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Por María Esther Gilio Una de las más caras fantasías de los habitantes del Río de la Plata es París. París está en los sueños de la mayoría. Entonces, frente a un francés que se viene a vivir a Buenos Aires la pregunta inevitable es: ¿por qué? Soy periodista. Desde el 75 al 89 escribí en revistas de fútbol. A los 20 y un poco más ya trabajaba bien, pero sentí que mi trabajo sufría limitaciones. ¿Limitaciones en qué sentido? Siempre estuve en revistas especializadas y siempre sufrí censura. A veces cosas ridículas. Un día hice una nota con los rostros de los 20 directores técnicos de los 20 equipos de primera división de Francia en el banco. ¡Cómo sufrían esos hombres sentados en aquel banco! El fútbol era el martirio. El jefe de redacción cortó todos los comentarios humorísticos porque quería quedar bien con los técnicos. Pedí que sacaran mi firma. Otro ejemplo: había un presidente en un club de Bordeaux que era tirano y corrupto, de manera notoria, además fascista. Se trataba un notable de la ciudad con un gran estudio contable y mucha plata. Yo hice una nota ligeramente satírica sobre el tipo y me la censuraron porque los fotógrafos de la revista viajaban gratis en el avión que pertenecía al club. Otra vez hice una nota con Menotti muy buena .-que luego fue retomada por varias agencias. Menotti, usted lo sabe, es un tipo muy interesante. No la pudieron censurar porque yo esperé para entregarla al último minuto de manera que el jefe de redacción no pudo leerla. ¿De qué hablaba Menotti? De la filosofía del fútbol, de su enemigo Bilardo, de los militares en la Argentina y de algo que enojó muchísimo al jefe. Criticaba a uno de los dueños de la editorial para la que yo trabajaba. Me pidieron que me fuera y me pagaron una buena indemnización lo cual me permitió venir a Buenos Aires. Esa razón podía llevarlo a dejar la revista, pero no Francia. En Francia, después de 12 años de hacer fútbol, es casi imposible arrancar para otro lado. Y yo quería hacer otro tipo de periodismo. Incluso sin abandonar el fútbol, sino tomándolo como espejo. Está claro que tenía que salir de su país, pero insisto, ¿por qué Argentina? Ahí tengo que hablar de mi encuentro con Argentina que es bastante curioso. En el 82 conozco en París a un periodista argentino exiliado, Adrián Kochen que después trabajó un tiempo en Página/12 y en París hizo reportajes a cuatro pibes desaparecidos reaparecidos para un libro que escribió con un periodista francés. Me pidieron que lo traduzca y lo hice. Fue... Me parece que muy duro para usted. Imagínese. Entrar a un país a través de la muerte y la tortura. Me golpeó mucho y fue determinante para venirme. ¿Fue recién con esa traducción que entró en contacto con lo ocurrido en Argentina? No, algo sabía, pero, claro, ésta fue otra manera de acercarme a los hechos, que tal vez me golpeó especialmente porque yo vengo de una familia de obreros comunistas. Mi padre era ebanista, con mucho orgullo de su clase y muchas inquietudes sociales. Creo que la fuerte solidaridad que sentí con los argentinos, en parte tiene que ver con eso. En el momento en que nació esa adhesión usted tenía 28 años. Ahora tiene 45 y hace 10 que vive en Buenos Aires. ¿Cómo se siente hoy aquí? ¿La visión que tenía se mantuvo? Cuando me vine, dominado por ese sentimiento de solidaridad del que le hablo no conocía en profundidad ni a los montoneros ni a la guerrilla ni alos militares. Podría decir que percibía todo de manera muy romántica, acá los buenos, acá los malos. Mi visión, aun cuando sigo del lado de la izquierda hoy tiene matices dice riendo. ¿En cuanto a la ciudad misma? Buenos Aires es una ciudad que me encanta por su atmósfera y sus posibilidades culturales. Y porque para mí es un campo de investigación permanente. Pero, bueno, yo soy francés, viví en Francia 35 años antes