Por Martín Pérez Me levanto temprano,
tengo sesiones de fotos y notas por las mañanas, ensayo por las tardes y cenas con
empresarios o viejos amigos por las noches. Estoy a toda velocidad, terminando lo que yo
llamo mi curso acelerado de composición madrileña, al punto que ya tengo temas para un
nuevo disco. Desde Madrid, Moris suena feliz. Después de diez años de ausencia, el
argentino que le enseñó al rock español la importancia de pintar su propia aldea, está
de regreso en aquella ciudad de exilio que se hizo su ciudad. Y que, según se puede leer
en los diarios españoles, fue, vio y venció, igual que ayer. Su llegada a Madrid
en 1976 fue una de las primeras transfusiones de talento porteño que tan beneficiosas han
resultado para el rock made in Spain, recordó el periodista Diego Manrique en su
crónica del show de Moris en Madrid, en el que apareció el Moris de sus primeros
tiempos, solo con su guitarra: voz rotunda, versos esculpidos con energía, asombrosa
capacidad para seducir a su auditorio.
El show se realizó el jueves pasado en el Suristán, un reducto madrileño que se llenó
ante el anuncio del regreso de Moris, organizado en el marco del lanzamiento de un número
especial de la revista Zona de Obras, un emprendimiento de argentinos afincados en
Zaragoza. Fue una cosa extraordinaria. Porque yo no vine con una banda de rock,
apenas con mi guitarra y mis pedales. Pero por el ruido y la cantidad de gente, fue un
show bien rockero, explica Moris, que subraya que entre el público estuvo casi todo
el contingente argentino en Madrid: desde el Indiecito Solari y Jorge Valdano, hasta el
agregado cultural de la embajada, pasando por Ciro Fogliatta, Claudio Gabis y Alejo
Stivel. Al final salí caminando entre el público con mi guitarra, y había gente
que me abrazaba y me decía: Tío, no te quedes en Argentina que aquí te necesitamos. Ver
que todo eso esta ahí, latente y vivo, me emocionó profundamente. Sobre todo en este
momento, en el que parece que sólo importan las fórmulas de la radio y los
negocios.
Estaban todos, amigos y colegas, apunta Andrés Calamaro, también al
teléfono con Página/12 desde Madrid. El autor de Honestidad brutal fue uno de los
invitados del show, junto con Antonio Birabent, el ex Redondos Tito Fargo y el músico
local Nacho Mastretta. Fue una barbaridad, una noche eterna, transmitida por radio
nacional a toda España, agrega Calamaro, que cantó junto a su anfitrión
Nocturno de Princesa, Sábado a la noche y El Oso. Un
detalle que obliga a transcribir otro párrafo de Manrique para el diario El País:
Hacia el final, estaban representadas en el escenario tres generaciones de rock
hispano-argentino: Moris, Birabent y Calamaro, protagonistas que comparten un sentido de
la tradición y son conscientes, a diferencia de tantos músicos españoles, de que para
llegar a algún sitio hay que saber de dónde se parte.
La frase de Manrique una suerte de prócer del periodismo musical español
emociona particularmente a Moris, que señala sin embargo que hay músicos argentinos que
hablan de sus canciones y parece que las hubieran sacado del espacio exterior. Yo
siempre reconocí mis influencias, algo que no debe dar vergüenza, señala.
Por eso me gusta Calamaro, que nunca dejó de reconocer las cosas que tomó de mí,
o de Pappo, Los Gatos o Miguel Abuelo. Así se mantiene una línea musical, que permite
que no nos olvidemos de quiénes somos, de dónde venimos y de dónde sacamos esta
música, señala Moris, que el viernes realizará en Zaragoza el segundo show
organizado por Zona, y luego volverá a Buenos Aires para presentarse gratuitamente en el
hall del Teatro San Martín, los días 2, 3 y 10 de julio. En ese show voy a incluir
muchas canciones españolas, aprovechando que canté muchos temas que hacía tiempo no
cantaba. Voy a ser algo así como un embajador musical, trayendo cosas de aquí para
allá, y viceversa.
El fanatismo que parece haber despertado este regreso suyo a Madrid es parecido al
que vivió al regresar a Buenos Aires, al comenzar los 80...
La verdad que sí. Porque en el Suristán se volvió a crear el clima de en aquel
Obras. Y me di cuenta que la música es el arquetipo, y que en ese momento el tiempo no
existía. Yo no estaba en este año ni en aquel otro, porque la música tiene la virtud de
sacarte de las garras del tiempo y ponerte en un limbo. Por eso es que el otro día, en el
show, volví a pensar que no estaba ni aquí ni allá, sino que simplemente estaba de
vuelta en el lugar que tenía que estar.
¿Le sorprendió el recibimiento?
No sólo a mí, acá también se sorprendieron. Porque dicen que el español olvida
pronto a sus músicos, pero es increíble cómo se acuerdan de mis canciones, que parecen
haber dejado una huella muy grande en la gente. Y yo recuerdo mucho a Madrid, una ciudad
que he encontrado prácticamente igual, con ese particular estilo de vida que incluye algo
que Claudio Gabis llama el yoga español: la costumbre de parar a comer de dos a cinco de
la tarde, pase lo que pase. Una actitud muy inteligente.
¿Regresó a los lugares que describe en sus canciones?
Claro que sí. Volví al Vips de Princesa, por ejemplo, al que encontré
algo cambiado. Y recordé que en aquel entonces, cuando pasaba a tomar algo, los mozos
siempre ponían el casete con el tema. También anduve por Plaza Castilla o por Vaporillo,
y todo está como ayer. En muchos sentidos, porque si yo dejé Madrid fue porque mi mujer
Inés extrañaba Argentina. Y ahora estoy de regreso otra vez con Inés, y es como si no
me hubiera ido. Estamos de vuelta ensayando, haciendo notas, yendo a la TV y a la radio.
Encontrándonos con un montón de gente que me saluda hola, Moris. ¿Cómo anda el
rock?, como si en vez de diez años hubieran pasado diez minutos.
¿Alguna vez imaginó volver con su hijo a Madrid?
Jamás me hubiera imaginado que volveríamos de esta manera: él con un disco
recién editado acá, y yo con un disco en puerta, y tocando juntos. Todo se disparó: un
día Antonio me llamó para invitarme a los shows de presentación de su álbum en Madrid,
después surgió lo de la revista, y ahora apareció todo esto: la posibilidad de hacer
una gira de diez fechas, para lo que deberé armar una banda, e incluso me están tentando
para grabar. No puedo dejar de pensar que, diez años atrás, yo saqué a mi hijo de
Madrid y lo llevé a Buenos Aires. Y que ahora es él quien me trajo de vuelta.
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