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Por H. C. La gente me va a juzgar por lo que haga. Si me equivoco, si me sale mal, van a decir ¿para qué volvió, para esto, que no tiene ningún valor?, decía el dramaturgo Osvaldo Dragún en octubre del 96 a Página/12, cuando volvió a la Argentina y aceptó el cargo de director del Teatro Nacional Cervantes en medio de una polémica cultural por haber aceptado convertirse en funcionario. Pero Dragún siguió adelante, seguro de tener cómplices, como cuando estuvo al frente de Fray Mocho y participó de Teatro Abierto, negocios autárquicos y anárquicos, de autoridad compartida y complicidades, dijo a propósito de estas uniones. Participación para hacer lo que se pueda, como lo intentó hasta ayer, cuando la muerte lo sorprendió en un lugar público. Se encontraba junto a su mujer Beatriz en el hall del cine Gran Splendid cuando comenzó a sentirse mal. Falleció de un paro cardiorrespiratorio. Anoche mismo fue velado en el Cervantes, teatro al que le dedicó todo su entusiasmo. Dragún fue uno de los creadores que con mayor perseverancia hizo del teatro su principal medio de expresión. Fundía en este arte vida y obra, su historia personal, social y política. Siempre y sin darme cuenta escribí sobre mi vida, decía a propósito del contenido de sus obras. Había nacido en Entre Ríos pero muy pronto llegó a Buenos Aires. El teatro lo atraía más que la universidad. Dejó los estudios para dedicarse de pleno a esta actividad, y en 1947 escribió su primera obra: El gran duque ha desaparecido, una pieza que nunca se estrenó. Poco después se incorporó al elenco del Teatro IFT y después al Teatro Popular Fray Mocho, donde en 1956 dio a conocer un drama histórico político, La peste viene de Melos. Ese mismo año se estrenó Historias para ser contadas, tragicomedia de la vida cotidiana, lo mismo que Los de la mesa diez, también llevada al cine. Otra pieza histórica fue Túpac Amaru, bien recibida en diferentes ciudades latinoamericanas, y Desde el 80, ésta en colaboración con Andrés Lizarraga. Es difícil encontrar las palabras justas para hablar de Dragún dice el dramaturgo Roberto Cossa en una comunicación telefónica con este diario. En principio quiero recordar que no sólo se va un autor muy importante sino también el más grande y vital de los provocadores en materia organizativa. Chacho participó de innumerables eventos, fue un militante del teatro independiente, del Fray Mocho. Desplegó gran actividad en México y Cuba, donde se lo recuerda con gran cariño. En Teatro Abierto, que fue inspiración suya, y hasta ahora en el Cervantes. Dragún fue un compañero entrañable, querible. No tenía resentimientos sino mucha grandeza, y estaba abierto a todo lo nuevo, muy cerca de los jóvenes. Fue un amigo, maestro, socialista. La realidad nacional fue un tema dominante en las obras de Dragún a partir de 1959, cuando escribió El jardín del infierno, retrato de la devastación que ejerce sobre el individuo un entorno aberrante. Una línea que continuó en Y nos dijeron que éramos inmortales e Historia de mi esquina. De 1963 es Milagro en el mercado viejo, premiada por Casa de las Américas y posteriores Amoretta, Una mujer por encomienda y Heroica Buenos Aires, publicada en 1966, donde intenta recrear la picaresca popular. Censurada en su época, esta pieza fue estrenada recién en 1984. Allí aventuraba una definición de la clase media argentina. Y siguieron muchas más: Dos en la ciudad o El amasijo, Historias con cárcel,Pedrito el Grande y piezas en colaboración como Y por casa ¿cómo andamos?. En Teatro Abierto estrenó Mi obelisco y yo, Al vencedor y Hoy se comen al flaco. Entre los títulos más representativos se encuentran Arriba corazón y Volver a La Habana, piezas que hablan de la desorientación de los argentinos y de la memoria. Los de la mesa 10 es una obra iniciática para el teatro argentino opina la autora Griselda Gambaro. Vi muchas representaciones de esa obra, por distintos elencos, hecha por profesionales y aficionados, y eso me parece de gran valor. La destaco porque significó descubrir a Dragún. Un descubrimiento que persistió.Dragún fue un hombre siempre comprometido con las buenas causas, apasionado, lleno de sueños referidos al teatro y a la escritura.
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