de venirme y hay cosas, códigos de comportamiento que dificultan mi adaptación. Déme un ejemplo. La dificultad de relación entre hombres y mujeres. Yo trabajé en una revista internacional y viajé muchísimo. En ningún lugar del mundo se da esta modalidad. Encuentro... no sé bien cómo explicarlo. ¿Falta de naturalidad? Sí, de espontaneidad. Conozco una chica, pido el teléfono y me da un teléfono falso. O me da una cita en una dirección que no existe. ¿Por qué no dice no? Siento que Buenos Aires tiene mucha histeria. Viví durante un tiempo con una mujer muy inteligente y realmente encantadora, que cuando discutíamos me decía, en broma pero me lo decía: Tenía que haberme imaginado que un tipo que me aborda en una mesa de café no puede ser un buen tipo. Eso, que está en los códigos de comportamiento de todo el mundo occidental, no es aceptado en Buenos Aires. Y se ve en televisión en estos días. Los periodistas interrogan a chicos y chicas en las playas en las notas de verano. Nada, no pasa nada, dicen las chicas. Y los chicos Nosotros ni nos mandamos porque es inútil. ¿Ni nos mandamos? Sí, ya sé, porteño puro ... Yo creo que estas cosas que le cuento son bastante insignificantes pero terminan aislando, y son responsables de la soledad que un extranjero puede sentir muchas veces. Por otra parte también hay cosas buenas. Yo no soy un tipo culto y aquí me enriquecí mucho. Ayudé a un periodista francés que hizo un trabajo sobre el tango, lo cual me puso en contacto con este mundo. Estuve varias veces en casa de Cadícamo. Un día charlando con él, va y me dice: Pero cantar el tango es simple. Vení, vení. Se sienta al piano, me alcanza una partitura y se pone a tocar. Era un tango que yo no conocía. No sé... si me hubiera dado Como dos extraños u otro de los conocidos... Pero uno no sabe cómo se canta un tango leyendo la partitura. La cosa es que canté. Pésimo, pero canté. Hoy puedo decir que canté con Cadícamo. Hay una pregunta que quedó pendiente en los comienzos de la entrevista. Usted dijo que su primera y romántica visión sobre los montoneros, la guerrilla, etcétera, se había modificado. Sí, claro. Pasó algo el año pasado, lo cual me permitió cerrar mi historia política que comenzó en el 82 con las entrevistas a los 4 desaparecidos reaparecidos y cerró con un documento llamado Montoneros, una historia argentina del director francés Frederic Comtaim. Los montoneros pueden dar para mucho, ¿cuál es el tema concretamente? Parte del curioso hecho de que los ayer enemigos Galimberti y Jorge Born hoy sean socios. Ese es un tema muy argentino ¿no? Sería interesante ver cómo ve las cosas una mirada extranjera. No sería la primera vez que desde afuera se puedan ver cosas que no ven los de adentro. ¿Cómo ve la película esa relación después de aquel pasado de 60 millones de dólares? Sesenta y uno. Un millón fue repartido en alimentos en una villa. La película es una investigación a partir de testimonios. Está el de Firmenich, Perdía, Galimberti, Ignacio Vélez que fue uno de los fundadores de Montoneros, que luego fue preso por haber participado en el asesinatode Aramburu y más tarde en el copamiento de La Calera. También hay testimonio de Miguel Bonasso, Martín Caparrós y otros. La película la pasaron en Europa, en el canal Arte. Decía que cerró toda esta historia que para usted empezó hace 17 años. Sí, haciéndola entendí. Y eso me dio cierta serenidad. Demistifiqué muchas cosas. La causa por supuesto es justa pero los montoneros cometieron muchos errores. Logré entender cómo la sociedad argentina fue presa de un mito. ¿Cuál es el mito? Perón es el mito. Pero al mismo tiempo me doy cuenta de que era muy difícil para la izquierda renunciar a Perón porque era cortarse de la base popular. Y lo que creo es que el mito de Perón en la Argentina lo creó el golpe del 55. Exilio, resistencia y todo eso construyeron el mito. Me dicen