Por Eduardo Videla El ex militar carapintada Aldo
Rico intentó revivir su Semana Santa, esta vez como intendente de San Miguel. El enemigo,
ahora, eran los médicos del Hospital Larcade, a los que, en su parte de guerra, calificó
de vagos y mentirosos. Como en Campo de Mayo, en el 87, el motín
empezó de madrugada: Rico llegó al hospital alrededor de la 1 cuando sólo quedaba
una guardia acompañado por una patota de ex carapintadas, punteros y barrabravas, y
se atrincheró en el despacho del director. Durante el día trajo refuerzos, que formaron
una verdadera barricada humana y, en momentos, impidieron el libre acceso al hospital.
Hubo empujones, golpes, y una total ausencia policial. Una movilización de profesionales
y vecinos, y una decisión judicial frenaron el intento de Rico por declarar la emergencia
sanitaria en el distrito, derivar pacientes a otros centros asistenciales y poner en
disponibilidad a todo el personal. No hubo Felices Pascuas para el ex comando: antes de
las 18, el intendente depuso su actitud.
El conflicto se había iniciado días atrás, cuando el intendente envió al Concejo
Deliberante el controvertido proyecto para declarar la emergencia sanitaria. Por esos
días, había sido designado como director del Larcade el médico Carlos Rubinstein,
proveniente del hospital de Malvinas Argentinas. Allí, el jefe comunal José Cariglino
impuso un modelo de hospital arancelado, que le permitió mejorar las cuentas pero, a la
vez, produjo un éxodo de pobres hacia hospitales vecinos, ente ellos, el Larcade (ver
aparte).
Quieren cambiar el perfil de la población hospitalaria, privilegiando a los
pacientes de obras sociales. En Malvinas Argentinas, a los pacientes carenciados no les
dan los mismos turnos que a los que pagan el bono de seis pesos. Por eso vienen a
atenderse acá o a hospitales vecinos, dijo a Página/12 Gustavo Eugeni, titular de
la Asociación de Profesionales. El proyecto iba a ser tratado mañana y su aprobación
era segura porque el justicialismo tiene mayoría. Los trabajadores del Larcade habían
convocado una marcha para ayer a la mañana. Pero el intendente decidió subir la apuesta
y se presentó de improviso en el hospital, con su guardia pretoriana. Se lo vio nervioso,
por momentos fuera de sí. Quisimos hablar con él, pero nos respondió que primero
ganáramos una elección. Tanta soberbia nos hizo pensar que no estaba en su sano
juicio, relató a Página/12 el concejal Julio Franchino (UCR).
Los seguidores de Rico coparon el hospital. Con cara de pocos amigos, se pararon en la
puerta para hacer frente a la manifestación de médicos y vecinos. Algunos vestían ropa
camuflada y calzaban borceguíes. Otros hostigaban al personal. Nos dicen
trabajen vagos, atorrantes. No se puede trabajar así, se lamentaba una
médica, al borde del llanto. Según la diputada Graciela Podestá, algunos de los
seguidores de Rico estaban armados.
La batalla se trasladó a los medios. Rico confirmaba todas las sospechas al sostener que
el Larcade sólo les cobraba a las obras sociales 90 mil pesos anuales, mientras que
hospitales de municipios vecinos recaudan hasta dos millones, y desnudaba sin querer
una falencia de su administración. También acusaba a los médicos de no querer trabajar
(ver aparte). Los médicos, por su parte, se mostraron dolidos por las acusaciones.
Salió diciendo que somos unos miserables, que nos llenamos de dinero derivando
pacientes del hospital. Los médicos hemos dado todo por el hospital, se lamentó
Eduardo Nardelli, jefe de Obstetricia. Y agregó: Por la forma en que lo dijo, no
parece que esté totalmente en sus cabales. Después del mediodía comenzaron a
llegar beneficiarios de los planes asistenciales. Nos dijeron que nos quedáramos
por acá, decía una mujer, obediente pero desorientada, cerca del buffet. Después
de las 15, cuando un grupo de periodistas quiso ingresar, se topó con la mole humana que
impedía el ingreso. Hubo empujones y volaron proyectiles. Luego llegó elcomisario
Roberto Ampugnani, de la 1ª de San Miguel, para levantar una denuncia por supuesta
agresión a un militante justicialista.
