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A CUATROCIENTOS AÑOS DEL NACIMIENTO DEL ENORME DIEGO VELAZQUEZ
El hombre que hizo milagros con la luz

Fue uno de los más grandes pintores de todos los tiempos, pero no se conoce ni su fecha exacta de nacimiento ni el lugar donde descansan sus restos. En España, están buscándolos como si se tratara del quinto elemento.

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“Las Meninas”, sin dudas el cuadro más célebre de Velázquez.
En una iglesia española se hallaron restos que podrían ser suyos.

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“El aguador de Sevilla”, una pintura fechada en 1620.
Se lo definió como “un pintor del secreto del existir”.

Por Jorge Vogelsanger Desde Madrid

t.gif (862 bytes) Unos dicen que hacía milagros con la luz. Otros sostienen que supo pintar, no tanto la realidad de unos hombres, sino el secreto del existir y el paso del tiempo. Pero hay algo en lo que coinciden todos los entendidos: Diego Rodríguez de Silva y Velázquez fue uno de los más grandes pintores de todos los tiempos y, junto con Miguel de Cervantes, el autor de Don Quijote, el artista más universal que ha dado España. Este año se cumple el cuarto centenario del natalicio de este genial pintor, creador de obras tan emblemáticas como “Las Meninas” o “Las hilanderas”, y la idea es celebrarlo a lo grande. Toda una serie de exposiciones, simposios, debates, congresos y publicaciones han sido organizados en este “año de Velázquez”, que se concentrará fundamentalmente en dos ciudades europeas: Sevilla, que en 1599 lo vio nacer, y Madrid, donde con apenas 23 años se convirtió en pintor de cámara del rey Felipe IV. Pero que también llegará a otras ciudades importantes, entre ellas Buenos Aires (ver nota aparte).
Muchas incógnitas rodean la vida de Velázquez. La fecha exacta de su nacimiento, por ejemplo, se desconoce. Sólo se sabe que fue bautizado un 6 de junio. Otro de los misterios tiene que ver con su muerte, acaecida el 6 de agosto de 1660, a las tres de la tarde. Nadie sabe con certeza dónde está enterrado este “pintor de pintores”. Una suerte que por lo demás comparte con otros españoles ilustres como Lope de Vega, Calderón de la Barca o incluso Cervantes, cuyas tumbas también están “desaparecidas”. “El viaje al misterio de Velázquez”, como lo definió la prensa madrileña, arrancó con unas excavaciones en la céntrica Plaza de Ramales, a pocos metros del Palacio Real de Madrid. Los arqueólogos levantaron el asfalto y buscaron milímetro a milímetro alguna pista que los condujera a los huesos del pintor.
Los expertos presumen que Velázquez fue enterrado junto a su esposa, Juana Pacheco, en una cripta de la iglesia de San Juan Bautista. Pero hace 190 años, en 1809, el entonces rey de España, José I Bonaparte, ordenó derribar el templo y construir en su lugar una plaza, para tener más espacios libres en torno al palacio. Desde entonces no hay rastro de la tumba. Hubo excavaciones anteriores, en 1845 y 1958, pero fueron infructuosas.
“Se trata de una gran aventura de la arqueología madrileña”, dijo el consejero de Cultura de la capital, Gustavo Villapalos. “Queremos resolver el misterio”, agrega. Pero la tarea no es fácil. Uno de los problemas es que el rey Carlos III (1759-1788) prohibió en su día la costumbre de convertir las iglesias en grandes cementerios, por el peligro que ello suponía para la salud pública, y ordenó numerosas exhumaciones, las así llamadas mondas, para que los restos fueran enterrados en las afueras de la ciudad. Nadie sabe si el osario de Velázquez corrió también esta suerte.
La hipótesis más reciente es que sus restos podrían estar enterrados en otra iglesia madrileña, la de San Plácido, donde podrían haber ido a parar en una de aquellas mondas después de 1809. Los expertos tratan ahora de averiguar si dos cuerpos hallados bajo el altar mayor de este convento de benedictinas, construido entre 1655 y 1658, corresponden al maestro sevillano y su mujer. El hallazgo de los huesos, que descansaban en el interior de un ataúd de madera del siglo XVII, se produjo durante unos trabajos de restauración. Pese a que ningún documento acredita de momento que se trate de los restos buscados, sí hay indicios alentadores: el cuerpo del hombre lleva ropa negra, sombrero y una espada. Y se sabe que Velázquez fue enterrado en 1660 con “manto capitular, con la roja insignia en el pecho, el sombrero, la espada, botas y espuelas”, según los textos de aquella época. Asimismo, análisis forenses de los cuerpos han demostrado que tanto el hombre, de entre 60 y 70 años, y la mujer, de entre 55 y 60, murieron de botulismo, al igual que Velázquez y Juana Pacheco. Para tener mayor certeza, Villapalos quiere obtener del Arzobispado el permiso de exhumar ambos cadáveres.
Mientras arqueólogos e historiadores se dedican a lo suyo, continúan los preparativos para las grandes exposiciones del “año de Velázquez”: En julio, el madrileño Museo del Prado, que cuenta con la mitad de todas las obras del pintor, inaugurará las nuevas salas que le serán dedicadas al maestro sevillano. En octubre, la ciudad alemana de Bonn acogerá una muestra promovida por el Prado y titulada “Velázquez, Rubens y Claudio de Lorena: Pintura en la corte de Felipe IV”. Ese mismo mes, la ciudad natal del pintor será escenario del evento estrella del cuarto centenario: en el Monasterio de la Cartuja será inaugurada la exposición “Velázquez y Sevilla”, con obras como “El aguador de Sevilla” o “Vieja friendo huevos”. Y en diciembre, el Prado abrirá la muestra “Velázquez, Rubens y Van Dyck, pintores cortesanos del siglo XVII”.

