Por Jorge Vogelsanger Desde Madrid Unos dicen que hacía milagros
con la luz. Otros sostienen que supo pintar, no tanto la realidad de unos hombres, sino el
secreto del existir y el paso del tiempo. Pero hay algo en lo que coinciden todos los
entendidos: Diego Rodríguez de Silva y Velázquez fue uno de los más grandes pintores de
todos los tiempos y, junto con Miguel de Cervantes, el autor de Don Quijote, el artista
más universal que ha dado España. Este año se cumple el cuarto centenario del natalicio
de este genial pintor, creador de obras tan emblemáticas como Las Meninas o
Las hilanderas, y la idea es celebrarlo a lo grande. Toda una serie de
exposiciones, simposios, debates, congresos y publicaciones han sido organizados en este
año de Velázquez, que se concentrará fundamentalmente en dos ciudades
europeas: Sevilla, que en 1599 lo vio nacer, y Madrid, donde con apenas 23 años se
convirtió en pintor de cámara del rey Felipe IV. Pero que también llegará a otras
ciudades importantes, entre ellas Buenos Aires (ver nota aparte).
Muchas incógnitas rodean la vida de Velázquez. La fecha exacta de su nacimiento, por
ejemplo, se desconoce. Sólo se sabe que fue bautizado un 6 de junio. Otro de los
misterios tiene que ver con su muerte, acaecida el 6 de agosto de 1660, a las tres de la
tarde. Nadie sabe con certeza dónde está enterrado este pintor de pintores.
Una suerte que por lo demás comparte con otros españoles ilustres como Lope de Vega,
Calderón de la Barca o incluso Cervantes, cuyas tumbas también están
desaparecidas. El viaje al misterio de Velázquez, como lo
definió la prensa madrileña, arrancó con unas excavaciones en la céntrica Plaza de
Ramales, a pocos metros del Palacio Real de Madrid. Los arqueólogos levantaron el asfalto
y buscaron milímetro a milímetro alguna pista que los condujera a los huesos del pintor.
Los expertos presumen que Velázquez fue enterrado junto a su esposa, Juana Pacheco, en
una cripta de la iglesia de San Juan Bautista. Pero hace 190 años, en 1809, el entonces
rey de España, José I Bonaparte, ordenó derribar el templo y construir en su lugar una
plaza, para tener más espacios libres en torno al palacio. Desde entonces no hay rastro
de la tumba. Hubo excavaciones anteriores, en 1845 y 1958, pero fueron infructuosas.
Se trata de una gran aventura de la arqueología madrileña, dijo el consejero
de Cultura de la capital, Gustavo Villapalos. Queremos resolver el misterio,
agrega. Pero la tarea no es fácil. Uno de los problemas es que el rey Carlos III
(1759-1788) prohibió en su día la costumbre de convertir las iglesias en grandes
cementerios, por el peligro que ello suponía para la salud pública, y ordenó numerosas
exhumaciones, las así llamadas mondas, para que los restos fueran enterrados en las
afueras de la ciudad. Nadie sabe si el osario de Velázquez corrió también esta suerte.
La hipótesis más reciente es que sus restos podrían estar enterrados en otra iglesia
madrileña, la de San Plácido, donde podrían haber ido a parar en una de aquellas mondas
después de 1809. Los expertos tratan ahora de averiguar si dos cuerpos hallados bajo el
altar mayor de este convento de benedictinas, construido entre 1655 y 1658, corresponden
al maestro sevillano y su mujer. El hallazgo de los huesos, que descansaban en el interior
de un ataúd de madera del siglo XVII, se produjo durante unos trabajos de restauración.
Pese a que ningún documento acredita de momento que se trate de los restos buscados, sí
hay indicios alentadores: el cuerpo del hombre lleva ropa negra, sombrero y una espada. Y
se sabe que Velázquez fue enterrado en 1660 con manto capitular, con la roja
insignia en el pecho, el sombrero, la espada, botas y espuelas, según los textos de
aquella época. Asimismo, análisis forenses de los cuerpos han demostrado que tanto el
hombre, de entre 60 y 70 años, y la mujer, de entre 55 y 60, murieron de botulismo, al
igual que Velázquez y Juana Pacheco. Para tener mayor certeza, Villapalos quiere obtener
del Arzobispado el permiso de exhumar ambos cadáveres.
Mientras arqueólogos e historiadores se dedican a lo suyo, continúan los preparativos
para las grandes exposiciones del año de Velázquez: En julio, el madrileño
Museo del Prado, que cuenta con la mitad de todas las obras del pintor, inaugurará las
nuevas salas que le serán dedicadas al maestro sevillano. En octubre, la ciudad alemana
de Bonn acogerá una muestra promovida por el Prado y titulada Velázquez, Rubens y
Claudio de Lorena: Pintura en la corte de Felipe IV. Ese mismo mes, la ciudad natal
del pintor será escenario del evento estrella del cuarto centenario: en el Monasterio de
la Cartuja será inaugurada la exposición Velázquez y Sevilla, con obras
como El aguador de Sevilla o Vieja friendo huevos. Y en diciembre,
el Prado abrirá la muestra Velázquez, Rubens y Van Dyck, pintores cortesanos del
siglo XVII.