la historia no se puede reescribir, no, no se puede pero se puede interpretar. Usted se llama Huertas, es decir que por algún lado hubo españoles en sus antepasados. Españoles e italianos. Es decir que ya desde hace un siglo mi destino estaba en el Río de la Plata. Sus padres son franceses. Mis padres franceses, pero mi abuelo paterno español. Le cuento. Mi bisabuelo Huertas era maquignon, es decir compraba y vendía bovinos. En esa época los maquignon formaban una corporación que tenía un código de honor muy fuerte. Un día hubo una ofensa y a continuación un reto a duelo. Citados en el campo del honor salió mi bisabuelo muy temprano con su cuchillo y mi abuelo que tendría 18 años atrás de él con una pistola, para matar al otro. Lo baleó, volvió a su casa, recogió sus cosas y escapó a Francia. ¿Lo mató? El pensó que lo había matado, pero no. En cuanto a mi abuela paterna, cuando nació, su madre la depositó en la escalinata de una iglesia, en un pueblo cerca de Murcia, seguramente en un día de mercado, como era la costumbre. Enviada a un orfanato salió de allí en adopción. En un momento su padre adoptivo se fue a trabajar a Francia y cuando quiso llevarla de un país a otro tuvo problemas con el nombre. Para poder llevarla le hizo hacer un documento falso con el que salió de España e ingresó a Francia. No pasó nada hasta el día de su casamiento en que aquel que ella creía su padre de sangre le cuenta que ella era adoptada. Momento ideal para enterarla. Sí, ideal. Mis otros abuelos eran italianos de un pueblo cercano a Génova. Es verdad que el destino le señaló estas costas. Usted, que es cronista de fútbol desde hace 23 años, sabe que todos los que tienen años de ir al fútbol hablan del pasado y se conduelen de los cambios. El fútbol cambió, claro. Por razones económicas, comerciales, mercantiles. La prensa genera, alimenta esta pasión del hincha por ganar, por encima de cualquier otra. Porque ganar pone en movimiento los mecanismos que producen ganancias. Si Boca gana se venderán más camisetas, más entradas en el próximo partido, etcétera. El hecho de que se haya transformado en un negocio determina que acabe rigiéndose por las leyes que rigen los negocios. Es decir que cambia la esencia misma del juego. Así aparecen corrupción y violencia. ¿Cómo ve la acusación de corrupción de la que es objeto Havelange, hasta hace poco presidente de la FIFA? Eso no lo puedo afirmar pero no me sorprendería porque sé que la corrupción existe en un grado elevado dentro del fútbol. Lo que sí puedo asegurar en el tema Havelange es que se trata de un faccio total. Durante 20 años manejó la FIFA como un dictador cerrando toda posibilidad dediálogo con los jugadores. Antes de las últimas copas mundiales hubo un intento de los jugadores de organizarse en un sindicato y de dialogar con la FIFA para ver cómo ésta utilizaba la plata de los campeonatos mundiales. El nunca aceptó este diálogo. A los que no les gusta que se vayan, decía. En una entrevista que le hice no hace mucho me dijo, ya fuera de la entrevista, Francia es un gran país, pero qué pena este problema de los nordafricanos. Después de este último Mundial se dijo que en el equipo francés había droga. ¿Usted qué opina? Siendo el fútbol un negocio tan jugoso cada vez se organizan más competencias. Más partidos, más copas, más dinero de la televisión. Se exige muchísimo del jugador y al mismo tiempo se pretende luchar contra el doping. En esto hay una gran hipocresía. El mismo Havelange me dijo que los jugadores son capaces de jugar 90 partidos por año. ¡Dos por semana durante once meses! Con esta exigencia la droga viene sola. Porque no aguantan. Ni el físico ni la tremenda presión de tener que ganar sí o sí. ¿Usted sabe qué le pasó a Ronaldo en el Mundial? No, no sé. Se dijeron muchas cosas. Tal vez la más curiosa fue que siendo Ronaldo un enloquecido por los videojuegos