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“FAUSTO, VERSION 3.0”, DE LA FURA DELS BAUS
Tragedia, pero tecnológica

Valiéndose de un vigoroso despliegue de imágenes, la compañía  catalana de teatro encara la obra de Goethe con un espíritu  provocador, transformando la escena en un caleidoscopio virtual.

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La Fura dels Baus se presentará en el teatro Lola Membrives hasta el 4 de julio.
La simultaneidad de acciones sobre el escenario es uno de los mayores logros de esta puesta.
Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) Este espectáculo se presenta como inspirado en el Fausto I y II de Goethe, vale decir en el Urfaust, escrito entre 1773 y 1775, y el posterior, cuya primera parte apareció en 1803. Para Goethe fue la obra que le ocupó la vida entera. Tomó la historia de una leyenda primitiva y puede que durante su infancia haya visto en Francfort una versión escénica con marionetas. Inició su tarea en 1769 y la prosiguió hasta pocas semanas antes de su muerte. ¿Cuál es la pregunta que se hace La Fura ante este trabajo monumental de Goethe? ¿Qué dice de Dios, del Diablo y de Fausto? El espectador ve en principio un trabajo escénico característico de este fin de siglo, una mezcla de estilos y efectos obtenidos básicamente de la tecnología. Fausto sigue siendo una tragedia, subjetiva porque refleja el agobiado interior del protagonista, pero también exterior. La Fura sensibiliza con golpes de efecto, semejantes a los que producen los videoclips. De ahí parte en un primer momento la provocación, uno de los elementos que caracterizó a esta agrupación catalana que en la década del 80 supo incorporar al público a su juego sin necesidad de interpelarlo. Lo “guiaba” mediante su propio desplazamiento por un mismo espacio compartido, generando a través de su acción corridas ante la amenaza de algún enchastre. Pero la compañía se puso ahora como límite la caja del escenario, de modo que ya no hay zozobra en la platea.
Esta disposición no es una novedad. La adoptó después de dos encargos. Se le pidió montar un espectáculo inspirado en La Atlántida, de Manuel de Falla, y luego otro sobre El martirio de San Sebastián, de Claude Debussy. La novedad reside en que ha incorporado un texto. Se utilizan frases y palabras de choque, recurso que en este contexto suena a remanido. “Dice” además bastante menos de lo que expresan las imágenes que se proyectan en ocho pantallas ubicadas al fondo del escenario, las que en algunas secuencias conforman una sola y en otras se mantienen como cajas de escenarios múltiples.
La simultaneidad de acciones que se obtiene a través de esta disposición es uno de los mayores logros de esta puesta de Alex Ollé y Carlos Padrissa. En este Fausto de fin de siglo (para el calendario cristiano), el mundo es un caos y el Dios único es “otro” Dios, un ente demediado, cuya otra parte es el Diablo. Sólo que uno y otro existen únicamente en el interior del ser humano. Así, Fausto es Dios y el Diablo, y se encuentra como todo mortal enfrentado a un vacío (“el infinito del infinito”) y a la necesidad de lograr un equilibrio entre esas dos fuerzas. El ser humano no es nada (“Mefisto se ríe de su pequeñez”) pero sueña. Duda quizá de laexistencia del bien, pero no del poder del mal (asunto que La Fura muestra profusamente en imágenes). El amor es casi imposible, o se convirtió en otra cosa.
La tragedia está en querer ser feliz y pretender la inmortalidad. No hay certeza de que Fausto dialogue con Dios ni pacte con el Diablo. Tampoco que obtenga el amor de Margarita. La vida vista desde una sociedad del Primer Mundo es tumultuosa y estúpida, y La Fura hace mofa de ella, del consumismo, de la publicidad, aun cuando como agrupación saque provecho de ésta, presentando, como lo hizo pocos meses atrás en Buenos Aires, un nuevo modelo de automóvil.
La Fura utiliza una simbología variada, signos y elementos tomados del teatro, de la acrobacia y la música. Los sonidos y los olores (a éter, por ejemplo) son complementos importantes en su universo de videos y maquinarias. Transforma la escena en caleidoscopio, multiplica formas y horrores. Pero no muestra similar audacia cuando el tema es elaborar y decir un texto. Los actores arrastran un estilo naturalista y una vocalización característica de las composiciones hechas para televisión o para el teatro comercial. Esto funciona mientras hay intención de broma (por ejemplo en la secuencia del “Mefisto show”) o de irónico apunte sobre la rutina (cuando un personaje le pregunta al conflictuado Fausto “¿sacaste la basura?”). Pero la reiteración, lo mismo que el tono por momentos declamatorio y altisonante que acompaña a algunas frases, por ejemplo a la de cuño fascista: “El mundo no está hecho para los débiles”, genera rechazo. No demasiado sin embargo, porque el equipo sabe contrarrestar esa monotonía con un vigoroso despliegue de imágenes de “existencia” virtual.

 

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