Por Eduardo Videla La ofensiva del intendente de
San Miguel, Aldo Rico, llevó sangre al río: la patota que alienta el ex comando
carapintada copó esta vez el Concejo Deliberante y agredió a los concejales de la
oposición. Varios patovicas saltaron encima de la pierna del concejal Julio César
Franchino, candidato a intendente por la Alianza, hasta quebrarle la rodilla. Luego, como
si nada hubiera ocurrido, los ediles oficialistas aprobaron la ordenanza que declara la
emergencia sanitaria en el distrito, pese a que una orden judicial se lo impedía. Por la
tarde, cuando Rico salió a dar su parte de guerra ante la prensa, se presentó junto a
cuatro intendentes y un candidato de distritos vecinos, quienes le brindaron un inusitado
apoyo. Allí, el ex militar justificó la agresión: Vinieron por lana y salieron
trasquilados, dijo, en una frase que institucionaliza la patota como política de
Estado. Sus seguidores hostigaron a la prensa y una periodista denunció amenazas de
muerte (ver aparte). Rico anunció que hoy volverá a instalarse en su cabecera de playa,
el Hospital Larcade.
Si alguien pensó que Rico se iba a rendir, se equivocó. La ambigüedad del gobernador
Eduardo Duhalde después de la incursión del martes en el Hospital Larcade, con una
patota de cien barrabravas, fue la carta que necesitaba el intendente para seguir
adelante. Pese a la orden judicial de no innovar dispuesta el martes por una jueza, el
justicialismo se dispuso a aprobar el proyecto de emergencia sanitaria que, entre otros
puntos, autoriza la derivación de pacientes internados en el Larcade a otros centros
asistenciales.
Con siete concejales contra cinco de la Alianza, la aprobación no resultaba complicada
para el oficialismo. Sin embargo, Rico decidió copar el recinto con más de 300
seguidores, entre patovicas y beneficiarios de planes de asistencia social. Los
profesionales del Hospital Larcade, que se habían movilizado hasta el Concejo, no
pudieron ingresar. Sólo entró una delegación de siete personas, entre ellas, el titular
de la Confederación Médica Argentina (Comra), Jorge Ochoa, quien fue testigo del
bochorno que vino después. También lograron entrar la diputada provincial Graciela
Podestá y el titular de la Asociación de Profesionales del Larcade, Gustavo Eugeni.
Adentro, el ambiente se puso denso desde el comienzo. La oposición pidió la
interpelación del secretario de Salud, Oscar Sanseleschi (Modin), pero el justicialismo
decidió archivar la moción. Entonces empezaron los insultos cruzados. Los médicos
increparon a la concejala María Nano, mientras el concejal Franchino discutía con Raúl
Martínez, presidente del bloque del PJ. En ese momento sentí que me agarraban del
pelo, desde atrás, y me tiraron al piso. Después no vi más nada, pero sentí un dolor
terrible en la pierna. Estaban saltando encima mío, relató a Página/12 Franchino,
que terminó con su humanidad en el Larcade: tiene fractura de rótula y rotura de
ligamentos, y deberá estar enyesado al menos por 30 días.
Franchino no fue el único que recibió golpes. Los concejales de la Alianza
quedaron contra un rincón y unas mujeres del plan Barrios Bonaerenses les pegaban
carterazos, dijo Eugeni a Página/12. También fue golpeado Norberto Tarrío, del
gremio de médicos bonaerenses (Cicop). A mí me quisieron pegar, pero me pudo sacar
un policía, agregó Eugeni.
El concejal Martínez, titular del bloque del PJ, esbozó una singular explicación de la
herida de su colega radical. Se cayó y se golpeó, dijo. Y denunció que fue
agredido por un concejal de la Alianza.
El proyecto que aprobaron los concejales consta de tres puntos:
Declara el
estado de emergencia sanitaria en San Miguel, para proceder a la
reestructuración orgánico-administrativa del sistema de salud y posibilitar la
remodelación del hospital.