¿Por qué hay tanta custodia que no es de la policía? le preguntó
Página/12.
Yo no he visto nada.
¿No vio nada anormal en el hospital?
Sí, está usted y estoy yo, que no venimos nunca respondió el comisario.
Me voy a quedar acá hasta el 24 de octubre, contestaba Rico a los
periodistas, entre carcajadas, desde su trinchera. Cuando todo aparecía trabado, llegó
el abogado Eduardo Levitin con la noticia de la resolución judicial. El Sindicato de
Trabajadores Municipales había presentado el viernes un recurso de amparo contra el
proyecto de ordenanza y la jueza Gloria Martínez, de San Martín, dispuso una medida de
no innovar: la norma no podrá ser aprobada hasta nuevo aviso, y Rico deberá dar
explicaciones a la Justicia sobre las razones de su intención.
El tiro, al final, le había salido por la culata. Poco antes de las 18, el intendente
carapintada tuvo que levantar campamento, mientras los médicos, que habían pasado casi
todo el día en la calle, hacían una asamblea a cinco metros de la dirección. El tema
será debatido hoy en una audiencia pública en la Legislatura bonaerense, a la que fue
invitado el ministro de Salud, Juan José Mussi. Y mañana habrá una nueva movilización.
La salud es un derecho de todos, decía la pancarta que enarbolaba Juliana, de
7 años, nacida en el Larcade, igual que su hermana, Estela, de 22, y su sobrina,
Jackelin, de 2. La familia fue a la manifestación porque acá siempre nos
atendieron de primera. Está loco ese hombre dijo Mónica, la madre, en
alusión al intendente. Debe ser que él nunca necesitó del hospital.
DEBATE SOBRE EL MODELO DE HOSPITAL PUBLICO
La autogestión en la polémica
Por Carlos Rodríguez
La
discusión sobre la autogestión hospitalaria, impulsada en 1992 a partir de
un decreto del presidente Carlos Menem, está en el centro del conflicto ocurrido en el
Larcade. Para el titular de la Comisión Interhospitalaria del Conurbano y Provincial
(Cicop), Norberto Tarrío, el modelo ha sido un fracaso, como lo demuestra la
estrepitosa caída que sufrieron el Hospital de Clínicas y el Instituto Roffo, para
quienes la autogestión se fue a pique cuando las obras sociales dejaron de pagar.
El ex ministro de Salud bonaerense Ginés González García, defensor del hospital
público y gratuito, consideró en cambio que el sistema puede funcionar si las
obras sociales y los seguros privados pagaran la atención que sus beneficiarios reciben
en los hospitales.
La medida dispuesta por Menem en 1992 propicia el autofinanciamiento de los hospitales
públicos, arancelando las prestaciones que se brindan a los pacientes que tengan algún
tipo de cobertura y manteniendo la atención gratuita de los que carecen de ella. Según
los últimos datos oficiales, prácticamente el 40 por ciento de la población tiene al
hospital público como única salida. Según Tarrío, hasta los propios funcionarios
han reconocido que la autogestión es un fracaso.
Como ejemplo citó lo que ocurre con el Hospital Garrahan. Por ser un hospital
modelo, único en el país, tiene convenios con obras sociales y con prepagas, pero en el
mejor de los casos logró una autofinanciación del 19 por ciento y el 81 por ciento
restante lo sigue aportando el Estado. Explicó que el problema es mucho mayor
cuando se sale del ámbito de la Capital Federal y se llega al segundo cordón
del conurbano, donde hay muchas más gente con NBI (Necesidades Básicas
Insatisfechas).
Tarrío dijo que en el Hospital Castex, donde él trabaja, el autofinanciamiento llega
al 0,1 por ciento, mientras que en el Larcade el porcentaje debe andar
en el 0,01. Recalcó que las obras sociales no pagan y aunque la
reglamentación dice que la ANSeS puede obligarlas a pagar, eso nunca se cumple.
Subrayó que los hospitales deben ser gratuitos porque de lo contrario los pobres
son arrojados a la calle.
El ex ministro Ginés González García, por su parte, sostuvo que es importante la
descentralización operada a partir de la autogestión y consideró que el
sistema es viable si en la administración de los hospitales públicos hay una mayor
participación de la comunidad. El ex ministro, al dar su opinión, partió de
una realidad que nos está diciendo que no hay hospitales gratuitos y que es
necesario establecer un sistema de cobertura. Resaltó que lo importante es lograr
que las obras sociales y los seguros privados paguen, para de ese modo poder
garantizar una mejor atención gratuita para los pobres.
