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Apareció en 1989, un año de convulsiones que incluyó la caída del Muro, la toma de La Tablada, la hiperinflación de Alfonsín y el ascenso del menemismo, la escasez de vinilo y la explosión de las carreras de comunicación. Todos esos datos de la realidad confluyeron en las primeras emisiones de FM La Tribu, una de tantas radios en ese momento clasificadas como truchas. En un minúsculo departamento de la calle Gascón primero, y en una casona de Lambaré 873 después, La Tribu fue ocupando un lugar diferenciado en el amplio espectro de FM alternativas, al punto de que, en agosto de 1993, alguien lanzó una bomba molotov contra la puerta de la emisora, justo cuando se transmitía la cortina Dame fuego (de Sandro) de Quemen los bosques, un programa especialmente dedicado a María Julia Alsogaray. Con la permanente amenaza de una Ley de Radiodifusión ideada por la dictadura sobre su cabeza, la emisora creció y obtuvo un espacio de respeto entre periodistas y artistas. Esta semana queremos hacernos un gran homenaje a nosotros como colectivo, incorporando a la gente que participó en la construcción de la radio y que hoy incluso no está. Se trata de pasar un buen momento y poder crear un registro del tiempo que pasó, que es algo... complicado. Queremos reivindicar estos diez años. Ernesto Lamas, Hugo Lewin, Damián Valls y Claudio Vívori dirigen la radio-colectivo desde sus comienzos, y tienen claro que, a pesar de la delicada situación del reparto de frecuencias orquestado por el Comfer, bien vale la pena un festejo. Desde el lunes, La Tribu viene emitiendo una programación especial que repasa lo sucedido en esta década, con viejos archivos sonoros, charlas debate, invitados y shows en vivo como el que dio León Gieco en el auditorio de la radio, hace un par de semanas, y del cual se seguirán escuchando fragmentos en estos días. El cuarteto puntualiza el estado de las cosas, y cuenta que el plan del Comfer se encuentra parado por la resolución de un juez de La Plata, pero que la presión por reactivarlo continúa. El plan es una división antidemocrática del espectro en dos sectores, explican. Uno, que va del 88 al 92, para 270 radios, para el cual hay 500 postulantes. Del 92 para adelante van a poner cómodamente a todas las demás, de alta potencia, con una licitación para 6 nuevas señales. La modernización del Estado practicada en la última década tampoco ofrece buenas perspectivas. El punto es que con la Ley de Radiodifusión vigente no podemos aceptar ningún tipo de normalización, fundamenta Lamas. Es una ley de la dictadura que no contempla ninguna participación de la sociedad civil en la administración de frecuencias, ni de radio ni de TV. Y que, con la innovación que introdujo el ministro Dromi, permitió la formación de los oligopolios, que era el único punto de la ley de la dictadura que se puede considerar razonable. En los 80 había un sistema bastante articulado con testaferros, pero en los 90 se volvió legal. A su favor, La Tribu cuenta conque su frecuencia no molesta a las grandes emisoras, y sobre todo con su buena (valga la paradoja) imagen. Los responsables apuntan que el carecer de modelos, que al principio parecía una dificultad, fue una de las bases para ir formando una identidad que hoy se expresa con cosas como apagá La Tribu y hacé tu radio, agrupar tribus, impulsar a la gente a intervenir en la cultura y la comunicación desde un lugar que no sea el tradicional. Una alternatividad en la que cualquiera puede ser emisor y receptor, los roles se pueden intercambiar. Con la radio convertida durante esta semana en un lugar de permanente autocelebración, la gente de la radio hace un paralelo con lo sucedido en el país. La Tribu tiene diez años, igual que la presidencia de Menem, y Tinelli, y Telefé... por ahí no genera mucho placer cumplir al mismo tiempo que ellos. Pero en su caso cumplen diez años gracias a, y en el nuestro... cumplimos diez años a pesar de.
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