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SUBRAYADO

La economía del revés

Por Julio Nudler


t.gif (862 bytes)  Cuando Domingo Cavallo fijó la paridad en apenas 10.000 australes por dólar --igual a su vez a una unidad del peso que estaba creando en ese momento, todo a contar desde el 1º de abril de 1991--, su apuesta era a la deflación interna. Y aunque la bravata le salió bastante mal, no se le puede negar la credencial de precursor. Hoy todo el mundo está tratando de reacomodar su cerebro a una prolongada deflación, al menos en una cantidad de productos y servicios, resultado de una sobrecapacidad de producción y otros factores. Esto fuerza a bajar costos más rápidamente aún de lo que normalmente imponía la competencia, o a esquivar el tobogán mediante una diferenciación de producto tan irresistible que el consumidor acepte pagar más, a pesar de todo.

Los tiempos en que la mercancía se apreciaba sola en los estantes, asegurando ganancias de capital, quedaron atrás. Ahora urge achicar los inventarios, no sólo por lo que cuestan financieramente, sino también porque pueden depreciarse antes de llegar al mostrador de ventas. Cualquier casa de computación lo sabe. Algo en cierto modo similar ocurre con las deudas. La tasa de interés a la que fueron contraídas puede dispararse en términos reales. El mismo día en que el Indec informa que el mes pasado los precios al consumidor cayeron 0,5 por ciento, ese medio punto se monta en la tasa real que el endeudado vio devengar sin habérselo propuesto. Deber dinero puede ser ruinoso si la deflación no cede.

Así como el público tardó años en comprender el fenómeno de la inflación, y muchos lo entendieron cuando ya era tarde; así como entretanto hubo quienes dejaron que las tasas reales de interés negativas les pulverizaran el capital, tampoco ahora es automática la comprensión del nuevo fenómeno --que, también es verdad, nadie cree que asumirá proporciones comparables a las de la inflación ni dure medio siglo--. ¿Quién imagina una indexación invertida? ¿Quién ofrece o reclama esa cláusula de ajuste al revés en los contratos?

Tal vez el más serio problema de la actual producción exportable argentina es que está precisamente situada en el corredor deflacionista de la economía mundial, donde hay excesos de capacidad e indiferenciación de producto, lo que no caracteriza a buena parte de las importaciones y mucho menos a los servicios de la deuda. Claramente, el balance externo del país está descalzado: mucha deflación en las fuentes de divisas, y poca o ninguna en los usos. A todo esto, el peso permanece atado a la moneda de un país que, en persistente euforia consumista, vive preocupado por la amenaza inflacionaria. Así es difícil que a la Argentina le cierren las cuentas.

 

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