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Una iglesia convertida en galpón y a la vez en monumento histórico

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Creada hace 150 años como la primera iglesia presbiteriana
escocesa, en Varela, fue vendida a unos granjeros. Ahora es un
depósito de verduras. Quieren hacer allí un centro cultural.


t.gif (862 bytes)  Es la primera iglesia presbiteriana escocesa de la provincia de Buenos Aires y la única que se mantiene en pie en su estado original. Pero en 1968 fue vendida a un inmigrante italiano y desde entonces su fina estructura gótica se convirtió en un galpón rural, que alberga cajones, jaulas y herramientas, y está rodeada por cultivos de acelga, lechuga y coliflor. Tiene casi 150 años, fue construida por un reconocido arquitecto en lo que era partido de Quilmes –hoy Florencio Varela– y le dio nombre a una vasta colonia de inmigrantes. Por eso, el año pasado fue declarada monumento histórico provincial. Ahora, mientras los presbiterianos piden que su legítimo dueño les done el predio que vendieron hace 31 años, una asociación sin fines de lucro intenta recuperarla para crear un centro cultural y un museo.
Es la iglesia de San Juan, pero todos la conocen como la “capilla de los ingleses”. Desde 1855, se levanta en el medio de un terreno de 10 hectáreas, en una zona rural de Florencio Varela, llamada Colonia La Capilla, en honor a su nombre. “Es importante preservarla porque la vorágine, el progreso, hace que no se repare en edificios que después son irrecuperables”, dice el senador bonaerense Luis Genoud, autor del proyecto que la declaró monumento histórico en septiembre último.
Su paradójica historia cuenta que fue creada en tierras donadas para que los escoceses, que habían venido en 1825 durante el gobierno de Bernardino Rivadavia, tuvieran su propio templo. Sin embargo, con los años, la colonia escocesa se fue disgregando y sus dueños –la Congregación de la Iglesia Presbiteriana Escocesa de San Andrés, con sede en Capital Federal- decidieron venderla. En 1953, hicieron una ceremonia donde “desacralizaron” al edificio y empezaron a buscar comprador.
Recién en 1968 se concretó la venta. Aquilino Verolo, hoy de 84 años, y su hijo Enrique compraron las 10 hectáreas, con edificio incluido, como seguro para la vejez. Desde entonces, la iglesia se transformó en un galpón para guardar herramientas de trabajo y jaulas para almacenar la verdura que siembran en las tierras que la rodean. “A veces la usamos para embalar verdura”, relata María de Verolo, esposa de Enrique. Aunque con los antiguos vitrales rotos, el techo deshecho y las paredes carcomidas por los años, la iglesia sigue en pie.
Al poco tiempo de venderla, la iglesia de San Andrés empezó a reclamar de diversas formas que le devolvieran el predio. “Hace poco vino un obispo a decir por qué no la donábamos, y yo les pregunté: ‘¿Hace 30 años la vendieron y ahora la quieren donada?’ No dijeron nada”, se indigna María. Además, dice, “también vinieron con propuestas para comprarla, pero nunca vinieron con la plata”.
En noviembre del ‘96 se creó la Asociación Amigos de la Capilla Escocesa de Florencio Varela, una organización sin fines de lucro que quiere recuperar la iglesia para convertirla en centro cultural. “Negar que es un monumento histórico sería necio –admite María–, por eso nosotros dejamos que la vengan a visitar”. De vez en cuando, la Asociación les pide permiso y organiza actos para recuperar la tradición escocesa e inmigrante. En la comisión hay dos posturas. “A algunos nos interesa recuperar la capilla como centro cultural porque es importante que ese monumento histórico se preserve como eje de la inmigración del país. Otros quieren volver a hacer una iglesia presbiteriana”, comenta Graciela Linari, museóloga y miembro de la asociación. En la comisión también hay gente que en su momento firmó la venta.
Entre los requisitos que cumplió la construcción para ser considerada patrimonio histórico, Genoud enumera: “Es la primera iglesia dedicada al culto de los escoceses en la provincia y es la única que queda en pie. Es un lugar de referencia histórico para la zona porque allí se establecieron importantes colonias de inmigrantes de orígenes diversos. Y se construyó en tierras donadas por la familia de quien fue el primer intendente de Florencio Varela, Guillermo Davidson”. La ley establece que el edificio deberá mantenerse en su estado actual y no podrá ser demolido, pero no destina fondos para restaurarlo. Y aunque los presbiterianos y la asociación no quieren enfrentarse a los Verolo, sus gestiones aparecen como una amenaza. “No sabemos cómo va a terminar todo esto. Tenemos miedo de que termine como todo, que hagan un decreto y chau”, dice María, con resignación.

Producción: Sonia Santoro.

 

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