sufrió ese trastorno de tipo cerebral que se produce por el exceso de horas frente a la pantalla. En cuanto a lo que preguntaba sobre la droga y el equipo francés, en este momento hay un producto, la creatina, que no está en la lista de los productos prohibidos y todos los equipos de algún nivel lo usan. Los jugadores franceses confesaron, o mejor admitieron, que la usaban. Queda por saber si en algún momento llegará a ser prohibida. Hay un personaje del fútbol argentino a quien se castiga cada vez con más dureza. Sería interesante conocer su opinión de extranjero. Claro que me refiero a Maradona. Creo que Maradona fue una víctima más que un culpable. El único crimen que cometió lo cometió en contra de sí mismo. Ahí hay una gran responsabilidad de la dirigencia del fútbol, que no sabe manejarse de manera inteligente con el tema de las drogas sociales dentro del fútbol. Si a Maradona, en lugar de prohibirle jugar durante 15 meses en su primera suspensión, en 1991, le hubieran dado una mano, tal vez se habría salvado. En cambio lo abandonaron. Suspenderlo por 15 meses para mí equivale a la no asistencia a una persona en peligro. ¿Qué habría hecho usted en este caso? Le habría impuesto una suspensión muy corta para permitirle encarar su problema y le habría permitido jugar haciéndole controles sistemáticos en los partidos e inopinadas en las prácticas. Creo que esta habría sido una forma de ayudarlo. A él le gusta tanto el fútbol que es probable que hubiera reaccionado. En lugar de eso le dijeron andá a drogarte en tu esquina y no molestes más. Así la FIFA y los dirigentes italianos, con el consenso de los dirigentes de todo el planeta, trataron al mejor jugador del mundo. El expresó en la cancha lo más lindo que existe en el fútbol, técnica, creatividad... no es que siendo tan habilidoso merecía un tratamiento especial. Todos merecen ayuda. Pensando en los intereses del fútbol podemos decir que por lo menos actuaron sin inteligencia. Mostraron lo peor que por supuesto está, no lo estamos inventando: su condición de cavernícolas y discriminadores. Esta conducta permite alinear a estos dirigentes junto a Le Pen, quien un día no hace mucho propuso juntar y aislar en un sidatorio a todos los enfermos de sida. El Nápoli también lo acusó de andar siempre con una banda tras él. Eso es lo mejor que él tiene. Es un hombre que nunca renegó de sus orígenes y que no olvidó a sus amigos cuando estuvo en la buena. Sé que muchos no comparten lo que digo. Usted decía que lo que más le interesaba en su tarea profesional era el fútbol espejo. Es decir, el fútbol como reflejo de fenómenos sociales. Sí, en este sentido hay historias lindísimas, como la vivida por los jugadores y un directivo del club Corinthians, de San Pablo, que a comienzos de los años 80 .-cuando toda la sociedad brasileña luchaba para recuperar la democracia instauraron una democracia ejemplar dentro del club, además de utilizar la cancha durante los partidos para publicitar las bondades de este sistema político. Otro ejemplo de fútbol espejo sobre el que también escribí tiene que ver con el Chile de Pinochet. ¿La dictadura se notaba en el fútbol? Claro. El fútbol vivió la dictadura igual que el resto de la sociedad. El sindicato de jugadores fue destruido, no se usaban las elecciones para designar autoridades en los clubes. Estos cargos eran ocupados por notables pinochetistas. Hubo fraude cuando la selección juvenil chilena fue a jugar a Uruguay y falsificaron documentos para incorporar a jugadores de más edad. Mirando el fútbol chileno bajo la dictadura uno sabe cómo vivió la sociedad esa época. Y mirando cómo un cuadro juega verá aspectos del carácter de ese pueblo. La manera de moverse del brasileño en la cancha tiene que ver con el samba. Los pases cortos de los rioplatenses creo que evocan el tango.
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