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 El
Seleccionado argentino de fútbol concluyó hoy su minigira por Estados Unidos con una
derrota 1-0 ante la selección local, preocupante y legítima, tras cumplir una actuación
despareja y llena de claroscuros, propia de lo que es: un equipo en formación, armado al
influjo de los intereses de los clubes.Joe Moore, a los 42 minutos del segundo tiempo, convirtió el gol de la festejada victoria local y se transformó en un verdadero “héroe americano”, condenando a la Argentina a quedarse con las ganas de vengar aquel no menos doloroso e histórico 3-0 sufrido el 30 de julio de 1995, en Paysandú, por la Copa América de Uruguay. El partido se jugó ante más de cuarenta mil personas, casi la mitad de ellas argentinas, en el estadio Robert F. Kennedy de esta ciudad, donde pudo comprobarse a la perfección que el fútbol está lejos de ser el deporte preferido de los estadounidenses. La condición de equipo de segundo nivel internacional de Estados Unidos, precisamente, es la que despierta cierta sensación de preocupación de cara a la Copa América que comenzará el 29 de junio en Paraguay, aunque también es cierto que la actuación de la Argentina entregó varios síntomas alentadores, respecto del pobre empate del último miércoles ante México. Argentina, al cabo, fue levemente superior a un Estados Unidos aguerrido, que tuvo en el arquero Kasey Keller a su figura más destacada y se valió de armas limpias para abrazarse a una de esas victorias que quedan en los libros y suelen llenar de desazón al adversario que se sabe potencialmente superior. Ya en el primer tiempo, los dirigidos por Marcelo Bielsa merecieron irse al descanso al menos con un gol de ventaja. Tras un primer cuarto de hora en el que le costó manejar la pelota porque Estados Unidos se agrupó bien en el mediocampo, Argentina levantó lentamente y dispuso de las situaciones más claras de gol. Estados Unidos, que le realizó marcas personales a López, Pablo Aimar y Julio Cruz, también tuvo a su favor algunas llegadas de riesgo, como un remate de Claudio Reyna que se desvió en Mauricio Pochettino y se fue al corner o la salida en falso del dubitativo Germán Burgos que Ernie Stewart tiró por arriba del travesaño. Pero el problema que Argentina nunca pudo resolver –como tampoco ante los mexicanos– fue la ausencia de un armador natural al estilo de Marcelo Gallardo o Juan Román Riquelme, dos candidatos a jugar la Copa América. Así, Argentina tuvo que improvisar y Gustavo López supo disimular muy bien la carencia de un conductor. Los primeros veinte minutos de la etapa final mostraron a un Seleccionado nacional decidido a imponer condiciones: tal como exigían las circunstancias, Argentina lo tuvo con una media vuelta de Cruz y con sendos remates que Keller, considerado como uno de los mejores arqueros del mundo, le tapó a Ibarra y a Christian González, quien había ingresado por el voluntarioso pero poco claro Aimar. Esa falta de contundencia terminó siendo fatal para Argentina, porque cuando el partido parecía encaminado al empate en cero, Stewart le metió un taco a Moore como si estuviera jugando en un potrero de Barracas y el delantero del New England Revolution local sacó el zurdazo que determinó el 1-0 final. Al público local, loco de contento, la tenue lluvia que cayó en los minutos finales lejos estuvo de molestarle: después de semejante victoria, lo único que quería era festejar.
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Fue un partido
mediocre, donde sólo se vieron pocas jugadas colectivas por parte del combinado nacional
y algunos arrestos individuales para inquietar a Estados Unidos.