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RICO, LA CARA HORRIBLE DE LA DEMOCRACIA
Una línea de conducta

Desde 1987, cuando lideró la rebelión de Semana Santa, Aldo Rico lleva 12 años mostrando el costado más impresentable del sistema político. El catalizador de la Obediencia Debida. Menem y la esperanza “nacional”. El hombre de orden para Duhalde. El intendente que tiene votos y batatas.

Definición: “El intelectual, como operador estratégico, debe dudar; es su obligación. El soldado, una vez que decide, no puede dudar.”

Aldo Rico en la sublevación anticonstitucional de Monte Caseros de enero de 1988.
Prometió no rendirse. Se rindió. Buscaba una amnistía para extender la Obediencia Debida.

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Por Martín Granovsky

t.gif (862 bytes) Tiene muchas definiciones fáciles de recordar. Una de ellas, “la duda es la jactancia de los intelectuales”. Otra, “vengo de gallegos y asturianos, y ésa es una mezcla de razas que no se rinde”. Otra más, no tan conocida, “la guerra, la alta costura y la cocina son cosa de hombres”. Pero el marketing, a veces, puede ser engañoso. Así como los cubitos en el whisky de Leopoldo Galtieri enturbian, pero no disimulan, la silueta de un asesino, las bravuconadas de Aldo Rico apenas ocultan su verdadero perfil: la figura que cruza casi toda la democracia y le señala su costado más horrible.
Es difícil olvidar aquel enero del ‘88. Vestido de fajina, Rico había salido como una tromba del cuartel de Monte Caseros en un jeep que muy pronto comenzó a serpentear en el camino arcilloso. Solo se detuvo cuando estuvo seguro de que los periodistas habían podido acompañar esa carrera absurda, se apeó del jeep y, parado junto al nido de ametralladora, preguntó:
–Bueno, ¿qué quieren?
Una lluvia tropical puso el toque vietnamita a lo que ya parecía una versión grotesca de Apocalypse now. Empapado, Rico pasó media hora explicando su papel de héroe de la historia, combatiente antimarxista, espada invencible contra los generales de escritorio y Atila de una democracia que no terminaba de concederle la impunidad definitiva en su defensa de los criminales de la dictadura.
Como siempre, el grotesco fue la caricatura de un drama concreto. Una mina había terminado con tres soldados volando por el aire en el puente del Timboy. Era un punto de la escalada violenta que remataría en el levantamiento de diciembre del ‘90. Todo había comenzado en la Semana Santa de 1987, cuando Rico encarnó la jefatura de un movimiento militar en defensa de Ernesto Nabo Barreiro y terminó precipitando una decisión que, en realidad, Raúl Alfonsín ya había tomado: exculpar a los mandos medios de la represión.
–Encuentre usted, Presidente, una solución definitiva a las secuelas de la lucha de la subversión, porque éste es un problema de toda la sociedad –dice Rico que le dijo a Alfonsín cuando éste se entrevistó con los carapintadas en Campo de Mayo.
En junio de 1987 el Gobierno promulgó la Ley de Obediencia Debida. La democracia bajó entonces una categoría en calidad y el propio Alfonsín perdió una parte del prestigio que había ganado con la extraordinaria decisión de procesar a los ex comandantes de la dictadura.
(Conviene retener algunas claves del tablero de entonces, porque son piezas que siguen moviéndose. Oficial de inteligencia, Barreiro había sido torturador en el campo de concentración de La Perla, en Córdoba. La antigua patota de La Perla, bajo la influencia de Luciano Benjamín Menéndez, es la que hoy alimenta el torpe aparato destinado a erosionar al jefe del Cuerpo Tres, Juan Manuel Llavar, y espiar las causas por violaciones a los derechos humanos que lleva la jueza Garzón de Lascano.)
En su momento a Rico no le bastó la Obediencia Debida. El día de la lluvia tropical dijo cínicamente a Página/12:
–La Ley de Obediencia Debida es una claudicación ética del sistema. Hay que trabajar para lograr instrumentos jurídicos más aceptables.
Rico soñaba con la amnistía, pero en 1990 terminaría elogiando los indultos de Menem. Para él y para Mohamed Alí Seineldín, a quien dijo haber inventado como un mito, Menem era, aún, un político “nacional”. Pero, ¿quién era este oficial del Ejército capaz de adjetivar al mundo entero con frases cortantes, como a la carrera, terminadas todas de golpe y con los labios apretados?
Nació en Cabrera y Gallo el 2 de marzo de 1943, tres meses y dos días antes del golpe nacionalista que acabaría promoviendo a Juan Perón. Su padre no era militar sino comerciante. Su madre no era aristócrata. Típicaseñora de clase media, bien de barrio, enseñaba corte y confección. Apodo del chico, “Ñato”, por un golpe y no por el box, como suele suponerse erróneamente. Cuadro del chico, Racing. Enseñanza, pública. Primaria y secundaria. Y al menos dos vocaciones militares en la familia. El mismo Aldo y su hermano, médico, tan antimarxista como él: murió en América central cuando la dictadura argentina envió expertos a colaborar con los contras que buscaban el derrocamiento del sandinismo.
A esa altura, Rico había absorbido la típica mezcla de anticomunismo primario y antiliberalismo tan clásica del fascismo argentino, que en otra época se expresaba en ataques a la “sinarquía internacional” y ahora podía traducirse a veces en un anticapitalismo primitivo, otras en ataques a la “partidocracia” y siempre, de 1983 en adelante, a la suma de todos los males juntos, la socialdemocracia.
“No existe la justicia y la libertad sin orden”, dijo siempre Rico.
En 1983 votó por Italo Luder contra Raúl Alfonsín.
“Soy un hombre nacional”, repetía, y en 1989 vio en Carlos Menem a otro “nacional”, hasta caer en la cuenta de que Menem, según dijo, “traicionó la causa nacional”.
