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La fuerza internacional de paz para Kosovo (KFOR) ya controla la mayor parte de la provincia yugoslava. Rusia, que el viernes se había anticipado a la KFOR al entrar en Kosovo por el norte y que estuvo a punto de provocar un incidente militar con tropas británicas, aseguró que el objetivo de la maniobra no es establecer "una partición étnica de Kosovo", según su canciller Igor Ivanov. Pero la provincia yugoslava dista de estar "pacificada". En Pristina, su capital, paracaidistas británicos mataron a un reservista serbio que aparentemente abrió fuego contra ellos y, en otra zona de la ciudad, efectivos del guerrillero Ejército de Liberación de Kosovo (UCK) mataron a cuatro paramilitares serbios. En Prizren, un grupo de francotiradores serbios atacó al ejército alemán, que respondió matando a dos de ellos. Y en Dulje, a 40 km de Pristina, dos periodistas alemanes murieron luego de que su coche fuera tiroteado por desconocidos. En su huida, los serbios de Kosovo queman propiedades de albaneses. En la mañana de ayer, el presidente norteamericano Bill Clinton habló por teléfono con su par ruso Boris Yeltsin y acordaron que la repartición de tareas entre Rusia y la OTAN en el marco de la KFOR sería resuelta por los militares. En Slatina, el aeropuerto militar de Pristina, ocurría exactamente eso: el general británico Michael Jackson y el general ruso Viktor Zavarzin se reunieron nuevamente para acordar en el terreno las respectivas áreas de influencia provisorias. Los rusos, que llegaron antes que la KFOR, instalaron su cuartel general donde pensaba hacerlo Jackson. "No creo que exista ninguna duda sobre el hecho de que Rusia debería tener una zona en la que su responsabilidad sea clara y visible. No solamente es un objetivo legítimo, es un objetivo que Estados Unidos apoya", dijo desde Moscú el subsecretario de Estado norteamericano, Strobe Talbott. Pero su jefa en el Departamento de Estado, Madeleine Albright, declaraba en Washington que los rusos podían aspirar, como máximo, a tener "un área de trabajo" dentro de un sector donde "la unidad de mando de la KFOR no se vea afectada". En Moscú, la prensa rusa dijo ayer que más tropas rusas se dirigían desde Bosnia (donde forman parte de la Fuerza de Estabilización de la SFOR) hacia Kosovo. Además de representar un sorpresivo problema para la KFOR, la presencia rusa irrita a otros protagonistas del conflicto. "Las tropas rusas no son deseables en Kosovo", dijo ayer el líder del UCK, Hashim Taci. "No permitiremos el reemplazo de fuerzas serbias por tropas rusas", agregó Taci. Durante los más de dos meses de bombardeos, el UCK había denunciado varias veces la participación de soldados rusos en las operaciones de limpieza étnica dentro de Kosovo. En este marco de conflicto de nuevo sesgo, donde los enfrentamientos ahora se producen en las calles, llegó ayer a Pristina Sergio Vieira de Mello, quien será el administrador civil de la ONU en Kosovo. "Debemos emprender una tarea enorme", dijo Vieira de Mello. El comandante general de la OTAN, el general Wesley Clark, dijo ayer que la retirada de los serbios se cumple según lo previsto en el acuerdo técnico-militar firmado el miércoles pasado en Macedonia. "Hay unos 11.000 soldados yugoslavos que han salido de Kosovo y tenemos una parte sustancial de sus armas", dijo Clark. Según el Partido Democristiano serbio (DHSS), hay 30.000 civiles serbios que huyeron junto a estos efectivos militares por temor a las represalias de los albano-kosovares que están dentro y fuera de la provincia. La OTAN estimaba en la noche de ayer que ya eran 10.000 los efectivos de la KFOR desplegados en las carreteras y las principales ciudades de la provincia. REGRESAN A YUGOSLAVIA LAS TROPAS DE KOSOVO The Guardian Por Rory Carroll Mojado por la lluvia, el primer convoy serbio llegó ayer a Belgrado desde Kosovo. Tanques con armas envueltas en mantas azules y autos con refugiados con los ojos llenos lágrimas, viajando entre sofás, tostadoras y mascotas. Los soldados, cansados por tres días de marcha, saltaban de sus vehículos para estirar las piernas, salpicaban en los charcos y les preguntaban a los policías qué pensaba la gente del éxodo serbio de la provincia que habían jurado no abandonar nunca. Las respuestas que recibían los preparaban para la bienvenida indiferente que les brindó la mayoría de los belgradenses, que no tenía ánimos para seguir las exhortaciones del gobierno, que recomendaban recibir a los serbios de Kosovo como héroes. "Justo cuando no tenemos que tener más miedo del sol, empieza a llover", decía un cabo del ejército regular, con ojos inyectados en sangre y barba crecida. Antes, las nubes los protegieron de muchas bombas. Y ayer no paró de llover. En Belgrado, ningún comité recibió a los convoyes, que se fundieron en el tránsito de la hora pico. Su llegada tampoco revivió las protestas anti-OTAN, que eran cotidianas en la Plaza de la República durante el bombardeo. En los bares de Kneza Mihaila, una peatonal en la ciudad vieja, la gente decía que la paz iba a permitir que nuevos films reemplazaran a Shakespeare enamorado. Las tropas de reserva volvieron ayer a Belgrado, aunque algunas de las regulares cuyos cuarteles habían sido seriamente dañados se establecieron en el sur de Serbia. Las fuerzas especiales de la policía (los parapoliciales son oficiales en Yugoslavia) se reunieron en Pozareva, la ciudad natal del presidente Slobdan Milosevic. Unos 2000 refugiados serbios iban en camino de la capital, según Zoravko Kazic, quien había huido de la ciudad de Djakovica tres días antes con su mujer, su hija adolescente y su hijo. Habían apilado sillas, ropa, libros de texto, una PC y un secador de pelo en sus dos autos, un Fiat y un Mitsubishi. Dos colchones iban sobre el techo de cada coche. "Fue terrible", dijo Kazic. "No podíamos quedarnos. El Ejército de Liberación de Kosovo (UCK) estaba por venir". La familia durmió en sus autos por dos noches mientras encontraban interminables embotellamientos de tránsito y autopistas y puentes bombardeados durante el viaje de 350 kilómetros. Mientras Kazic hablaba, se acercó un policía que cobró un peaje de 6,5 dólares por los dos vehículos. Kazic pagó sin comentarios. Los refugiados serbios culpaban a la OTAN y al UCK de su desgracia, pero su llegada socavó los intentos de Milosevic de representar el acuerdo de paz como una victoria. Vojislav Seseli, el viceprimer ministro ultranacionalista, abandonaría hoy el gobierno en protesta por la entrada de las tropas de la OTAN en Kosovo. Si lo hace, Milosevic estará bajo presión para convocar elecciones. Ayer no había signos de un cambio popular en contra del régimen de Belgrado. La única perturbación del orden en el centro de la ciudad era un convoy de seis Mercedes que iban a los bocinazos y desplegaban banderas serbias. Pero no era una muestra de descontento. Era una boda.
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