Durante la
remodelación, deberán mantenerse las guardias y el servicio de consultorios externos.
Se autoriza la
derivación de pacientes que necesiten internación a centros asistenciales que suscriban
convenios con la comuna.
Los concejales eliminaron el cuarto artículo, que establecía la disponibilidad
absoluta del personal del hospital, que podría terminar en despidos. En realidad,
ese punto ya no le hacía falta a Rico: había iniciado sumarios contra 93 médicos, por
su participación en las protestas de la semana pasada.
Meijide: Es de mafiosos Graciela Fernández Meijide, candidata a gobernadora bonaerense por la
Alianza, se presentó ayer por la tarde en el Hospital Larcade, para expresar su
solidaridad con el concejal Julio César Franchino, agredido por la patota de Rico.
Es un ataque propio de mafiosos, tirar a una persona al piso y pisarla hasta
romperle las piernas, dijo a Página/12, al expresar su repudio a la agresión. La
diputada aseguró que la ofensiva de Rico contra el hospital de San Miguel está
respaldada por el gobernador Eduardo Duhalde.
¿Cómo interpreta los hechos de San Miguel?
Hay una política impulsada desde la gobernación, que es la de ir arancelando todos
los hospitales, como ocurrió en Malvinas Argentinas. Pero Rico hace esto a su estilo.
Ante la insistencia de la oposición y de un grupo de médicos y vecinos por evitar la
ordenanza, lo que hace es mandar a su patota. Se cree que el hospital y el Consejo
Deliberante son Monte Caseros o Campo de Mayo. Sólo le faltaba el betún.
¿Cree que Rico está cometiendo un exabrupto o cuenta con apoyo político?
Rico tiene directivas de Duhalde para arancelar y privatizar la salud. Es una
experiencia que se pretende trasladar a otros distritos y se implementa en los lugares de
mayor pobreza, donde se piensa que puede haber menos resistencia.
A su criterio, ¿cómo se debe solucionar el problema financiero de los hospitales,
ante la demanda que es cada vez mayor?
Una de las cosas prioritarias es cobrarles a las obras sociales por la atención de
sus afiliados, y que las obras sociales paguen. Otra es racionalizar los gastos, porque en
los hospitales se gasta mucho y mal. Nuestro objetivo, en una gobernación de la Alianza,
es implementar una mayor descentralización municipal, y establecer un sistema de premios
y castigos, para que los municipios que implementen el sistema de presupuesto
participativo, que hagan un manejo de fondos más transparente, reciban mayores recursos
de coparticipación. |
LA CONFERENCIA DE RICO TRAS LOS INCIDENTES
Buscaron pelea y perdieron
Por E.V.
Vinieron a buscar pelea, la tuvieron y perdieron, bramó Aldo Rico ante
micrófonos y cámaras. Lo dijo en lo que quiso ser una conferencia de prensa pero
terminó como acto partidario, y a la que el ex militar puso final abrupto, fiel a su
costumbre. Rico no está solo en su embestida y lo demostró: se presentó con cuatro
jefes comunales y un candidato a intendente, todos de la primera sección electoral.
Responsabilizó por los incidentes a la Alianza y a todos los elementos de bandera
roja que invadieron el hospital.
Vestía el mismo chaleco de gamuza que llevó el martes cuando copó la dirección del
hospital. Se mostró desencajado y se cruzó de brazos para contestar las preguntas de los
periodistas. Fue vivado por sus seguidores, que coparon el salón de conferencias y
cantaron Peronistas, ni yanquis ni marxistas. Y al final dijo: ¿Alguna
duda?, y sin dar lugar a una nueva pregunta, se levantó y se fue.