¿Para qué buscar un conductor cuando, “como soldado, se tiene la capacidad de arreglar cosas”? Tras los saqueos y los dos picos de hiperinflación, y habiendo perdido su grado militar de teniente coronel, Rico tuvo la perspicacia de descubrir un mercado electoral que sabría explotar. Conocía el sentir de la Policía Bonaerense, una fuerza de 50 mil hombres con influencias directas –sobre familiares y retirados– en un mínimo de 250 mil personas. Había palpado el terror de la híper en el conurbano. Sabía que su clientela no eran los pobres, voto cautivo del peronismo, sino la clase media baja empobrecida y con pánico de caer en el infierno de la pobreza y la marginación.
Fue, por un momento, el Le Pen argentino. Como Le Pen, alcanzó el 15 por ciento de los votos en el Gran Buenos Aires, formó una fuerza nacional con ramificaciones en Tucumán y creyó por un instante que su Modín sería el nuevo partido bisagra sin el cual nadie podría gobernar. La desidia del resto de los partidos lo ayudó, y también la colaboración de amigos influyentes, como el actual jefe de los Cascos Blancos Octavio Frigerio, que había estado en el casamiento de su hija junto con Arturo Frondizi y Herminio Iglesias.
Sus estancieras desvencijadas entraban en las villas que ningún partido siquiera visitaba, con la marchita de las Malvinas por los altoparlantes: Bajo un manto de neblina...
Rico siempre ligó su imagen a la guerra de 1982. Criticó a Cristino Nicolaides y Reynaldo Benito Antonio Bignone no por la aplicación de los planes criminales de la dictadura sino porque “desmalvinizaron la conciencia de los argentinos”.
A continuación, la sintética síntesis de un aficionado al apócope de la realidad:
–La guerra contra la subversión fue justa, fue inevitable y fue necesaria. La guerra de las Malvinas fue justa, innecesaria y evitable.
Esta es otra:
–Si no hacemos la revolución los no marxistas, la harán los marxistas.
Desilusionado de Menem, Rico probó la revolución con Eduardo Duhalde.
–Es más nacional que Menem –dijo.
Fue, en su caso, una revolución productiva. Con un Modín en franco retroceso, Rico consiguió un papel estelar en la política provincial a cambio de destrabar la convención constituyente bonaerense de 1994 que debía permitir la reelección del gobernador para las elecciones de 1995. El entusiasmo duhaldista del “Ñato” siempre despertó sospechas, naturalmente maliciosas: ¿acaso no desmintió el propio Rico en entrevistas periodísticas haber cobrado 12 millones de dólares por el cambio de equipo? Como en 1987 había actuado de catalizador de la decisión radical de limitar los juicios por la represión, el peor costado del gobierno, diez años después Rico apuraba el peor costado de Duhalde. El caudillo de Semana Santa servía para canalizar hacia el PJ los votos del Partido del Orden. El peronismo bonaerense lo usaba como al actual menemista en estado puro Luis Patti –el ex subcomisario procesado por tormentos– o al jefe de la mejor policía del mundo Pedro Klodzcyk. Patti es hoy la carta de Menem para fastidiar a Duhalde y Klodzcyk fue destronado por Duhalde para que León Carlos Arslanian pudiera encarar su valiente reforma policial como ministro de Justicia y Seguridad. Rico (¿aún?) no terminó de quemarse.
Político inclinado al pragmatismo, fue adaptándose a la realidad y poco a poco abandonó las grandes frases. Solo machacó con su discurso ultraconservador. “Los homosexuales existen; hay que aceptarlos, pero no tolerarlos”, dijo. Subrayó el antimarxismo, un poco por convicción, otro poco por la certeza de que despertando fantasmas pueden conseguirse votos entre la gente asustada y otro poco más por conveniencia. En 1997, por ejemplo, Rico fue candidato simultáneo a diputado nacional y a intendente de San Miguel por la Alianza Modín-PJ. Como Graciela Fernández Meijide competía por la candidatura a diputada nacional contra Hilda Chiche Duhalde y la esposa del gobernador eludía el macartismo, el ex teniente coronel se sintió llamado al juego que más le gusta.
–Si ella algún día llega al gobierno, en su gabinete estarán Hebe Bonafini, Domingo Cavallo, Adolfo Pérez Esquivel y Sergio Shocklender -mezcló.
Y de paso retomó el argumento más repulsivo de la dictadura:
–Si la Alianza llega al poder reaparecerán los desaparecidos.
Para él, Menem es “la cara liberal de la globalización” y la Alianza su cara socialdemócrata, es decir, caca. Pero la salida por suerte siempre es sencilla. Según Rico, hace falta:
1- Una solución intelectual.
2- Los equipos gerenciales para aplicarla.
3- Fortalecer la voluntad para las soluciones.
4- El ejemplo de la propia dirigencia.
Es difícil determinar en qué etapa de las cuatro estaba Rico la última semana cuando creyó que la eficacia consiste en ocupar un hospital público con batatas o inundar con ellos un concejo deliberante. Quizás haya cumplido las cuatro etapas en dos días. Tal vez la solución intelectual pudo haber sido su definición de los médicos como “hordas rojas”, los equipos gerenciales hayan sido los batatas, la voluntad fuese la aplicación de trompadas y cabezazos y el ejemplo de la propia dirigencia su despliegue digno de un Mussolini del conurbano.
Afortunadamente es posible bucear en el pensamiento profundo de Rico. Dijo Rico un año después de Monte Caseros, con la veteranía que da el tiempo:
–El intelectual, como operador estratégico, debe dudar; es su obligación. El soldado, una vez que decide, no puede dudar. Un operador táctico, como soy yo, una vez que decide el objetivo no puede dudar. Si lo hace, o no concreta el objetivo o se muere.
Rico es así. Las posiciones políticas pueden cambiar. El uso de la fuerza más allá de la democracia, provocando a la misma democracia, se mantiene inalterable. Con betún o con votos.
Es una línea de conducta.

