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Son caballeros de la quema, pero ascendieron a primera

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En un estadio Obras lleno, el grupo de Iván Noble ratificó que es bastante más que la conjunción entre un hit radial y un romance pasajero.


Por Esteban Pintos
t.gif (862 bytes)  1999 es el año de gracia para Los Caballeros de la Quema, el mejor de una historia que arrancó a principios de la década y que, hasta ahora, los tenía en un expectante segundo pelotón dentro del llamado rock barrial, futbolero, chabón, fierita. A diferencia de sus congéneres Los Piojos y La Renga, que ya dieron su golpe de masividad y ahí se mantienen con comodidad, los Caballeros estaban esperando su momento y cuando llegó, de la mano de una buena canción lo suficientemente difundida –fuera, incluso, del circuito rockero de medios–, ellos estaban listos. Y ahora disfrutan de esta nueva posición. Este sábado en un repleto estadio Obras, cerraron la etapa del ascenso a las altas cumbres que habían iniciado el año pasado en Parque Sarmiento. Contaron con el fervor de un público bien dispuesto, presentaron un espectáculo digno y, sí... tocaron “Avanti morocha”. Y nadie silbó por la “traición” que podría representar esto para cierto fundamentalismo rockero. Al contrario, era lo que mucho habían ido a escuchar. “Sé que no somos grandes músicos, que yo no soy un gran cantante, pero de lo que estoy seguro es de que a nosotros nos gustan todas nuestras canciones. Y que no nos importa quién la silbe y quién la cante”, introdujo Noble y la ovación fue instantánea y nadie pensó en ninguna traición ni transa.
Así presentado, el caso Caballeros no tiene a simple vista grandes diferencias con los antecedentes de “banda de rock con un hit polirradial” (Attaque 77 con “Hacelo por mí”, Divididos con “Qué ves”, Los Piojos con “El farolito”). Sin embargo, algo ocurrió en el medio y eso fue, aunque no debería tomárselo como factor excluyente, también decisivo a su manera. Una cuestión sentimental que envolvió a su cantante Iván Noble con la estrella del momento de la televisión argentina (Natalia Oreiro, paradójicamente tapa de la revista Gente esta semana) lo puso en el centro de una escena tal vez poco querida pero inevitable. Noble fue “el rockero que enamoró (brevemente) a la actriz”, salió en revistas que nunca hubiera querido, se hizo carne de foto en boliche nocturno y hasta tuvo guardias periodísticas en la puerta de su casa. Todo mientras el sentimentalismo suburbano de “Avanti morocha” hacía estragos en rankings radiales de toda calaña, el disco –el mejor de los cuatro, titulado La paciencia de la araña– trepaba a las casi 100.000 copias vendidas y la banda veía su agenda completa de shows por todo el país. Entonces, después del expediente Oreiro, Noble –la cara visible, el letrista y cantante de la banda, con proyección artística fuera de ella también– quedó en una posición complicada para aquellos que entienden el rock como una especie de código de buenas acciones, rockeramente correctas. No es éste el momento para aventurar cómo saldrán los Caballeros de este pasillo de la fama, una cuestión que a estas bandas dominantes de los noventa les toca profundo.
Por cierto, el show de Obras mostró que la banda está en plena ebullición instrumental (potenciada por una sección de vientos) y que las letras de Noble, aun desde algunos lugares comunes y cierto exceso en el floreo metafórico, son de los más lúcido que aporta el rock argentino hoy en día. Una bien balanceada lista de canciones, que fueron desde los primeros tiempos (“Primavera negra”, “Pejerrey”, “Patri”, “Carlito”) hasta hoy, dejaron más que satisfecho al público. Pero sobre todo, la banda brilló cuando se tomó un respiro y soltó páginas de rock ciudadano (algo de tango por ahí) como “Mientras haya luces en el bar” y “Cuatro de copas”, reggaes bien entendidos y desarrollados como “Saliendo a ver”, “Malvenido” y “No chamuyes” (es interesante como han aprendido a tocarlos, con estilo y sentimiento), y una canción destinada a quedar como legado del grupo para representarlo en una hipotética colección de buenas canciones del rock barrial, futbolero, etc., etc.: “Hasta estallar”,grabada originalmente con León Gieco. El final del asunto, desde que sonó “Avanti morocha” y hasta el histórico “Carlito” fue pura euforia, celebración arriba y abajo del escenario. Una fiesta completa del público y de la banda, que parecían vivir el momento con igual intensidad, como celebrando que ahora juegan en primera.

 

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