 


 

UNA MEGAMUESTRA DE HOMENAJE, EN BUENOS AIRES
Los recovecos de la mirada

Por Verónica Abdala

t.gif (862 bytes) Si hay algo que diferencia a Diego Velázquez del resto de los pintores es que él fue capaz de pintar la mirada. Eso no significa que haya pintado a alguien mirando, ni a alguien mirado, solamente: Velázquez fue mucho más lejos, cuando, en el más célebre de su cuadros, “Las Meninas” (1656), pintó la mirada en sí misma, que quedó incluida, aunque invisible, en la pintura. La mirada está representada en el reflejo del espejo del fondo del cuadro (en primer plano se reflejan los reyes) y en el lugar en el que debería aparecer el rostro del espectador. También en ese juego infinito de cruces de miradas: entre el pintor y sus modelos, los reyes, que miran a su hija, la infanta Margarita, que a su vez los mira y es mirada por sus doncellas, “Las Meninas”. Así ad infinitum. Esa idea, una de las que expone Michel Foucault en el primer capítulo de su obra Las palabras y las cosas, fue la que también inspiró a los organizadores de una exposición de sus obras que se inaugurará el 19 de junio en el Palais de Glace y que permanecerá abierta hasta el 15 de agosto. No por casualidad el título de la muestra, auspiciada por la Unesco y el Museo del Prado, es “Velázquez: el arte de mirar”. La exposición, como las otras, se realiza en el marco de los festejos por el cuatricentenario del natalicio del pintor. La muestra, que se compone de dieciséis réplicas de las obras más emblemáticas de Velázquez (autorizadas por el Museo del Prado, de Madrid) y de una serie de actividades didácticas interactivas, será presentada también en París, Viena, Sevilla y Berlín.
El objetivo central del emprendimiento, sin embargo, es más ambicioso que la exposición de algunas obras célebres: la idea es, en homenaje al artista, enseñarles a los visitantes a mirar los cuadros, además de algunas cuestiones centrales relativas al momento histórico en el que fueron creados. Es decir, los organizadores se proponen ayudar a los visitantes a concretar una evaluación integral de las obras, analizándolas desde el punto de vista temático, artístico, histórico y técnico. Con ese fin, las pinturas estarán acompañadas por textos explicativos, y habrá guías que acompañarán al público a lo largo del recorrido, explicando las claves de la vida del pintor y de sus personajes. La idea es “que el visitante se convierta en un sujeto crítico que seleccione y elabore la información”.
La megaexposición contará, además, con un taller de artes plásticas, un café literario en el que los visitantes podrán acceder gratuitamente a material de consulta, una confitería, un microcine, un área informática provista de juegos didácticos, una boutique del Museo del Prado, y espacios especialmente acondicionados para que en ellos se realice una serie de actividades recreativas. Se le reservará un lugar a la ambientación que imita a la habitación en que Velázquez pintó “Las Meninas” y a una maqueta tridimensional de este cuadro, en donde los más chicos podrán calzarse disfraces que reproducen el vestuario de los retratados.
“La exposición cumplirá con los objetivos de una experiencia pedagógica que invita al público a acercarse al arte de un modo distinto. Es decir, transgrediendo las barreras físicas que existen en las muestras tradicionales”, explicaron a Página/12 los organizadores del evento. “Nuestro mayor anhelo es que grandes y chicos puedan acercarse de una manera divertida a la obra de este pintor.” La megaexposición permanecerá abierta todos los días de 9 a 21. El precio de la entrada general es de 3 pesos, y 2 pesos para colegios privados (que deberán inscribirse llamando al 15-4-915-8904). Los jubilados y los estudiantes de colegios públicos entrarán gratis.

