10.000 serbios que les lanzaban flores. Algunas personas enarbolaban banderas yugoslavas mientras gritaban ¡Serbia-Rusia! y algunos jóvenes subían a los vehículos para darles la mano a los soldados. Tanjug aseguró que la llegada del contingente ruso fue recibida con alivio por los serbios, después de la tensión generada por la retirada del ejército y la policía yugoslavas ante el temor de que se produjera un vacío de poder, y que introdujo un factor de estabilidad en Kosovo al equilibrar la presencia de la OTAN. La sorpresa que produjo la entrada rusa dio un nuevo impulso a las negociaciones que se desarrollaban en Moscú por el rol de Rusia en la KFOR. En la capital rusa continuaron las conversaciones entre el ministro Ivanov y el secretario de Estado adjunto norteamericano, Strobe Talbott. Rusia reiteró que no quiere que sus tropas estén bajo el mando de la OTAN y que desea tener el control de una de las zonas de operaciones en Kosovo. Si no hay acuerdo con Estados Unidos, Rusia decidirá con Serbia dónde estacionar sus tropas, advirtió el general ruso Leonid Ivashov, jefe de la delegación militar rusa en las negociaciones con Estados Unidos. Pero Rusia no dio ayer signos de tener una posición consensuada sobre su rol en la KFOR. Mientras el ministro Ivanov justificaba el inesperado despliegue ruso como un desafortunado error, el presidente Yeltsin decidió ascender al militar que comandaba el convoy, el ahora coronel general Zavarzin. Yeltsin dijo públicamente que había dado su aprobación a la entrada de las tropas rusas, y anunció que Rusia está lista para participar en todas las operaciones previstas por el Consejo de Seguridad. Sin embargo, el enviado ruso a los Balcanes, Viktor Chernomyrdin la pieza clave en el desenlace diplomático de la guerra, aseguró que no fue informado de la entrada. No estaba al corriente de lo de anoche, pero eso no influirá en el proceso de paz, declaró. El jefe supremo de la OTAN, el general estadounidense Wesley Clark, no se mostró alarmado por la temprana entrada de las tropas rusas, pero aclaró que estamos trabajando para asegurarnos de que las fuerzas rusas de la KFOR serán desplegadas correctamente dentro de una cadena de mando unificada y efectiva. Lo que equivale a decir comandada por la OTAN. El secretario de Estado de Asuntos Exteriores británico, Doug Henderson, anunció que los representantes de la OTAN están reunidos con militares rusos para resolver las cuestiones de mando y control en la KFOR y se manifestó optimista, pero no mencionó las palabras de Yeltsin avalando la avanzada rusa.
COMO ENTRARA LA ARGENTINA El
ministro de Defensa, Jorge Domínguez, se reunirá mañana en Nueva York con el secretario
general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, luego de haber transmitido al gobierno
norteamericano el ofrecimiento argentino de participar en la fuerza internacional de paz
en Kosovo. Domínguez se anticipó unos días a la llegada del presidente Carlos Menem,
quien el martes recibirá en Nueva York el premio Sendero de la Paz 1999, de manos del
Observador Permanente del Vaticano ante la ONU, monseñor Renato Martino. La distinción
de la Santa Sede a Menem reconoce por un lado sus esfuerzos en nombre de la paz
mundial, pero también su defensa de la vida humana, por su campaña
antiabortista en los foros internacionales.
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