Por Fernando DAddario El jazz y el blues, parientes
cercanos que cada tanto sacan a relucir desavenencias pueriles (el blues es más
limitado que el jazz, pero tiene mucho más sentimiento, el jazz
es elitista, el blues es reventado, serían algunos ejemplos de una
dialéctica inútil), encuentran en Scott Henderson un saludable puente conciliador. Si
bien es cierto que el guitarrista uno de los mejores de su generación tiene
en una esquina una banda de jazz (Tribal Tech) y en la de enfrente otra de blues que
raramente confluyen una misma noche, hay a mitad de camino un espíritu que cobija a
ambas: el de la transgresión sonora o temática. Por sexta vez en Argentina (tercera con
Tribal Tech), Henderson encara una gira que lo lleva esta noche a Bahía Blanca, mañana
al Auditorio Bauen de Capital y el lunes que viene a Neuquén. Abordará preferentemente
el repertorio de su último disco de jazz rock, Thick, a diferencia de sus presentaciones
del año pasado, cuando tocó el rhythmn blues de sus CDs Dog Party (un
curioso trabajo inspirado en figuras caninas) y Tore Down House. Es probable que no
sea un típico guitarrista de jazz, y tampoco un guitarrista de blues, no sé muy bien
qué es lo que soy, dice en la entrevista concedida a Página/12.
Será que toca jazz como un rockero y blues como un tipo blanco, culto y alienado por una
gran ciudad (Los Angeles). Esta aparente hibridez se traduce en una música muy personal,
que apasiona a algunos y descoloca a otros.
Quizá la separación de sus hemisferios musicales tenga que ver con sus influencias y con
los guitarristas que lo marcaron en los comienzos de su carrera. Cuando se lo consulta
sobre este tema, saca una lista imaginaria de la que extrae algunos nombres: Por
suerte no tengo uno solo, porque hubo muchos buenos. John Scofield, Allan Holdsworth, Jimi
Hendrix, Jeff Beck, Ritchie Blackmore, Jimmy Page, Pat Metheny, Albert King, Stevie Ray
Vaughn, Johnny Winter, sólo para nombrar algunos, hay muchos más.... Y enseguida
aclara que aunque nació en Palm Beach, Florida, eso no cuenta demasiado: El lugar
de nacimiento no es tan trascendente. Yo nací en Palm Beach, Florida y esa ciudad sólo
ha influido sutilmente en mí, y es muy probable que no aparezcan en mi música rastros de
ese origen. Si tengo que ser sincero, Texas debería haber sido mi lugar de nacimiento ya
que influyó mucho más en mí. La mayoría de los grandes guitarristas de blues son de
allí, afirma. Su prestigio, de todos modos, se lo debe al jazz. Además de haber
trabajado con artistas como Joe Zawinul, Chick Corea y Jean Luc Ponty, hace quince años
fundó con Gary Willis (bajo) Tribal Tech, banda que también integran Scott Kinsey
(teclados) y Kirk Covington (batería) y que tiene ocho discos en las bateas (de Estados
Unidos, claro).
Ahora está dedicando sus esfuerzos a la presentación de Thick, un
disco de fusión jazzera. ¿La banda de blues quedó en un segundo plano?
No, en absoluto. Tocamos todas las semanas en Los Angeles, y estoy escribiendo
material para los próximos discos.
Quizás sea esa la diferencia. ¿El jazz le da más pie para la improvisación?
En todos los géneros se puede improvisar. Pero sí es cierto que hay una diferencia
entre Thick y mis anteriores discos de jazz rock. Thick es mucho más improvisado, pero
más allá del concepto jazzero. No hubo música escrita cuando fuimos al estudio de
grabación y ninguna charla previa sobre música. Nosotros fuimos directamente y tocamos.
En la Argentina los públicos del jazz y del blues están bien diferenciados. ¿Esto
ocurre también en Estados Unidos?
Sí, claro. También en Estados Unidos desafortunadamente algunas personas viven en
una burbuja cultural. Allá ellos. Gracias a Dios hay otra gente que aprecia toda clase de
música y no anda encasillando según estilos. Esa es la gente que nosotros queremos que
nos venga a ver. A muchos jazzeros no les gusta que usted incursione en el blues.
¿Cómo entiende esta actitud?
¡Fuckem! Me encanta hacer que los puristas enloquezcan ...
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