 

Claves

Saludo Uno
ron2.gif (93 bytes)   “La duda es la jactancia de los intelectuales.”
ron2.gif (93 bytes) “Vengo de gallegos y asturianos, y ésa es una mezcla de razas que no se rinde.”
ron2.gif (93 bytes) “Yo me jugué la vida como el ERP y los Montoneros. Los comprendo, pero no los justifico.”
ron2.gif (93 bytes) “A los homosexuales hay que aceptarlos, pero no hay que tolerarlos.”
ron2.gif (93 bytes) “Me atacan las hordas de rojos y drogones.”
ron2.gif (93 bytes) “No soy peronista ni dejo de serlo.”
ron2.gif (93 bytes) “Soy un soldado de la causa nacional.”
ron2.gif (93 bytes) “El coronel Seineldín es un mito creado por nosotros.”
ron2.gif (93 bytes) El soldado es un hombre que se educa y se entrena para solucionar problemas.”
ron2.gif (93 bytes) “No me siento capaz para ser diputado.”
ron2.gif (93 bytes) “El trabajo de diputado es apasionante. Presenté 200 proyectos.”
ron2.gif (93 bytes) “La Ley de Obediencia Debida es una claudicación ética del sistema. Hay que trabajar para lograr instrumentos jurídicos más aceptables.”
ron2.gif (93 bytes) “La guerra contra la subversión fue justa, fue inevitable y fue necesaria. La guerra de las Malvinas fue justa, innecesaria y evitable.”
ron2.gif (93 bytes) “Si Graciela algún día llega al gobierno, en su gabinete estarán Hebe Bonafini, Domingo Cavallo, Adolfo Pérez Esquivel y Sergio Shocklender.”
ron2.gif (93 bytes) “Si la Alianza llega al poder reaparecerán los desaparecidos.”


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