UNA MEGAMUESTRA DE HOMENAJE, EN BUENOS AIRES
Los recovecos de la mirada
Por Verónica Abdala
Si hay
algo que diferencia a Diego Velázquez del resto de los pintores es que él fue capaz de
pintar la mirada. Eso no significa que haya pintado a alguien mirando, ni a alguien
mirado, solamente: Velázquez fue mucho más lejos, cuando, en el más célebre de su
cuadros, Las Meninas (1656), pintó la mirada en sí misma, que quedó
incluida, aunque invisible, en la pintura. La mirada está representada en el reflejo del
espejo del fondo del cuadro (en primer plano se reflejan los reyes) y en el lugar en el
que debería aparecer el rostro del espectador. También en ese juego infinito de cruces
de miradas: entre el pintor y sus modelos, los reyes, que miran a su hija, la infanta
Margarita, que a su vez los mira y es mirada por sus doncellas, Las Meninas.
Así ad infinitum. Esa idea, una de las que expone Michel Foucault en el primer capítulo
de su obra Las palabras y las cosas, fue la que también inspiró a los organizadores de
una exposición de sus obras que se inaugurará el 19 de junio en el Palais de Glace y que
permanecerá abierta hasta el 15 de agosto. No por casualidad el título de la muestra,
auspiciada por la Unesco y el Museo del Prado, es Velázquez: el arte de
mirar. La exposición, como las otras, se realiza en el marco de los festejos por el
cuatricentenario del natalicio del pintor. La muestra, que se compone de dieciséis
réplicas de las obras más emblemáticas de Velázquez (autorizadas por el Museo del
Prado, de Madrid) y de una serie de actividades didácticas interactivas, será presentada
también en París, Viena, Sevilla y Berlín.
El objetivo central del emprendimiento, sin embargo, es más ambicioso que la exposición
de algunas obras célebres: la idea es, en homenaje al artista, enseñarles a los
visitantes a mirar los cuadros, además de algunas cuestiones centrales relativas al
momento histórico en el que fueron creados. Es decir, los organizadores se proponen
ayudar a los visitantes a concretar una evaluación integral de las obras, analizándolas
desde el punto de vista temático, artístico, histórico y técnico. Con ese fin, las
pinturas estarán acompañadas por textos explicativos, y habrá guías que acompañarán
al público a lo largo del recorrido, explicando las claves de la vida del pintor y de sus
personajes. La idea es que el visitante se convierta en un sujeto crítico que
seleccione y elabore la información.
La megaexposición contará, además, con un taller de artes plásticas, un café
literario en el que los visitantes podrán acceder gratuitamente a material de consulta,
una confitería, un microcine, un área informática provista de juegos didácticos, una
boutique del Museo del Prado, y espacios especialmente acondicionados para que en ellos se
realice una serie de actividades recreativas. Se le reservará un lugar a la ambientación
que imita a la habitación en que Velázquez pintó Las Meninas y a una
maqueta tridimensional de este cuadro, en donde los más chicos podrán calzarse disfraces
que reproducen el vestuario de los retratados.
La exposición cumplirá con los objetivos de una experiencia pedagógica que invita
al público a acercarse al arte de un modo distinto. Es decir, transgrediendo las barreras
físicas que existen en las muestras tradicionales, explicaron a Página/12 los
organizadores del evento. Nuestro mayor anhelo es que grandes y chicos puedan
acercarse de una manera divertida a la obra de este pintor. La megaexposición
permanecerá abierta todos los días de 9 a 21. El precio de la entrada general es de 3
pesos, y 2 pesos para colegios privados (que deberán inscribirse llamando al
15-4-915-8904). Los jubilados y los estudiantes de colegios públicos entrarán gratis.
UNA FIGURA DEL SIGLO DE ORO
Como Cervantes y Quevedo
Diego
Rodríguez de Silva y Velázquez, uno de los más importantes pintores de todos los
tiempos, nació en Sevilla, España, en 1599, y vivió durante el que se conoce como
el Siglo de Oro español. Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca y
Quevedo, entre otros grandes de las letras, caracterizaron al siglo XVII, en España.
Mientras que en el resto de Europa se hacían conocidos, en diferentes campos,
Shakespeare, Rembrandt, Galileo, Rubens. Con sólo 16 años, Velázquez se convirtió en
protegido del rey Felipe IV y de su primer ministro, el Conde-Duque de Olivares. Dos años
después, ya era un artista reconocido en Sevilla: de esa época datan La Adoración
de los Magos, Vieja friendo huevos, Cristo en casa de Marta y
María y El aguador de Sevilla, entre otras obras. En 1923 se mudó a
Madrid junto a su familia, y, por esos mismos días, fue nombrado por el rey pintor
de cámara, lo que lo habilitó a pintar a los miembros de la familia real en la
intimidad. En Madrid, en donde permaneció definitivamente, el pintor tomó contacto con
algunos de sus colegas más destacados y con las nuevas corrientes artísticas del
momento. Esa experiencia se repitió cuando, con 30 años, emprendió el primero de sus
viajes a Italia el segundo se produciría en 1649, que duró dos años. En las
dos oportunidades viajó motivado por el afán de conocer las obras de los maestros
italianos. En estos años, pintó La Venus del espejo y La Villa de
Médicis. Sus dos obras principales, Las Meninas y Las
hilanderas datan de 1656. Murió cuatro años después, en 1660, a los 61 años.
En el teatro En el marco de los festejos por el cuarto centenario de su nacimiento, el
pintor sevillano llegará este mes también al teatro. El sábado que viene, a las 21.30,
se estrenará la obra Velázquez (un puente), en el Centro de Convenciones de Manantiales,
de Mar del Plata. La puesta será dirigida y protagonizada por Juan Leyrado, y contará
con la participación de Florencia Aragón. La música original estará a cargo de Carlos
Villavicencio, y la iluminación correrá por cuenta de Jorge Pastorino. Victoria Carreras
y Hernán Lombardi son los productores ejecutivos. |
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