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LA REUNION INTERNACIONAL ES PARA ACORDAR UN NUEVO PROGRAMA
Socialistas juntos pero revueltos

El encuentro en Buenos Aires de la
Internacional Socialista busca reactualizar un programa que ya está viejo de tres años.

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Página/12
en Francia

Por Eduardo Febbro
Desde París

t.gif (862 bytes)  Los partidos socialistas del mundo agrupados en el seno de la Internacional Socialista (IS) llegan esta semana a Buenos Aires en busca de una nueva definición de su programa, que ya lleva más de tres años esperando una reactualización. La reunión del Consejo de la Internacional Socialista que se celebrará entre el 25 y el 26 de junio es una de las últimas cumbres de la organización consagradas a debatir sobre el futuro del organismo antes de ese límite que su actual presidente, el ex primer ministro francés Pierre Mauroy, llama “la línea imaginaria del ano 2000”. La cumbre porteña aparece como un eje central de articulación entre el pasado de la IS, los trabajos internos que se vienen realizando desde 1997 en el seno de la Comisión Progreso Global presidida por el ex jefe del gobierno español Felipe González y el futuro de la IS que se jugará este año en el curso de la Asamblea General prevista para el 8 y 9 de noviembre en París. Allí, precisó Pierre Mauroy, “decidiremos qué vía vamos a seguir”.
El tema del la “vía” o “camino” futuro de la Internacional es mucho más que un juego de palabras luego del terremoto de la caída del Muro de Berlín y del otro que trajo el ya famoso debate sobre la tercera vía cuyo liderazgo ideológico se disputan las tres grandes familias socialistas europeas: el laborismo británico de Tony Blair, el socialismo “a la francesa” del primer ministro Lionel Jospin y la socialdemocracia alemana de Gerhard Schroeder. Estas tres fuerzas compiten por imponer una doctrina de izquierda moderada que, sin renunciar a la economía de mercado, mantenga vigente la especificidad igualitaria que caracteriza a la izquierda. Como lo recordaba hace unos días el mismo Lionel Jospin, es lícito aceptar “una tercera vía entre el comunismo y el liberalismo, pero no entre la socialdemocracia y el liberalismo”.
La disputa por la propiedad de esa tercera vía es tal que en setiembre de 1998, al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el premier francés no participó en el debate sobre el porvenir del centro izquierda organizado en Nueva York por Tony Blair y presidido por la esposa del presidente norteamericano, Hillary Clinton. Sin embargo, en el seno de la Europa comunitaria, los electores adelantaron una respuesta sobre la legitimidad de ese liderazgo. En las elecciones europeas de junio, Tony Blair en Gran Bretaña, Schroeder en Alemania y Massimo D’Alema en Italia fueron severamente sancionados por las urnas mientras que en Francia el Partido Socialista salió reforzado de la consulta pese a los dos años de poder socialista.
La fase final de la reforma que se discutirá en Buenos Aires fue lanzada en la precedente reunión de la Comisión de la Internacional Socialista organizada en Ginebra a finales del año pasado. Entre ese foro y el de la capital argentina, las ideas que se vienen discutiendo desde 1997 en el seno del organismo pasaron por dos etapas de elaboración a lo largo de coloquios realizados en Suecia y Dakar (Senegal). Buenos Aires actualizará esos textos cuyo origen se remonta al año 1996 cuando, al final del Congreso de la Internacional celebrado en Nueva York, se decidió crear la Comisión Progreso Global para elaborar “una nueva plataforma de ideas y de políticas”. Felipe González lleva algo más de dos años consensuando un documento cuya espina dorsal quiere aparecer como una respuesta “al fundamentalismo neoliberal”. En este contexto, González puso especial énfasis en el estudio de los efectos de la mundialización de la economía y de la “tiranía del pensamiento único”. Los temas de la Comisión Progreso Global abarcan todos las campos de la acción política, pero su núcleo sigue siendo el problema al que se ven enfrentados todos los gobiernos del socialismo democrático: qué pueden hacer los Estados frente a la omnipotencia de los mercados, cuál debe ser el papel de las instituciones multilaterales en la reglamentación de la economía mundial, cómo llevar a cabo políticas regionales abiertas para reducir las diferencias entre países desarrollados evitando así la formación de bloques antagónicos, cómo acelerar la integración de zonas periféricas. A estos principios fuertes se les suman dos “responsabilidades primordiales del socialismo democrático” que se cruzan con el antagonismo tripartito Blair-Schroeder-Jospin: “No dejar pasar las oportunidades que ofrece la revolución tecnológica y crear empleos”.
Esos son los enunciados. Las respuestas concretas son menos visibles dado la vastedad de países y movimientos que componen la IS, más de 140, ya que la Internacional es de lejos el foro de países democráticos más importantes del mundo. Y, como admitió a Página/12 un miembro del PS francés, la “adaptación a la que fuimos llevados los socialistas a partir del año 1983”. En este sentido, el presidente de la Internacional, Pierre Mauroy, reconoce que el movimiento debe “situarse mejor en el mundo contemporáneo. Todos nuestros miembros aceptan ahora la economía de mercado. Pero no nos hemos convertido en liberales”. El PS francés adelantó a Página/12 que “lo que la Internacional pretende superar en Buenos Aires es un escollo que arrastra desde la caída del Muro de Berlín: ahora que no hay más tercera vía entre el comunismo y el capitalismo el socialismo democrático es, de hecho, la primera vía. La izquierda aprendió a gestionar la economía y a diagnosticar sus excesos. Falta que se defina como la mejor enfermera de un mundo enfermo”.

 

Desempleados del mundo

t.gif (862 bytes) Cómo crear empleos (o cómo hacer que los que tienen no los pierdan) es el centro de la batalla campal entre los socialistas Tony Blair, Lionel Jospin y Gerhard Schröder. El premier inglés es un adepto de la “flexibilidad” y de la “third way”, la tercera vía o “nuevo centro” calcado del modelo norteamericano. El premier alemán defiende las 35 horas semanales de trabajo sin pérdida de salario y un papel preponderante del Estado, que “debe intervenir allí donde el Estado no llega”. El alemán alega por una mezcla particular de un “realismo económico” basado en el respeto de los imperativos del mercado y la acción social mediante una serie “de visiones que deben permanecer en el campo de lo posible”. Los tres líderes comparten un mismo principio cuyas aplicaciones difieren a la hora de aplicarlos: “una economía moderna no puede desarrollarse sin los interlocutores sociales”. Es la tan mentada interacción que recorre todos los textos de la futura Internacional Socialista (IS). En este contexto, la preocupación de la IS por las nuevas tecnologías y su impacto en el desarrollo aparece como uno de los componentes del “pacto por el empleo” adoptado por los socialistas europeos en Milán en marzo de 1999. El objetivo fundamental del pacto consiste en rehabilitar el empleo mediante una política de apoyo al crecimiento que pasa por la coordinación macroeconómica y medidas a favor de las nuevas tecnologías. “Más crecimiento, más empleo, más cohesión social”, declaró a Página/12 Nicola Rossi, el consejero económico de Massimo D’Alema, el premier italiano que sí vendrá a Buenos Aires. Esos tres puntos se desprenden tanto de los documentos aprobados en Milán como de los que circulan en la Comisión Progreso Global.

 

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