Rico insistió en que no privatizará ni arancelará el hospital, ni habrá médicos
despedidos. Pero llamativamente sentó a su izquierda al intendente de Malvinas
Argentinas, Jesús Cariglino, que implementa en su municipio un modelo de hospital
arancelado, el mismo que Rico criticó hace unos meses porque expulsaba a los pobres hacia
el Larcade. En la misma mesa, lo acompañaban además Hugo Curto, intendente de Tres de
Febrero; Alberto Descalzo, de Ituzaingó; Alberto Alberini de Pilar, y Mario Ishi,
candidato a intendente de José C. Paz. En esos distritos, sostiene la Alianza, Duhalde
pretende extender su modelo de gerenciamiento hospitalario (ver aparte).
Rico cuestionó también a lo que llamó la corporación de prensa. Sus
seguidores convirtieron luego esa crítica en una amenaza de muerte: la sufrió la
periodista María Luisa Conforte, de Radio Rivadavia, a quien se le acercó uno de los
guardaespaldas de Rico y le dijo: A vos ..., mientras se pasaba un dedo por la
garganta, en señal de degollamiento. Otro cronista escuchó a otro guardaespaldas que
decía: A ésa (por Conforte) hay que bajarla porque pregunta mucho.
Rico y el autoritarismo: dos miradas |
Graciela Römer.
Dirigentes riesgososCon
su toma del Hospital de San Miguel, Aldo Rico mostró que la participación de
un dirigente en la democracia formal no asegura que realmente sostenga los valores
democráticos sostiene la investigadora Graciela Römer. Los dirigentes de
origen militarista, como Rico o, en Tucumán, Antonio Bussi, son altamente riesgosos
porque, frente a situaciones de conflictividad social, los modelos que terminan eligiendo
no son los de la tolerancia y el respeto por las libertades individuales.
No obstante, estos dirigentes resultan atractivos para sectores cuya extracción
social se ubica, según nuestras investigaciones, en la clase media baja. A Rico se lo
asocia con el orden y la seguridad, por su perfil profesional y por provenir de afuera de
la clase política, fuertemente sospechada de corrupción.
En nuestra última encuesta, de mayo pasado, se pidió a los entrevistados a
priorizar entre el orden y la seguridad, por una parte, o bien, por la otra, la libertad y
la democracia: el 46 por ciento prefirió el orden y la seguridad, y el 44 por ciento
priorizó la libertad y la democracia.
Hasta octubre de 1993, el 60 por ciento priorizaba libertades democráticas, y el 33
por ciento ponía primero orden y seguridad. La demanda de orden creció abruptamente
entre febrero del año pasado y mayo de este año, en coincidencia con un deterioro de la
calidad de vida.
ISIDORO CHERESKY.
Feudalizar la salud
El autoritarismo de Aldo Rico es un modo de respuesta
al malestar de la gente con los servicios públicos, concretamente el deterioro de los
servicios de salud, observa Isidoro Cheresky, profesor de Teoría Política
Contemporánea en la UBA.
Uno de los argumentos que esgrimió Rico fue que al hospital de su distrito, San
Miguel, llegaban pacientes de distritos vecinos, cuyos servicios de salud habían sido
arancelados: algo así como que los de acá, con nuestros impuestos, estamos
financiando servicios para los de allá. Esta irritante idea de feudalizar la salud,
impedir el acceso a los que vengan de otro barrio, puede obtener eco, apoyada en cierto
egoísmo o exclusionismo vecinal; una respuesta genéricamente humanista puede no ser
entendible para muchos. Para pensar una gestión progresista de estos problemas, tendría
que haber una coordinación regional de los temas de salud.
La línea autoritaria encarnada por Rico puede hacer pie también en la falta de
coordinación entre reclamos sectoriales legítimos, como los de las enfermeras y los
médicos por sus salarios y condiciones de trabajo, y los sentimientos de los vecinos:
entonces, un intendente que da un puñetazo en la mesa y se presenta como el que va a
poner algún orden, diciendo que va a favorecer a los vecinos frente a intereses
corporativos de los profesionales, puede sumar ciertas voluntades. |
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