Recalcó que en la actualidad hay importantes sectores de la clase media que se
atienden en el hospital público y que están en condiciones de pagar un arancel.
Estimó que la oposición cerrada a la autogestión es a veces una mera postura
política que parte de sectores que desde un discurso progresista no hacen más que ser
reaccionarios. El ministro de Salud bonaerense, Juan José Mussi, no pudo ser
consultado por este diario. El defendió siempre la autogestión, aunque en una reciente
nota periodística con su firma admitió que el sistema de salud de la Argentina
está en terapia intensiva.
EL INTENDENTE Y LOS MEDICOS, CARA A CARA |
Una manga de
miserables Acusa Rico:
¿Cómo voy a tomar el hospital? No puedo tomar algo que es mío.
Los médicos cobran muy buenos salarios: de los 150 mejores salarios del municipio,
90 pertenecen a médicos. No cumplen sus horarios, no atienden a la gente. Tienen horarios
superpuestos, van a las clínicas cuando tendrían que trabajar acá. Además han hecho un
gran negocio derivando los pacientes de obras sociales a las clínicas en las cuales ellos
trabajan. Hemos decidido terminar con esos problemas.
Como los médicos antiguos no quieren hacer guardia prestan su legajo para que otro
médico, más joven, de menor experiencia, haga guardia. Entonces el médico que presta el
legajo cobra la guardia y le pasa algo, no todo, al joven. Pero al cobrar le aumenta el
salario, y al aumentar el salario aumenta el aguinaldo.
Cuando uno los manda a las salas periféricas (los médicos) no quieren ir. Hablan,
se llenan la boca de la salud de la gente, pero cuando ven a un carenciado que viene a
atenderse salen espantados.
Son una manga de miserables. (Lo que dicen) es la mentira más absoluta: ni
arancelamos, ni privatizamos, ni despedimos.
Yo no puedo penalizar al vecino de San Miguel, al vecino que paga los impuestos con
un sistema que no funciona y que además es un barril sin fondo. Porque lo único que
piden los médicos es más plata, más plata y más plata; más insumos y más insumos. No
tienen ningún tipo de control, desaparece todo del hospital.
Rige un sistema perverso
Responden los médicos:
En el hospital rige un sistema perverso, avalado por las autoridades desde hace 10
años. Como no hay nombramientos, se inventó un sistema de reemplazos, por el cual un
médico cobra varias guardias pero hace sólo una. El resto las hacen médicos suplentes,
a los que les paga el profesional que figura en el legajo. Así, hay quienes cobran 3.000
pesos, pero se quedan con mucho menos. Encima, tienen problemas con la DGI. (Luis
Soler, dirigente de la CICOP y ex médico del Larcade).
El municipio destina 16 millones de pesos por año al hospital, de los cuales 8 son
aportados por la coparticipación provincial. Pero el ministro (Juan José) Mussi nos dijo
que la Provincia destina 20 millones al municipio, y que no hay un monto fijo que debe ser
destinado a salud. (Gustavo Eugeni, titular de la Asociación de Profesionales del
Larcade)
Enviar un médico a una unidad periférica es un clásico mecanismo de castigo, que
se ha implementado, sin ir más lejos, en Malvinas Argentinas: Rubén Baladán, titular de
la Asociación de Profesionales, fue trasladado a una unidad sanitaria, como parte de la
desarticulación gremial en ese hospital. Acá se quiere hacer lo mismo. (Luis
Soler)
En el hospital no faltan insumos pero desde hace un año se gasta más porque el
municipio hace compras directas, sin licitación. Además, Rico aumentó la planta
política en un 91 por ciento en un año. (Gustavo Eugeni) |
Carapintadas y patovicas, la corte del
intendente
Rico llegó al hospital
acompañado por ex carapintadas que trabajan en la comuna, suboficiales retirados y
patovicas.
Algunos de los muchachos que ayer
acompañaron a Rico en su cruzada hospitalaria.