 


 

UNA FIGURA DEL SIGLO DE ORO
Como Cervantes y Quevedo

t.gif (862 bytes) Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, uno de los más importantes pintores de todos los tiempos, nació en Sevilla, España, en 1599, y vivió durante el que se conoce como “el Siglo de Oro español”. Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca y Quevedo, entre otros grandes de las letras, caracterizaron al siglo XVII, en España. Mientras que en el resto de Europa se hacían conocidos, en diferentes campos, Shakespeare, Rembrandt, Galileo, Rubens. Con sólo 16 años, Velázquez se convirtió en protegido del rey Felipe IV y de su primer ministro, el Conde-Duque de Olivares. Dos años después, ya era un artista reconocido en Sevilla: de esa época datan “La Adoración de los Magos”, “Vieja friendo huevos”, “Cristo en casa de Marta y María” y “El aguador de Sevilla”, entre otras obras. En 1923 se mudó a Madrid junto a su familia, y, por esos mismos días, fue nombrado por el rey “pintor de cámara”, lo que lo habilitó a pintar a los miembros de la familia real en la intimidad. En Madrid, en donde permaneció definitivamente, el pintor tomó contacto con algunos de sus colegas más destacados y con las nuevas corrientes artísticas del momento. Esa experiencia se repitió cuando, con 30 años, emprendió el primero de sus viajes a Italia –el segundo se produciría en 1649–, que duró dos años. En las dos oportunidades viajó motivado por el afán de conocer las obras de los maestros italianos. En estos años, pintó “La Venus del espejo” y “La Villa de Médicis”. Sus dos obras principales, “Las Meninas” y “Las hilanderas” datan de 1656. Murió cuatro años después, en 1660, a los 61 años.

 

En el teatro

En el marco de los festejos por el cuarto centenario de su nacimiento, el pintor sevillano llegará este mes también al teatro. El sábado que viene, a las 21.30, se estrenará la obra Velázquez (un puente), en el Centro de Convenciones de Manantiales, de Mar del Plata. La puesta será dirigida y protagonizada por Juan Leyrado, y contará con la participación de Florencia Aragón. La música original estará a cargo de Carlos Villavicencio, y la iluminación correrá por cuenta de Jorge Pastorino. Victoria Carreras y Hernán Lombardi son los productores ejecutivos.

 

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