Los desparramó por el hospital, como si fuera una escuela de infantería, se
quejaron los médicos. |
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Por Laura Vales
Entre la patota que,
al mando de Aldo Rico, tomó el hospital de San Miguel hubo muchas caras conocidas. El
batallón de ex carapintadas que el intendente mantiene dentro de su municipalidad estuvo
a pleno, encabezado por Osvaldo Vercellotti, el mayor que en 1988 intentó liberar al
entonces coronel rebelde de la prisión de Magdalena. Ricardo Palito
Aleksiejoner, un suboficial que integró el mismo comando de embetunados, acompañó a su
jefe desde la madrugada, apenas Rico se atrincheró en la oficina del director del
hospital. Y abajo, desbordando los pasillos o apostados en las entradas del edificio, se
distribuyó una tropa heterogénea: suboficiales retirados, matones históricos del
partido, patovicas, coordinadores del Plan Barrios Bonaerenses y un centenar de
contratados del mismo programa que fueron llegando a bordo de camionetas municipales.
A las cinco de la tarde en el primer piso del hospital se desarrollaba un espectáculo
peculiar. En uno de los despachos, Aldo Rico permanecía reunido con sus funcionarios y
amagaba con no retirarse del edificio. A menos de 10 metros de distancia, separados apenas
por una puerta de vidrio, los médicos y el sindicato de municipales deliberaba sobre
cómo conseguir la salida de la patota sin responder a sus provocaciones. En el medio, en
un minúsculo corredor, se amontonaban fornidos seguidores del intendente.
Rico los desparramó desde la madrugada por todo el hospital, como si esto fuera una
escuela de infantería y él un coronel en servicio. Coparon las aulas, se metieron en el
comedor sindical, y hasta tomaron por un rato nuestras oficinas, se quejó Eduardo
Duro, vicepresidente de la Asociación de Profesionales. Entre los primeros en desembarcar
en el Larcade estuvo un grupo de custodios muy conocidos en la zona por haber trabajado en
el pasado bajo las órdenes del destituido intendente José De Luca. Llegaron encabezados
por Amaranto Navarro, Daniel Torres, más conocido como El Sata y Ricardo
Moyano; los políticos locales los identifican bien, porque los tres suelen hacer barra en
las sesiones más candentes de los concejos deliberantes de San Miguel y José C. Paz.
Los trabajadores del sindicato municipal denunciaron que El Sata y Navarro se dedicaron a
soltar amenazas de muerte al por mayor. Una de sus víctimas fue Alberto López Camelo,
secretario de prensa del sindicato de municipales. Es gente con antecedentes de
pesados, explicó López Camelo a este diario; durante la campaña electoral, por
ejemplo, El Sata fue denunciado por apretar a un grupo que estaba haciendo una pintada
para una lista opositora a Rico. El sábado pasado, apenas se supo que preparábamos la
movilización, hizo lo mismo con un compañero del hospital; hoy se lo cruzó en un
pasillo y directamente lo agredió físicamente, buscando provocarlo, frente a los ojos
del jefe de personal del hospital, que presenció todo sin intervenir.
El funcionario aludido es Amado López, un ex suboficial de prefectura nombrado por Rico
en el Hospital Larcade. López no fue el único ex uniformado que ayer mantuvo una larga
guardia en el hospital acompañando la cruzada del intendente. Junto a él también
estuvieron una veintena de carapintadas de bajo rango reciclados a la función pública,
como Ricardo Arce, un ex mayor del Ejército detenido tras la sublevación de diciembre
del 90 y Carlos Illanes, otro suboficial retirado del Ejército convertido ahora en
jefe de estadísticas del Larcade.
A la noche, luego de la retirada de Rico, unas cuarenta personas permanecían dentro del
edificio. Integrantes de la Organización de Desocupados identificaron entre los ocupantes
a una decena de coordinadores del Plan Barrios Bonaerenses, como Jorge Lucero,
Rubén Arce y otros de los que sólo conocemos su apodo, como King Kong, Chiquitín, El
Nono, el Papi y Chazarreta, explicó Mónica Acuña, miembro de la comisión.
Funcionaron durante todo el día como matones en la puerta del hospital, pero el
resto del año no tienen una actitud diferente; sabemos que han presionado a la gente de
sus cuadrillas para acarrearlos a los actos partidarios. Posiblemente la historia de
muchos de los que hoy vinieron acá para apoyar a Rico no sea diferente.
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